.
Centroáfrica, las iglesias son todavía hospitales de trinchera
Diálogo por la paz y la dignidad humana /Construir la Paz

Por: Davide Demichelis | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it

La Iglesia de los Santos Mártires de Uganda  de Carnot está siempre llena desde hace un año. A principios de 2014 más de mil musulmanes han encontrado refugio en las iglesias y en las parroquias. Hoy permanecen todavía más de la mitad: 586. El párroco, padre Justin Nary, sabe que permanecerán allí todavía durante un tiempo: “Este es el único lugar seguro para ellos en la ciudad. En el barrio musulmán muchas casas están todavía abandonadas, la gente tiene miedo de volver a habitarlas. Hace unos diez días un chico fue masacrado por la multitud”.

A más de un año del comienzo de la guerra, en la República Centroafricana se continúa a combatir en un conflicto de baja intensidad, que podría volver a explotar con más violencia que antes. Cerca de diez mil menores han sido involucrados en los grupos armados. Save the Children señala que los niños soldados se han cuadruplicado en los últimos dos años. La mitad de la población se encuentra en grave dificultad, denuncia Ocha, la Oficina de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. Entre estos dos millones y medio de personas, están los 600 mil centroafricanos que, según el Alto Comisionado de la ONU para los refugiados, no han vuelto todavía a sus hogares, refugiados más allá de las fronteras o desplazados en el interior del país. Entre ellos, decenas de miles están acampados en las iglesias y parroquias.

Es el caso de los 586 musulmanes hacinados en la parroquia de Carnot: “Las Naciones Unidas nos garantizan alimentos y Médicos Sin Fronteras medicinas, pero no es suficiente. Por suerte tenemos donantes que nos ayudan, también desde el extranjero”. El padre Justin ha organizado una fiesta para dar una apariencia de normalidad a una situación que de normal tiene bien poco. La música retumba, hasta cubrir la voz, pero la cabeza está en otro sitio: “Será difícil salir de esta situación. Los niños no quieren estudiar. No entienden porque deben trabajar duro: con un arma en la mano todo es más fácil. A menudo los encuentro por la calle, en los puestos de control; se sienten grandes, fuertes. Los que querrían volver a una vida normal están obligados a continuar combatiendo”.

“¿Dónde estás tu, hombre joven, que has sido armado, drogado, mandado a saquear, asesinar, quemar los pueblos?” Es la pregunta que el arzobispo de Banghi hizo a sus conciudadanos hace unos diez días durante la homilía por la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Monseñor Dieudonné Nzapalainga se dirigió a los niños, pero también a los militares, a las madres, a los políticos, a los comerciantes de armas, para terminar con un presagio: “Ha llegado el momento de parar la violencia, de dar espacio a la gracia del perdón, de pasar página, de mirarse de nuevo a los ojos y caminar una vez más todos juntos”.

Es lo que está intentando hacer padre Justin con los musulmanes acampados en la iglesia: “Sí, desde que ellos están aquí, la vida de la comunidad cristiana ha cambiado. Pero está bien así. Salen de la iglesia solo los domingos por la mañana, después de haberla limpiado, para permitirnos celebrar la misa. A las 10, cuando termina la ceremonia, vuelven a entrar. El obispo conoce esta situación y me apoya. Es nuestra colaboración concreta para la paz y la reconciliación”. Hace un mes que el párroco volvió para visitar las diez comunidades cristianas que viven en el bosque, alrededor de la ciudad.

Antes no existían las condiciones de seguridad necesarias. Gran parte de la gente que encontraba estaba triste, tenía miedo. Muchos tienen miedo de que las milicias vuelvan a atacar. Y por eso no reconstruyen las casas, no cultivan los campos, por miedo a perder todo.

El párroco se ha empeñado en devolver la esperanza a los cristianos. Ha invitado a la comunidad a reflexionar sobre un tema importante para los próximos meses: “Que el cristiano sea un hombre de paz, mediación y reconciliación en el contexto de la República Centroafricana, a la luz de la beatitud”. Pero el padre Justin sabe bien que es necesaria la ayuda de muchas personas, también desde lejos: “Acordaos de nosotros, sobre todo en estos días con motivo de las celebraciones natalicias. Pero también después”.