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Debate sobre los papiros de Qumrán
Belleza del patrimonio cristiano /Escritos, códices y papiros

Por: Jesús Peláez | Fuente: Universidad de Córdoba

EL DEBATE SOBRE LOS PAPIROS NEOTESTAMENTARIOS
DE QUMRÁN: 7Q5 Y 7Q4

Jesús Peláez
Universidad de Córdoba



Con ocasión de la publicación de la obra de José O’Callaghan, Los primeros testimonios del Nuevo Testamento, Papirología neotestamentaria1, me ha parecido oportuno presentar el estado del debate sobre los así llamados “papiros neotestamentarios de la cueva 7 de Qumrán”, a los que se dedica el epílogo de la misma. Pretendo con ello estudiar la viabilidad de la hipótesis propuesta el año 1977 por el citado papirólogo, según la cual existía material neotestamentario entre los fragmentos de papiros griegos de esta cueva.

Así como los tres primeros capítulos de la citada obra de O´Callaghan han sido acogidos favorablemente por la crítica, por tratarse del primer tratado de papirología neotestamentaria existente en castellano y el más actualizado de los existentes en otras lenguas, el epílogo con el que concluye la obra, sin embargo, ha suscitado las reacciones más opuestas, que no siempre se han movido, como sería de desear, en el campo de lo estrictamente científico2, apuntando, a veces, a posiciones ideológicas de quienes parecen temer más que la aceptación de la identificación neotestamentaria de 7Q5 con Mc 6,52-53, las consecuencias que se derivarían de esta identificación para recomponer la datación y proceso de formación de los evangelios canónicos.

El Prof. J. O´Callaghan, de modo inoportuno, según algunos, ha utilizado este libro para volver a poner en la palestra su controvertida identificación de 7Q5 con Mc 6,52-53, aduciendo una prueba más –esta vez un cálculo matemático de probabilidades- para mostrar la firmeza y veracidad de su hipótesis. Junto a esta identificación propone también la de 7Q4 –papiro de datación algo posterior a 7Q5- con 1 Tim 3,16; 4,1-3.

La cueva siete de Qumrán (7Q), de donde proceden los fragmentos de papiro 7Q5 y 7Q4, fue explorada del 16 al 19 de Febrero de 1955. Que el papiro 7Q5 contenga el texto de Mc 6,52-53, como propone J. O´Callaghan, implicaría que el evangelio de Marcos, estaría escrito en la década de los 50; de ser así, habría que revisar la datación de los restantes escritos del Nuevo Testamento adelantándolos en fecha, como propuso en su día J. A. T. Robinson (Redating the New Testament, Londres 1976), que sitúa la composición del evangelio de Marcos del 45 al 50 de nuestra era. Este evangelio, según C. P. Thiede, el más ferviente difusor de la hipótesis de J. O´Callaghan, habría sido escrito en Roma y de allí habría llegado hasta una comunidad cristiana que depositó esta copia en la citada cueva. La fecha límite de datación de 7Q5 es el año 68 de nuestra era, cuando los qumranitas abandonan el monasterio ante la llegada inminente de los romanos de paso para conquistar Massada (73 d.C.) donde se habían refugiado los zelotes que huyeron de Jerusalén3.

Pierre Grelot4, sin embargo, no está de acuerdo con esta conclusión propugnada especialmente por C. P. Thiede5, pues aunque 7Q5 fuese Mc 6,52-53, esto no probaría que el evangelio de Marcos completo existiese ya en esa fecha, sino que ese fragmento ya existía por escrito en dicha fecha. P. Grelot afirma que C. P. Thiede parece ignorar totalmente el estado de las investigaciones relativas a la formación de los evangelios sinópticos y que entre la época de la simple tradición oral y aquella en la que los libros se terminaron en su estado actual, hubo un estadio en que el anuncio oral del Evangelio por los predicadores cristianos fue ciertamente ayudado por textos que ayudaban a la memoria escritos ciertamente en papiro, fáciles de llevar de un lado a otro. La crítica interna pone en evidencia colecciones de textos del Evangelio de Mateo, cuyos paralelos se encuentran dispersos por diversos capítulos del evangelio de Lucas. El hallazgo de un fragmento como éste del evangelio de Marcos, según P. Grelot, no probaría nada más que la existencia de una documentación escrita preparatoria del futuro evangelio de Marcos.

¿7Q5= Mc 6,52-53?

