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Que su unidad sea perfecta
Hispanos Católicos en Estados Unidos /Homilías Mons. Enrique Díaz

Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

Le preguntaba a un joven que había huido de su casa y se había refugiado en una pandilla, donde se drogaban, robaban, peleaban con otras pandillas y hacían toda clase de delitos, por qué lo hacían y por qué él se había unido a esa pandilla. La respuesta llegó de un modo claro: “En mi familia yo encontraba puros pleitos y dificultades, nadie me escuchaba, todos gritaban e insultaban… en la pandilla, al menos por un tiempo, todos nos ayudábamos.

Cuando íbamos a pelear contra otra pandilla nos protegíamos y nos cuidábamos. Nos escuchábamos y nos ayudábamos… bueno, eso fue por un tiempo porque después también allí llegó la envidia y los pleitos…” Un anhelo muy profundo de toda persona es el encontrarse en relación con los demás, el diálogo, la escucha, el apoyo mutuo. Jesús hace la oración al Padre pidiendo para todos los suyos, esa profunda experiencia de amistad que nos lleve a una plena unidad.

Nadie nos creerá que somos discípulos si no somos capaces de vivir en unidad.  A tal grado lo dice Jesús que pone como signo de que el Padre lo ha enviado, la unidad de quienes son sus discípulos. Es triste que se encuentra mayor unidad, aunque sea momentánea y condicionada, en los grupos delictivos, en la pandilla o grupos de intereses turbios, que en la familia, la escuela, el trabajo, la iglesia, que tienen como base y sustento la unidad. El ideal de vida para la comunidad de creyentes de todos los tiempos es la unidad: unidad con Cristo y unidad entre los hermanos y las hermanas.

La comunidad dividida va al fracaso. Es lo que ha sucedido con los grandes imperios, pero también que sucede con las familias y las pequeñas células de la sociedad: donde penetra la división, surge el fracaso. Tendremos que pedir mucho la unidad y la paz como un regalo del Padre, Cristo mismo lo implora para nosotros, pero al mismo tiempo que es un regalo, también es una conquista que exige de todos y cada uno de nosotros participación, entrega y compromiso. La unidad no brota, se construye. Hay actitudes y comportamientos que la minan y destruyen: los intereses personales que se imponen a los otros, la búsqueda despiadada del poder, los silencios y las pocas oportunidades de diálogo.

Cristo es sabedor de todas estas dificultades y precariedades que conlleva la condición humana, y sin embargo lleno de esperanza sigue suplicando para sus discípulos de todos los tiempos esa anhelada unidad y paz. ¿No seremos capaces de construirla? Hoy Cristo nos urge para que pongamos manos a la obra en la búsqueda de la unidad. ¿No lo escucharemos?