Menu


Libro "Juan Pablo Magno", por R.P. Carlos Miguel Buela
Tenemos el agrado de informarles que acaba de salir nuestra última Publicación: “Juan Pablo Magno” del R.P. Carlos Miguel Buela, fundador de nuestra Congregación Instituto del Verbo Encarnado


Por: P. Juan Manuel Rossi | Fuente: www.edicionesive.com.ar



“Quiero poner un granito de arena al gran monumento que se está levantando en todo el mundo en honor de Juan Pablo Magno con ocasión de su beatificación” (p. 9).

Con estas sencillas palabras presenta el padre Buela el propósito de esta nueva obra suya, una más en su ya ingente labor como autor: “poner un granito de arena”. En el mismo prólogo explica el padre que concretizará esta intención “a manera de miscelánea” (9), recogiendo una serie de escritos, propios y ajenos, relacionados al Beato Juan Pablo II, los cuales en su variedad “nos muestran facetas de su elevada espiritualidad y rasgos geniales e incluso prodigiosos (‘milagrosos’) de su vida y obra” (9). El criterio de selección es importante para captar la importancia del libro y para descubrir una ulterior intención en esta obra del padre: “Tan solo hemos querido destacar algunos momentos de su vida que nos han llamado la atención y que pensamos pueden servir a los demás, en especial, a los miembros de las Congregaciones ‘del Verbo Encarnado’” (10).

Hay, pues, una finalidad doble: honrar a este “gigante de la fe” (67) y acercar su figura y ejemplo a los miembros del Instituto. En esta perspectiva doble debe enfocarse la lectura del título de la obra y de aquella expresión de la contratapa, que lo declara como una tesis: “Juan Pablo II fue y es un grande, incluso en el Cielo”. La grandeza del Papa es el tema del libro y su demostración se encuentra casi en cada página, pero no presentada de modo general y exhaustivo sino focalizado, según los fines propuestos, y como coordenado por tres ejes temáticos principales, a partir de los cuales pueden descubrirse claramente aspectos particulares de la magnitud histórica y espiritual de Juan Pablo II:

1º- Como primer fulcro debe considerarse la devoción del Papa a la Santísima Virgen María, lo cual lo hace, sin lugar a dudas, Magno: “Fue el papa de María, su pontificado empezó y terminó con el dulce nombre de María en sus labios” (35); “Juan Pablo II explicó de mil modos distintos la especificidad de la mediación de la Virgen, en cuanto mediación materna, que tuvo inicio cuando Jesús escribió en Ella el ‘Evangelio del sufrimiento’, hasta llegar a dárnosla por Madre en la cruz. Precisamente por el dolor que compartió con su Hijo, colaborando así de manera única en la obra redentora, la Virgen María es quien puede hacer llegar a los hombres la gracia de la salvación. La mediación materna de María es la clave para entender su vida personal de piedad y su entero pontificado: Totustuus!” (62);“De cuanto sabemos, tal vez sea el primer caso de un Papa sobre quien profetizó la Virgen, 64 años antes, un hecho tan grande como el intento de un magnicidio” (219); “La Virgen lo protegió en los trágicos días de mayo en que sufrió el atentado a manos de AlíAgca y en los meses posteriores de la recuperación. Él mismo lo reconoció el 7 de octubre de 1981 –y muchas otras veces a lo largo de su pontificado¬–” (63); “Formado, profetizado y ‘miracolato’ por la Virgen María” (653).

2º- El segundo gozne sobre el cual quiere el padre hacer girar la grandeza del Papa Juan Pablo Magno es un suceso histórico: la caída del comunismo en Europa oriental y la desintegración de la URSS, entre 1989 y 1991, lo cual “’habría sido imposible sin el esfuerzo del Papa’ [Mijaíl Gorbachov]” (284).

