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Franciscus. El papa de la promesa (Ed. Stella Maris), por Jimmy Burns Marañón
Escritores Actuales /Moxó Soto Luis Javier

Por: Luis Javier Moxó Soto | Fuente: Catholic.net

 

Jimmy Burns Marañón (Madrid, 1953) es nieto del célebre médico y científico Gregorio Marañón e hijo de Tom Burns, diplomático británico que trabajó en la embajada de su país en Madrid durante la Segunda Guerra Mundial y actuó como espía. Su vida ha transcurrido a caballo entre Inglaterra y España, y es un reputado y galardo­nado periodista futbolístico que ha colaborado con Financial Times —diario del que fue corresponsal en Sudamérica—, London Observer, la BBC, o The Economist. Actualmente es presidente de la fundación British-Spanish Society. Es autor de ocho libros, entre los que destacan The Land that Lost Its Heroes (Bloomsbury, 1987), sobre Argentina y la Guerra de las Malvinas, que obtuvo el prestigioso Somerset Maugham Award al mejor libro de no-ficción en 1988; Maradona, la mano de Dios (Aguilar, 1997); Barça. La pasión de un pueblo (Anagrama, 1999) y Papá espía (Debate, 2010). Su obra The pope of the good promise (El papa de la promesa, Stella Maris 2016) ha sido considerada como la mejor biografía escrita sobre Jorge Bergoglio por la crítica anglosajona.

 

El Papa Francisco, según indica en el subtítulo de su libro, es el Papa de la promesa. ¿A qué promesa se refiere exactamente? ¿Contemplaría o esperaría el cardenal Ratzinger, ya papa emérito Benedicto XVI, la posibilidad de su sucesión en el cardenal Bergoglio, especialmente desde la supuesta mayoría de votos del segundo sobre el primero en el cónclave de 2005?

El subtítulo es intencionalmente ambiguo o -por decirlo de otra manera- tiene un doble sentido. Desde el momento en que aparece al mundo como Papa por primera vez, Francisco en gesto y palabra –humilde y pastoral- genera una gran expectativa de transformación, no solo en la Iglesia  sino en la sociedad más amplia. Pero ya sabemos que las promesas se pueden romper, igual que cumplir. Al mismo tiempo, en los sermones, cartas, y otros dichos que salen de este Papa, hay algo profético en el tono y el lenguaje, ya que nos habla de un mundo que no solo puede, sino que debe mejorar, gracias ya que Cristo está entre nosotros, y hay un Dios que ha creado nuestro planeta y todo lo que existe sobre y dentro de él. Mi libro no es una hagiografía, sino un intento honesto de celebrar lo que ha acontecido, sin perder de vista el gran reto que supone cumplir con las expectativas, y no dejar decepcionada a los que creen en y ansían la recuperación del bien común, en un marco de  un cristianismo capaz de generar gran alegría.

La segunda parte de la pregunta es difícil de responder con absoluta certeza, ya que supone un acceso al mundo interior de Benedicto XVI, que no pretendo  tener, y dudo que fácilmente llegue al dominio público, sin un radical levantamiento del secretismo que aun prevalece en el Vaticano. Pero lo que si describo en el libro, basado en hechos concretos y de fuentes fidedignas, es lo cerca que estuvo de ser elegido Francisco en el cónclave del 2005 y, sin duda, la confianza que tuvo Benedicto en la figura Bergoglio, como una persona que ya había demostrado tener un apoyo importante entre cardenales de varios continentes, y entre ellos algunos con gran influencia. También había demostrado una gran capacidad  administrativa y pastoral como Arzobispo de Buenos Aires, sin romper con  la iglesia en términos de doctrina. Al fin y al cabo, lo que sugiero en mi libro es que la elección de un Papa- no importa quién sea- se deba a  una mezcla de política, teología, calculo de números,  y –así creemos los Católicos- ¡al Espíritu Santo!

 

Jimmy, cuando resultó elegido como papa el cardenal Bergoglio, me podría decir cuáles fueron sus principales dudas, desconfianzas y esperanzas, como autor católico que usted es. ¿Y los aspectos más criticados o controvertidos del cardenal Bergoglio durante la era de Perón, la de la ‘guerra sucia’ de la Junta militar argentina y la de Kirschner?

Escribir sobre la vida de un Papa supone un gran desafío para cualquier escritor, pero más aún si es católico. Mi fe ha tenido una influencia importante e inevitable a la hora de escribirlo, pero al mismo tiempo- insisto- mi libro no es ninguna hagiografía, ya que influye en su escritura y contenido una exploración de la condición humana, además de mi disciplina profesional de periodista investigador.  Yo describo mi libro como una búsqueda de la verdad a través de  la duda. Creía a conciencia que para que este libro pudiera tener valor, tendría que incluir fuentes de información que -en su conjunto- compartieran mis dudas y mis certezas. 

