Continuamos en esta semana de presentación y acercamiento a Jesús, con la finalidad de descubrir qué significa para nosotros y hacerlo nuestro, como una epifanía continuada. El pasaje de este día nos presenta muchos rasgos de Jesús y hasta podríamos decir que es una síntesis de toda su misión. Primeramente lo descubrimos lleno del Espíritu Santo.

Es decir que toda su actividad brota de la fuerza de Dios y que actúa conforme al plan de Dios. Su misión principal consistirá en llevar Buena Nueva, la mejor y más grande noticia: el amor de Dios. Los privilegiados de este anuncio serán los pobres, los ciegos, los encarcelados, los oprimidos. Así se nos muestra en este día un rasgo muy importante de Jesús.

Pero algo que me parece muy significativo es que toda esta actividad y misión que ya había sido anunciada por Isaías, Cristo la hace presente en el hoy concreto del hombre. Lo hizo en Nazaret y lo hace ahora en cada lugar y en cada momento donde se encuentre una persona capaz de escuchar y vivir el mensaje. Por desgracia muchos de sus discípulos asumimos actitudes atemporales: o bien como si eso hubiera sucedido hace mucho tiempo; o bien como si eso sólo pudiera suceder en el tiempo futuro de la eternidad.

Esta actitud propicia la indiferencia y la apatía frente a las situaciones concretas de hoy. Pero Jesús afirma que toda su actividad salvadora, todo su mensaje, de la fuerza del Espíritu, se realiza hoy. Y el hoy concreto que estamos viviendo en estos momentos nosotros requiere de su presencia y nosotros tenemos que hacer evidente esa buena nueva y esos signos de salvación. Hoy los pobres y marginados necesitan una palabra que los levante, hoy se necesita romper cadenas que están oprimiendo a la humanidad, hoy hay dolor, inseguridad y desaliento.

A sus discípulos nos toca hacer presente el rostro de Jesús que se acerca y comparte la realidad del hombre de hoy. ¿Cómo podemos hacer presente este rostro de Jesús en medio de nosotros? ¿Cómo dar palabras de Buena Nueva?