El texto griego de 7Q5 es el siguiente:
[sunh=kan] e)[pi toi=j a)rtoi=j] 20 letras
[a)ll¡ h=)n a]u)tw=n h( [kardi/a pepwrw-] 23 letras
[me/n]h. 53Kai ti[apera/santej] 20 letras
[h)=lqon ei)j Ge]nnhs[aret kai] 21 letras
[proswrmi/s]qhsa[n. 54kai e)cel-] 21 letras
La traducción literal dada por J. O´Callaghan es: “52[pues no se habían dado cuenta] sobre [los panes, sino que] el [corazón] de ellos estaba embotado. 53 Y habiendo hecho la travesía, [llegaron a] Genesaret [y desembarcaron]”.

De este fragmento de papiro, se leen con claridad solamente once letras; hasta veinte se pueden reconstruir; el resto, setenta y cuatro, se han borrado. De las veinte reconstruíbles, sólo catorce son de lectura segura.

Los artículos iniciales de José O’Callaghan sobre este fragmento de papiro motivaron una polémica internacional que culminó en el simposio celebrado en la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania) del 18 al 20 de octubre de 1992, en el que intervinieron, entre otros, O. Betz (Tubinga, Alemania), J. H. Charlesworth (Princeton, EE.UU.), C. Focant (Lovaina, Bélgica), H. Hunger (Viena, Austria), H. Riesenfeld (Upsala, Suecia), B. Schwank (Munich, Alemania) y C. P. Thiede (Paderborn, Alemania). Las actas de este simposio aparecieron publicadas en el volumen editado por B. Mayer, Christen und Christliches in Qumran?, Regensburg 1992.
La polémica se ha reavivado de nuevo con la publicación por Ediciones El Almendro del libro que reseñamos, al titular J. O´Callaghan el epílogo de este libro así: “Los papiros neotestamentarios de la cueva 7 de Qumrán”, situándose no ya en el plano de la hipótesis como en sus artículos anteriores: “¿Papiros Neotestamentarios en la cueva 7 de Qumrán?” (Biblica 53 [1972] 91-100) o “L’ipotético papiro di Marco a Qumrán (CivCatt 143 [1992] 464-473), sino en el de la afirmación de la verdad científica. Lo dicho se confirma al final del libro donde el autor se expresa en estos términos: “Al acabar la lectura de este libro, espero que se hayan disipado los prejuicios contra la validez de mis identificaciones. Creo que actualmente se puede ya afirmar que las mismas son bastante más que una mera hipótesis de trabajo” (p.145).


Estado del debate sobre 7Q5

Veamos la problemática que ha suscitado la identificación de 7Q5 con Mc 6,52-53 tomando como punto de partida el estado de la cuestión que J. O´Callaghan hizo en su artículo “Sobre el Papiro de Marcos en Qumrán” publicado en la revista Filología Neotestamentaria IV [1992] 191-97, indicando en cada punto las reacciones a favor o en contra surgidas en los últimos años (de 1993 hasta hoy).

En el artículo citado comienza recordando el autor cómo se produjo esta identificación, dejándose llevar de su curiosidad por descubrir posibles identificaciones de fragmentos de esta cueva, entre los que el número 5 había sido identificado como “probable fragmento de una genealogía veterotestamentaria”, por leerse en él con toda claridad las letras NNHS, que podrían fácilmente proceder del verbo e)ge/nnhsen (=engendró). Después de recorrer innumerables pasajes del A.T. con genealogías, confiesa el autor que no logró dar con ninguno que cuadrase con los restos paleográficos encontrados en el papiro. Entonces tuvo la intuición de pensar que el grupo de las letras mencionadas podría formar parte del nombre geográfico Gennhsare/t, palabra que, con parecida grafía (Gennhsar), aparece en el A.T. solamente en 1 Mac 11,67. Explorando en el Nuevo Testamento, basado en esta intuición, el autor llegó a identificar el papiro 7Q5 con Mc 6,52-53. A pesar de las reticencias por parte del autor y con suma cautela, una vez consultada la hipótesis con otros especialistas y colegas, J. O´Callaghan publicó un artículo en la revista del Pontificio Istituto Biblico de Roma, bajo el modesto título de “¿Papiros Neotestamentarios en la cueva 7 de Qumrán?” (Biblica 53 [1972) 91-100); el mismo autor publicó ese año, a instancia de sus colegas, otras identificaciones con los títulos: “¿1 Tim 3,16; 4,1.3 en 7Q4?” (Biblica 56 [1972] 362-367; Id., “Notas sobre 7Q tomadas en el Rockefeller Museum de Jerusalén”, (Biblica 53 [1972] 513-533)6.