De mi experiencia como académico, y después periodista especializado en temas de Latino América -el  hecho de haber trabajado y vivido varios anos en Argentina sobre todo- me traía la memoria del golpe militar, y de falta de oposición a la violación de derechos humanos, por parte de ciertos sectores de la iglesia. En el caso concreto de Bergoglio sabía que había sido criticado, dentro y fuera de la Compañía de Jesús, por fallos en su liderazgo cuando ejerció de provincial, siendo aún bastante joven. Intento en el libro ser lo más objetivo posible en este tema tan sensible, y lo que escribo es fruto de mucho trabajo de investigación. Me llevó a la conclusión que a Bergoglio no se le puede acusar de ser cómplice con el régimen militar, ya que de hecho salvo a gente utilizando sus contactos secretos con la junta militar. Pero yo creo que él mismo, años más tarde, asume cierta culpabilidad por no haber hecho lo suficiente para defender a muchísimos más que desparecieron. Él no dio la cara ni se sacrificó como los hicieron otros católicos, entre ellos sacerdotes, monjas, y algún que otro obispo que fueron torturados y algunos asesinados por denunciar los abusos de los militares, no solo en Argentina sino en otros países latinoamericanos como Chile y El Salvador. 

No hay duda que la figura de Perón y su mujer Evita en el gobierno de la posguerra tuvieron una gran influencia sobre el joven Bergoglio, ya que veía en el programa político de ellos una via media entre el comunismo y el capitalismo, y un enfoque sobre la justicia social que reflejaba la doctrina social de la Iglesia. Pero también es verdad que años más tarde, ya como Arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio se enfrenta con el gobierno Kischnerista por su corrupción y lazos con el narcotráfico.

 

¿Dónde se centran los datos reveladores e inauditos más importantes que plantea su obra acerca del papa Francisco: en su formación como sacerdote, en su comienzo como jesuita, en su posicionamiento moral y testimonio de fe, ante las acusaciones recibidas en los tiempos difíciles que le tocó vivir en su patria, o posteriormente?

Fuentes acumuladas durante mis años como periodista en Argentina, con la perspectiva objetiva de la ‘otra ribera’ como decía Valle Inclán -o sea la de no ser Argentino- me ayudaron a profundizar en los hechos más controvertidos que le tocó a Bergoglio vivir en su patria. Por ejemplo, mi libro detalla por primera vez la manera que bajo su mando se intervino la universidad jesuita de El Salvador de Buenos Aires, limpiándola de sacerdotes radicales y reemplazándola con gente de la derecha del movimiento peronista. También describo cómo la universidad le dio la bienvenida al Almirante Massera, tal vez el personaje mas nefasto de la junta militar, como parte de la estrategia que tenia Bergoglio de mantener relaciones con el gobierno, para ayudar a algunos de los que estaban detenidos. Pero también describo la trasformación de Bergoglio cuando al asumir un puesto de poder dentro de su país -el Arzobispado  de Buenos Aires- asume un posicionamiento moral y testimonio de fe que definiría al futuro Papa Francisco.

Lo primero que hizo Bergoglio fue alejarse del extravagante estilo de vida que llevaba su predecesor Quarrachino, trasladando su alojamiento de la residencia oficial a unos aposentos más discretos, junto a la catedral.  Este tipo de gesto simbólico, acabaría definiendo la misión pastoral de Bergoglio como la de un líder religioso que creía que su obligación moral era hablar para aquellos que se sentían empobrecidos por los fallos del Gobierno y de la economía establecida. Con sus visitas en transporte público a las villas miserias, se veía que lo que le impulsaba era un sentido  evangélico que se remontaba a los inicios del cristianismo, comprometido como estaba con un plan de redención para todos aquellos dispuestos a confiar y a reconciliarse con un Dios justo e indulgente. El manifiesto espiritual- y político- de Bergoglio se convirtió en la proclama de las bienaventuranzas, con los pobres de espíritu, los misericordiosos, los que pedían justicia, los puros de conciencia y los pacificadores que merecían la bendición o la conversión. También en estos tiempos vemos en Bergoglio una gran capacidad de diálogo y de mediación, no solo dentro de  su propia patria sino en su relación con otros cardenales latinoamericanos.

 

¿Cuáles son los personajes de la escena vaticana que ha estudiado usted y que están influyendo más sobre el papado, para poder contar la historia que narra en su libro, tal como indica en la introducción?