Entre las páginas 177 y 191 se republica un artículo de 1979: “Significación del viaje del Papa por Polonia”; allí, además de hacer “votos ante la Iglesia, ante la historia y ante el mundo, para que se llame al Papa, Juan pablo Magno” (190), preveía el padre ya claramente que la visita del Papa a su patria y el entusiasmo inusitado con que fue recibido representaba “la derrota más completa del enemigo” (187), un “triunfo grande sobre la ideología marxista, pero también triunfo espléndido sobre el progresismo cristiano” (187), la “rúbrica al certificado de defunción del comunismo” (182), “el golpe más contundente que recibió la ideología marxista en toda su efímera existencia” (182), “el albor de la victoria más grande de la Iglesia Católica de todos los siglos” (189). En varios otros capítulos se desarrolla y explicita este suceso milenario, signo de los tiempos, que ha otorgado a su gran artífice histórico el título de “Titán que torció el brazo de la historia” (654); al punto de que el p. Amorth, exorcista de Roma, ha develado esta respuesta que le dio el demonio ante la pregunta de “¿Por qué te da tanto miedo Juan pablo II? […] ’porque desarmó mis planes’. [Y continúa el p. Amorth] Y creo que con eso se refiere a la caída del comunismo en Rusia y en Europa del Este” (646).

Se podría señalar otra gran cantidad de palabras y obras del Papa, traídas por el padre, que también contribuyen claramente a su grandeza en absoluto, pero me quedo con estas primeras dos, que considero fundamentales en la obra. Ambas presentan algunas relaciones muy interesantes, especialmente en lo referente a las apariciones de Fátima: “Debemos hacer notar algunas coincidencias que permiten percibir detrás de los eventos una ‘mano’ poderosa: de hecho la decisión de desmantelamiento de la Unión Soviética fue tomada en 1991 el día 8 de diciembre. Esto no dirá nada a los observadores laicos, pero para los cristianos es el día de la Inmaculada Concepción y se recordará que en Fátima, después de la trágica profecía sobre el extenderse del comunismo, la Virgen concluyó anunciando: ‘Mi Corazón Inmaculado triunfará’” (264). En especial debe destacarse un día; uno de esos días que la historia se ve obligada a inmortalizar; un día en el cual se miran de cerca la debilidad del plan del demonio, con el comunismo ya presto a su caída, y la inmensidad e inescrutabilidad de los planes de Dios, que triunfa sobre sus enemigos por medio de su madre, la Virgen de Fátima, y de su vicario, Juan Pablo el Magno: el 25 de marzo de 1984. Aquel día memorable el Papa, en unión a todos los obispos del mundo, cumplió el deseo de la Virgen en Fátima de que el mundo sea consagrado a su Corazón Inmaculado, evitando una guerra nuclear que se habría desatado en 1985 y provocando el derrumbe del sistema soviético en la ex URSS y en sus países satélites.

3º- Y es en este día en el cual, por designio divino, se entronca el tercero de los nudos temáticos,a mi criterio, del libro: “Nuestra pequeña familia religiosa nació, providencialmente, ese día” (265). La relación del Papa con el Instituto está muy presente y es indicativa de un aspecto nuevo de su grandeza, relativo, es decir, para nosotros. Porque Juan Pablo II ha tenido intervenciones directas en favor del Instituto “que nos constan fehacientemente y de las que tenemos documentación probatoria” (511), porque su Magisterio “no es un elemento ‘decorativo’ de nuestra legislación sino que por el contrario ‘anima’ los aspectos fundamentales del carisma” (517) y porque, como ha escrito el 20 de febrero de este año el padre Carlos Walker, nuestro Superior General, cuando lo proclamó patrono del Instituto, “ejerció efectivamente durante su pontificado la paternidad de modo explícito y constatable sobre nosotros […] Por lo mismo, lo consideramos como patrono nuestro por su especial relación de paternidad”.

Creo entonces, que el padre ha logrado poner su “granito de arena” en el cósmico monumento en honor del nuevo Beato; pero señalo que para nosotros ha hecho más: nos deja un auténtico testamento, nos abre los ojos a este grande que Dios regaló a nuestros días, nos dibuja los planos y nos cava los cimientos para que cada uno levante su propio monumento de devoción a él, y por él a Jesucristo, el único que tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6,68).


Páginas: 657
20 Páginas Color
Precio de Venta al Público: 120 $

Si lo desea podrá solicitarlo a el siguiente correo electrónico de Ediciones del Verbo Encarnado ediciones@iveargentina.org







Compartir en Google+




Reportar anuncio inapropiado |