.
«Si quieres puedes limpiarme»
Clero /Sugerencias para las homilías del ciclo B

Por: Gabriel J. Pérez, S.J. | Fuente: Jesuitas de Colombia

En aquel tiempo un leproso se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: “Si quieres, puedes limpiarme”.  Jesús tuvo compasión por él, lo tocó con la mano y dijo: “Quiero. ¡Queda limpio!” Al momento se le quitó la lepra  al enfermo y quedó limpio. Jesús lo despidió enseguida y le recomendó mucho: “Mira, no se lo digas a nadie;  solamente ve y preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste  ante los sacerdotes”. Pero el hombre se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso Jesús ya  no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había gente;  pero de todas partes acudían a verlo. (Marcos 1, 40-45). 

Introducción

Los Evangelios narran los milagros de Jesús para indicar que en Él se hace presente el Reino de Dios,  es decir, el poder del Amor que es Dios mismo, que sana y renueva a toda persona que cree en Él y se  deja transformar por su acción salvadora. Pero también para mostrar cómo obra Jesús con respecto a  quienes sufren y son marginados, buscando así la gloria de Dios e invitándonos con su ejemplo a tener  sus mismos sentimientos. Meditemos en lo que nos enseña hoy el Evangelio, teniendo en cuenta también  las otras lecturas de este domingo [Levítico 13, 1-2.44-46; Salmo 32 (31); 1 Corintios 10, 31 – 11,1]. 

1.- Jesús se opone al rechazo y a la marginación de los enfermos 

Las enfermedades eran consideradas en aquel tiempo como consecuencias del pecado de quien las sufre  o de sus padres, y la lepra se concebía como la peor. El Levítico, nombre derivado de Leví, uno de los  doce hijos de Jacob de quien provienen los levitas, dedicados al culto religioso y al servicio del Templo de Jerusalén, es uno de los cinco libros que componen la Torá, término hebreo que designa al conjunto  de textos sagrados referentes a la Ley de Dios. Este libro, atribuido a Moisés -de quien se dice en la  Biblia que era descendiente de Leví-, pero escrito unos siete siglos después -en el V a.C.- y que pertenece  a la tradición bíblica llamada sacerdotal, contiene en sus capítulos 13 y 14 unas prescripciones que  expresan el rechazo que causaba la lepra en la antigüedad y la marginación de quienes la padecían.

Ahora bien, la Biblia refleja una evolución en la forma de entender las situaciones humanas, así como en las formas de concebir el ser y el obrar de Dios: en el Nuevo Testamento Jesús muestra una posición  que supera la del Antiguo con respecto a quienes por una enfermedad como la lepra eran excluidos de  la sociedad, y por lo mismo nos revela a un Dios que no se aparta de quienes sufren, sino que se acerca  a ellos con miseri-cordia, es decir, con un corazón com-pasivo que se con-duele de la miseria humana.

2.- Jesús revela la cercanía y la acción compasiva de Dios

Los que se creían “puros”, siguiendo la mentalidad levítica, se apartaban de los enfermos de lepra para  no quedar contaminados. Jesús, en cambio, se comporta de una manera completamente distinta:

– Deja que el leproso se le acerque, algo inconcebible para los sacerdotes y levitas, así como para los  “doctores de la Ley”, que se preciaba de seguir a la letra las prescripciones rituales de la Torá.

– Escucha la súplica del leproso –si quieres puedes limpiarme-, un acto de fe en el poder sanador de Jesús que también nosotros podemos hacer, pues necesitamos que Él nos purifique de lo que se opone a Dios. Y a su vez el “si quieres” expresa una disposición de entrega a la voluntad de Dios, que quiere siempre  nuestro bien, pero en una perspectiva de vida eterna. 

– Siente compasión (el verbo en griego significa literalmente “se conmovieron sus entrañas”), lo toca, y le dice “Quiero, ¡Queda limpio!”, manifestando así que la cercanía sanadora de Dios que Él encarna es un hecho palpable para toda persona que reconoce su necesidad de ser liberada del mal. 

Hay enfermedades que son consecuencia de las conductas de quien las padece, pero también puede haber  otras causas, y de cualquier forma quien reconoce su necesidad de salvación tiene derecho a ser tratado  con compasión. Y la compasión de Dios revelada en Jesús es asimismo una invitación a nosotros para  ser com-pasivos como Dios es com-pasivo, miseri-cordiosos como Dios es miseri-cordioso

3.- Jesús no quiere que se le confunda con curanderos mágicos, teatrales y explotadores

Al decirle al recién sanado “no se lo digas a nadie”, Jesús busca evitar que su acción sanadora sea  malinterpretada en el sentido de un falso mesianismo. San Pablo escribiría en su 1ª Carta a los Corintios,  evocada en la segunda lectura: “háganlo todo para la gloria de Dios”. Jesús nos dio ejemplo de ello: no  quería ser confundido con un curandero mágico como los que hacen espectáculos buscando el lucro y la  gloria personal. Él no buscaba su propia gloria humana, sino la de Dios Padre.

Ahora bien, lo que hace aquel hombre una vez sanado (comenzó a contar a todos lo que había pasado), es por otra parte un ejemplo para nosotros. Compartir nuestra experiencia de la misericordia sanadora de Dios es una forma de “evangelizar”, es decir, de comunicar la “buena noticia” de Jesús. 

Conclusión

Este domingo coincide en el presente año con la conmemoración de la primera de las 18 apariciones de  la Santísima Virgen María a una humilde campesina en Lourdes, al sur de Francia, entre el 11 de febrero  y el 16 de julio de 1858. Muchos enfermos, movidos por la fe, acuden en esta fecha y a lo largo de todo  el año al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes para pedir su intercesión ante el poder sanador de  Jesús. Unámonos a las oraciones que elevan al cielo los enfermos y sus seres queridos invocando a María, a quien las letanías se dirigen con el apelativo de “Salud de los enfermos”.

Y repitiendo la petición del leproso a Jesús – “si quieres puedes limpiarme”-, dispongámonos a comenzar  el próximo miércoles el tiempo de la Cuaresma, tiempo de purificación, recibiendo sobre nuestra frente,  con el signo de la santa cruz, la ceniza con la que se nos invita a convertirnos y creer en el Evangelio.
 
Preguntas para le reflexión
1. ¿Qué emociones espirituales suscita en mí la lectura meditada de este pasaje del Evangelio?
2. ¿Cómo siento que puedo aplicar a mi vida la petición que el leproso le hace a Jesús?
3. ¿Cuál siento que debe ser mi actitud, siguiendo a Jesús, ante la marginación de quienes sufren?