La historia que cuento es la de un papa que rompe con esquemas  de definición ideológica, y que está abierto a la necesidad de que la Iglesia no solo asuma estar dispuesta a discutir constructivamente sus diferencias teológicas y litúrgicas, sino que mantenga una posición abierta hacia otras fes y el mundo secular. La escena vaticana más estructurada y tradicional que le rodea –la representada por la curia- mantiene un tendencia de mirar hacia dentro, hacia sus propios intereses, pero al mismo tiempo se siente una corriente de cambio, de reforma, de transformación impulsada por el Papa Francisco, y gente en la cual él confía.

Él mismo es muy sensible al peligro de verse rodeado de favoritos, de recrear otra corte dentro del Vaticano. En base de hechos concretos, algunos miembros intransigentes y conspiradores de la curia como el cardenal Tarciso Bertone o el cardenal Raymond Burke han perdido poder. Al mismo tiempo, el jesuita Antonio Spadaro, director de Civilta Católica le ha hecho una buena promoción al papa Francisco. Ahora bien seria simplificar demasiado considerar el pontificado de Francisco como uno dominado por la Compañía de Jesús. El Opus Dei, por ejemplo, mantiene su influencia secular y eclesiástica en Roma, incluidos los medios de comunicación, e igual que los Jesuitas, todos me ayudaron a comprender mejor a este papa. Fue Monseñor Lluís Clavell, eclesiástico del Opus Dei y profesor de  Metafísica en la Universidad Pontifica de la Santa Cruz quien me dijo que, aunque la entrevista de Civiltà Cattolica con el papa no le había dejado ninguna duda de que Francisco era un jesuita “de pies a cabeza” en su manera de abordar la fe, tanto su conciencia social como su espiritualidad no pertenecían exclusivamente a ninguna orden católica concreta. Le tranquilizaba el hecho de que no había nada en el historial de Bergoglio como cura, obispo y papa que pudiera sugerir una ruptura radical con la doctrina de la Iglesia en temas como el matrimonio homosexual o el aborto, mientras que su postura pastoral hacia los católicos divorciados no abandonaba la indisolubilidad del matrimonio.

 

¿En qué medida la clave para conocer apropiadamente a Bergoglio y a Francisco está en el hecho de que es jesuita? ¿Hubiera cabido alguna posibilidad, en este sentido, que adoptase el nombre de Ignacio o Javier, por poner dos ejemplos?

Tal como escribo al principio de mi libro, para san Ignacio de Loyola, padre fundador de la orden jesuita, uno de los grandes principios espirituales estaba en “encontrar a Dios en todas partes”. Para Ignacio, Dios no puede confinarse a las paredes de una Iglesia católica, sino que se puede encontrar en cada momento del día, en otras personas. Otros aspectos de la espiritualidad ignaciana que demuestra Francisco son: aspirar a la “contemplación en acción”- es decir escuchar con el corazón abierto- y también la necesidad de enfrentarse a las situaciones conforme van surgiendo con espíritu de compromiso y creatividad, en lugar de rechazo dogmático y condena. Ahora bien, como ya he comentado, este papa no quiere que le acusen de transformar el Vaticano en una corte jesuita. Al no tomar el nombre de uno de los jesuitas santos, y optar por el de Francisco de Asís, toma como ejemplo al santo no solo de la humildad y la pobreza, sino de la Tierra Madre, el patrono de los ecologistas y quien inspira su encíclica Laudato Si, un grito de  toma de conciencia  en defensa del Bien Común.

 

Por último, Jimmy, ¿cómo ha sido su experiencia de la humanidad del papa Francisco? ¿cómo ha podido verificar personalmente su humildad y bondad, por poner dos ejemplos que usted señala?

Para mí la experiencia de seguir los pasos de Francisco ha supuesto para mí una cierta transformación existencialista, ya que al comienzo del viaje vivía una crisis de fe. Le debo el hecho de haber podido presenciar su humanidad y bondad, tanto en la Plaza de San Pedro como en su peregrinación fuera de Europa, por ejemplo en Brasil, además  de ver como otros de sus gestos y frases han podido llegar y conectar con millones de personas, muchas de las cuales antes se sentían marginadas socialmente o desconectadas del Vaticano. Me siento agradecido de haber podido presenciar el gran carisma de este papa, en el sentido profundo de implicación personal y humana. Cuando habla de encuentros transformadores, el papa Francisco utiliza una expresión de la jerga lunfarda (el habla típica de la jerga de Buenos Aires), “primerear”, que significa adelantarse. Es un expresion que aprendió hace años en las gradas de su adorado club de fútbol Atlético San Lorenzo de Almagro. Los aficionados argentinos suelen emplearla para describir una buena jugada que termina en gol. El papa lo utiliza para identificar un acercamiento al otro, que le hace sentir especial, o sea un gesto humlide  de solidaridad humana, a la vez creativo y esperanzador.