22 de octubre, día de san Juan Pablo II |
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Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net |
Karol Wojtyla, el papa polaco (el primer papa no italiano en medio milenio), tuvo un papel relevante en muchos temas candentes de nuestro tiempo. La Iglesia se había renovado en el Concilio Vaticano II, momento en que oficialmente entraba en la modernidad esta institución que llevaba peso de dos milenios con una carga de relación entre poder temporal y espiritual. Justo hoy el Evangelio nos habla de los dos órdenes que han de respetarse: “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Siendo obispo, tuvo Karol un papel importante en la libertad en Polonia, ocupada por Rusia, y luego siendo papa tuvo también un papel en la aparición de «Solidarnosc», el primer sindicato libre en un país del Este, y luego con la caída del imperio de la URSS, acogiendo esa transición que por desgracia ahora se quiere reactivar. Pero el liberalismo despiadado fue otro frente en el que luchó con la doctrina social, como también la re-evangelización de Occidente, necesitada de ella por un ambiente secularizado y relativista, donde la ética era relegada. En aquellos años, se intentó configurar una identidad de Europa que no aceptaba sus raíces cristianas, con una constitución que no avanzó y quedó en que siguiera siendo Comunidad “solamente” Económica Europea.
Junto a la apertura de Juan XIII, quiso continuar también con la defensa doctrinal de Pablo VI en un tiempo de pluralismo y aggiornamento que ponían en duda muchos modos de hacer eclesiales. Se dice que fue un papa abierto en lo social, y cerrado en lo moral (moral sexual, etc.)… él procuró seguir lo que veía que le dirigía, el “dedo de Dios”, y procuró defender la familia como “santuario de la vida y del amor” en el mundo. Sin duda, su contexto cultural y social de su Polonia nativa, marcó su pontificado, elección de colaboradores, y redacción de escritos doctrinales. Por ejemplo, no parece que conociera bien el movimiento de liberación de América latina, por otra parte situación nada fácil, pues la intervención de clérigos en la política era una intromisión en la relación de poder civil-espiritual que antes hemos apuntado. En Nicaragua reprendió a un sacerdote que formaba parte del gobierno, diciéndole: "este no es tu sitio".
Su lema era siempre esperanzador: “¡No tengáis miedo!”, repetía con palabras del Evangelio, y se identificaba con aquella canción que aprendió en España, de dejar todo y seguir al Pescador de hombres con una visión esperanzada. Salió con vida del atentado de 1981, y sintió que el sufrimiento estaba unido a la misión, a dar fruto. Su devoción a Jesús y a su madre María fueron inseparables de su peregrinar hacia el Tercer Milenio (sintiendo como proféticas las palabras que en este sentido le dijo el Cardenal primado polaco).
La novioencia fue parte integral de la misión de la iglesia; lo vivió en Polonia y en su orientación diplomática en las dictaduras, pero no era buenismo pues promovió una injerencia humanitaria cuando Kósovo podía ser víctima de un genocidio. Se opuso a las guerras -como la de Irak- de manera contundente.
El afán de libertad y de verdad guiaron su vida, le gustaba mucho la frase evangélica: “la verdad os hará libres”. En nuestro mundo lleno de miedo, aunque promovía una moral exigente, su motivación no fue inculcar el miedo sino la divina misericordia, que surgió en Polonia, en cierto modo siguiendo la línea de las devociones del Sagrado Corazón y de la infancia espiritual de santa Teresita: “Desde el comienzo de mi pontificado he considerado este mensaje como mi cometido especial. La Providencia me lo ha asignado”. La principal manifestación de ser libre es no tener miedo, abrirse al amor que echa fuera el temor: “El Amor es más fuerte que el temor”.
Karol había estado desde joven sacerdote en contacto con los jóvenes, y siguió esa relación a través de muchos encuentros, cuando era obispo, y a lo largo de los 27 años de ser elegido papa. Sobre todo con ellos, habló siempre del encuentro con Cristo: “Jesús tiene la respuesta a estos interrogantes nuestros; Él puede resolver la «cuestión del sentido» de la vida y de la historia del hombre”, siempre decía.
Tuvo amistades que duraron toda la vida, también entre los judíos. Hace poco se ha publicado el epistolario con su “Dusia”, Wanda Poltawska, a quien confiaba los secretos de su corazón, así le escribe cuando le eligen papa: «Quiero seguir caminando contigo, día tras día… Dios te entregó a mí y me asignó la tarea de equilibrar todo lo que sufriste». Fue un papa con capacidades comunicativas, pero su empatía y cercanía se debía sobre todo a un gran corazón.