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Si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios
Hispanos Católicos en Estados Unidos /Homilías Mons. Enrique Díaz

Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net

En los últimos tiempos va apareciendo una doble actitud frente al demonio. Por una parte, crece el escepticismo y la indiferencia, se dice que no existe y se le toma como un cuento de niños, pero por otra parte han proliferado los cultos a Satanás, su devoción y ha ejercido un fuerte influjo sobre todo entre los estudiantes, adolescentes y jóvenes.

Como una revancha contra un mundo que no los comprende o que ellos no comprenden, vemos con mucha frecuencia jóvenes que se entregan a ritos satánicos y que dicen tener pacto con el demonio. También han aumentado considerablemente los casos que son juzgados como posesión del demonio.

En esta situación no es extraño que encontremos muy actual el evangelio de este día que nos habla cómo Jesús es criticado por expulsar demonios y se le acusa que lo hace por poder del mismo demonio. ¿Qué hacer frente a toda esta situación? El profeta Joel, frente a las calamidades que aquejan al pueblo de Israel, habla de una conversión y de un arrepentimiento, pues el pueblo, que se ha olvidado de Dios, debe retornar y saber que ya está cerca el día del Señor.

Conversión, cambio de corazón, penitencia y ayuno sugiere el profeta. Frente a nuestros males también sería interesante recordar las invitaciones que hace el profeta. Hemos puesto más nuestro corazón en otras cosas que en Dios, se busca llenar el hueco que ha dejado en nuestras vidas con naderías y vaciedades.

Y así nos encontramos atrapados en nuestras propias redes. Volver al Señor, es la mejor forma del vencer al demonio. Muchísimos de los casos de posesión son más bien enfermedades sicológicas y graves problemas siquiátricos, pero la actitud de entregar el corazón al demonio, abierta o disfrazadamente, cuando nos entregamos al mal, debe ser borrada del corazón.

Pidamos este día al Señor Jesús que también de nuestro corazón expulse toda clase de demonios: de la ambición, del poder, del placer, de la duda, de la pereza, de la injusticia. Que limpie nuestra casa y no permita que vuelva a entrar el mal en nosotros. Que venga a habitar en medio de nosotros su Espíritu, el Espíritu de Dios.