El Santo Padre recordó que "educar nunca ha sido fácil y hoy parece ser cada vez más difícil"; esto lleva a bastantes padres y profesores a "renunciar a su propia tarea, y no consiguen ni siquiera comprender cuál es realmente la misión que se les ha confiado. En nuestra sociedad y en nuestra cultura circulan demasiadas incertidumbres y dudas, y los medios de comunicación transmiten demasiadas imágenes distorsionadas". Sin embargo, aseguró, "nos sentimos sostenidos" por la esperanza y la confianza; "también en nuestro tiempo es posible educar al bien; (...) y cada uno está llamado a aportar su contribución".
Dirigiéndose a los padres, profesores, sacerdotes y catequistas, Benedicto XVI les animó a "asumir con alegría las responsabilidad que el Señor os confía, para que el gran patrimonio de fe y de cultura, que es la riqueza más real de nuestra querida ciudad, no se pierda en el paso de una generación a otra, sino al contrario, que se renueve, se robustezca, guíe y estimule nuestro camino hacia el futuro".
El Papa pidió a los padres un amor recíproco sólido y un "testimonio coherente de vida" para ayudar a las nuevas generaciones "a distinguir con claridad el bien del mal y a construirse a su vez sólidas reglas de vida que les sostengan en las pruebas futuras. De este modo, vuestros hijos se enriquecerán del patrimonio más precioso y duradero, que consiste en el ejemplo de una fe vivida cotidianamente".
"Vuestra tarea -continuó hablando a los profesores-, no debe limitarse a enseñar nociones, dejando a un lado la gran cuestión concerniente a la verdad, sobre todo a aquella verdad que puede guiar la vida. (...) En estrecha sintonía con los padres, tenéis el noble arte de la formación de la persona".
A los sacerdotes, religiosos, religiosas y catequistas de las parroquias romanas, el Santo Padre les exhortó a "ser los amigos fiables en los que los jóvenes y los niños puedan percibir la amistad de Jesús por ellos, y al mismo tiempo, los testigos sinceros y valientes de aquella verdad que libera y que indica a las nuevas generaciones el camino que conduce a la vida".
Tras poner de relieve que la educación no es solo una responsabilidad de los educadores, el Papa recordó a los niños, adolescentes y jóvenes que estaban llamados a ser "los artífices del crecimiento moral, cultural y espiritual. Por eso, os corresponde acoger libremente en el corazón, en la inteligencia y en la vida el patrimonio de verdad, de bondad y de belleza que se ha formado a lo largo de los siglos y cuya piedra angular es Jesucristo".
"Tenéis que renovar y desarrollar ulteriormente -continuó dirigiéndose a los más jóvenes- este patrimonio, liberándolo de las tantas mentiras y porquerías que a menudo lo hacen irreconocible y provocan en vosotros desconfianza y desilusión". Sin embargo, en este "difícil camino -terminó- nunca estáis solos: os acompañan no solo vuestros padres, profesores, sacerdotes, amigos y formadores, sino sobre todo aquel Dios que nos ha creado y que es el huésped secreto de nuestros corazones. (...) El es la verdadera esperanza y el fundamento sólido de nuestra vida. De El, sobre todo, nos podemos fiar".
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