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¿Adoración o veneración?
Sectas, apologética y conversos /Apologética: Respuestas para defender la fe

Por: Ailín Fessler | Fuente: Catholic-link.com

Muchas veces escuchamos decir que adoramos a la Virgen María, o algunos no entienden por qué rezamos frente a imágenes de la Virgen o de los santos, cuando «la Biblia lo prohíbe». En este post intentaremos aclarar todas esas dudas para que puedas responder con fundamentos bíblicos la próxima vez que alguien lo pregunte.

La adoración, también conocida como «latría», debe ser rendida únicamente a Dios por ser Señor de todo lo creado, fuente de Bien, Sabiduría y Misericordia infinitas y Salvador nuestro. «Adorar a Dios es reconocer, en el respeto y la sumisión absoluta, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios (…) es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1,46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo» (Catecismo de la Iglesia Católica, número 2097). En contraposición, la idolatría consiste de divinizar todo aquello que no es Dios.

Por otro lado, la veneración destinada a la Virgen María, a los santos o a los bienes materiales que a ellos les pertenecieron, no tiene como fin a ellos mismos sino a Dios. Como católicos veneramos a la Virgen María, conocido como «hiperdulía», en razón de la excelencia de sus virtudes por sobre los demás santos. Y veneramos a los santos, conocido como «dulía», reconociendo que todo lo que han recibido es un regalo de Dios y ellos son solamente un reflejo de las perfecciones divinas obtenidas por los méritos de Cristo en la Cruz.

Es decir, los católicos adoramos únicamente a Dios. No adoramos imágenes, ni estatuas, sino que veneramos lo que ellas representan y no a ellas por sí mismas. ¿Acaso las madres no llevan las fotos de sus hijos en sus billeteras? Sin embargo, ellas no aman la foto, sino que aman a quienes se encuentran en ellas. Del mismo modo, los católicos amamos a la Virgen María independientemente de que esté o no en una imagen, porque Ella nos conduce a Dios.

La Biblia puede interpretarse fuera de contexto o de manera incompleta, por ejemplo, en Éxodo 20,4 encontramos que dice: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás.» Sin embargo, si continuamos leyendo, en Éxodo 25:18 encontraremos que Dios dice a Moisés: «Harás también dos querubines de oro, labrados a martillo los harás, en los dos cabos de la cubierta». Otros ejemplos de este estilo lo vemos en Números 21,8 y en 1 Crónicas 28:18-19 donde Dios manda construir imágenes como símbolos de salvación, pero no como salvación en sí mismas, ya que nuestra única salvación está en Cristo Jesús.

Habiendo aclarado lo anterior, compartimos seis motivos bíblicos por los cuales los católicos rezamos y amamos a la Virgen María:

1. Es madre nuestra

Juan 19, 26-27: «Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa». Jesús nos deja a María como nuestra madre. Siendo Juan el modelo de todo discípulo nos enseña que quien acoge a Jesús, debe acoger también a Su Madre. Es curioso que en Juan 21, 25 se lea «hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir». Es decir, de todo lo importante que Jesús ha hecho, Juan ha considerado este hecho tan importante que debía ser digno de escribirse.

2. Es la madre de Jesucristo

Mateo 1, 16: «Y Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, el que es llamado el Cristo». Mateo 1, 18: «Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María, su madre, desposada con José, antes que se unieran, se halló que había concebido del Espíritu Santo». Gracias a su gran Sí y a su total confianza en la voluntad de Dios, tenemos a nuestro Salvador Jesucristo, a través de Quien todos podemos llegar al Padre.

3. Es bendita entre todas las mujeres

Lucas 1, 26-28: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres». Lucas 1, 41 – 42: «Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!». Si Dios mismo mediante el ángel y mediante el Espíritu Santo la llama «bendita», ¿cómo no hacerlo también nosotros?. Una manera de demostrarle nuestro amor y agradecimiento, es rezando con esas mismas palabras el Ave María.

4. Es la bienaventurada de generación en generación

Como respuesta al saludo de Isabel, María responde: «Desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada» (Lucas 1, 48). Las numerosas devociones marianas que hay por el mundo son una muestra de que se ha cumplido lo dicho por nuestra madre María.

5. María es mediadora ante su Hijo Jesucristo

En las bodas de Caná ocurre que «(…) faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino»(Juan 2, 3). Este sencillo gesto nos demuestra que María siempre está atenta a nuestras necesidades e intercede por nosotros ante Jesús. Y si bien la Biblia dice que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, no significa que María no pueda interceder por nosotros o que no podamos orar los unos por los otros, como pide la Biblia en Santiago 5, 16 o en 1 Timoteo 2, 1.

6. María nos conduce a Dios

Aunque María sea la más excelsa entre todas las criaturas, una verdadera devoción mariana no debe quedarse en Ella sino que debe conducirnos a su Hijo Jesucristo. Como nuestra Madre quiere el mayor bien para nosotros, sus hijos, y por eso nos dice: «Hagan todo lo que Él les diga» (Juan 2,5).