La toma de posiciones contraria a esta identificación por parte de estudiosos de tanto renombre como P. Benoit, M. Baillet o K. Aland, determinó la no aceptación de dicha hipótesis por numerosos investigadores europeos, cuya posición es resumida en estos términos por Florentino García Martínez7, editor de la traducción castellana de los textos no bíblicos de Qumrán:
“El problema con la hipótesis de la identificación propuesta por J. O´Callaghan, y la razón por la que los expertos en su inmensa mayoría no la han aceptado... es de un orden puramente técnico. En primer lugar, -se trata de problemas de transcripción: las lecturas de determinadas letras que J. O´Callaghan encuentra en los distintos fragmentos son muy discutibles; vista la escasísima extensión de los fragmentos, toda la fuerza de la identificación reside en la exacta correspondencia de los restos conservados con los textos supuestos. De las veinte letras conservadas en 7Q5, sólo catorce son de lectura segura. Para identificar el fragmento con el citado texto del evangelio de Marcos, J. O´Callaghan se ve obligado a leer las otras seis de manera distinta a los editores8; por lo que, en definitiva, los expertos concluyen que J. O´Callaghan acomoda la evidencia a su propia identificación. Además, siempre en el caso de 7Q5, incluso leyendo el fragmento como quiere J. O´Callaghan, sólo se puede hacer corresponder éste con Marcos 6,52-53, suponiendo una variante textual (la omisión de tres palabras: e)pi thn gh/n) que no se halla atestiguada en ningún manuscrito. Pero el argumento más fuerte de quienes se oponen a la identificación es que otras identificaciones alternativas (y más plausibles, como diversos textos del Antiguo Testamento o de la literatura apócrifa) son igualmente posibles e incluso más probables, ya que no implican ninguno de los cambios de letras requeridos por J. O´Callaghan. Y si varias identificaciones son posibles, ninguna de ellas puede considerarse como definitivamente establecida. Y mucho menos puede constituir la base a partir de la cual se pretende cambiar el curso de la exégesis. Es decir, aunque la hipótesis de la identificación sea en cuanto tal interesante, tiene una base tan mínima e implica un tal grado de elementos problemáticos, que sobre ella no puede construirse nada sólido”.

Las objeciones son, por tanto, de diversa índole, aunque siempre según F. García Martínez, de orden puramente técnico:

  • 1. Problemas de transcripción

  • 2. Escasísima extensión del fragmento

  • 3. Existencia de otras identificaciones
  • alternativas
  • 4. Influjo de la lectura de J. O´Callaghan en el cambio del curso de la exégesis


  • A estas objeciones ha respondido J. O´Callaghan en el artículo que venimos resumiendo, para tratar de confirmar su hipótesis, a saber:


    1. Problemas de transcripción

    a) En línea 2: la identificación de la letra N a cuya lectura se oponían resueltamente diversos impugnadores.

    Para poder indagar de qué letra se trataba, si de una N (de au))tw=n propuesta por J. O´Callaghan) o de una I (de au)tw=i propuesta alternativa que se lee a simple vista) se examinó el 12 de Abril de 1992 el papiro con un estereomicroscopio en la División de Identificación y Ciencia Forense de la Policía Nacional de Israel, fotografía publicada en las actas del congreso de Eichstätt (p. 243) y que se reproduce en la obra de J. O´Callaghan (pág. 107). El resultado de dicho examen fue la confirmación de la lectura propuesta por J. O´Callaghan, pues con el estereomicroscopio se ve, conectado con la parte superior del primer palo de la letra, el inicio del trazo oblicuo descendente de una n mayúscula. Testigo -y a favor de esta prueba- se mostró en su día C. P. Thiede9. Sin embargo, tras un cuidadoso análisis paleográfico del fragmento realizado por É. Puech10, éste opina que no se puede leer en la linea 2 a]u)tw=n h(, como lee J. O´Callaghan. El trazo que éste interpreta como el trazo descendente de la N, para É. Puech es solamente una sombra. Más aún, para É. Puech no hay trazo de la N, ni siquiera espacio para ella, antes de leer el resto de una A, que J. O´Callaghan no alcanza a leer correctamente.

    b) En la línea 3 la propuesta de J. O´Callaghan es: [me/n]h. kai ti[apera/santej]. En esta línea llama la atención la existencia de una separación de letras, que no se observa en las restantes líneas. Esto viene justificado por J. O´Callaghan por el inicio de nueva sección (Mc 6,53) que comienza por kai/, comienzo muy poco habitual de párrafos literarios, pero muy corriente en el evangelio de Marcos.

    Sin embargo, en el citado artículo, É. Puech afirma que la lectura de J. O´Callaghan en esta línea ]h kai ti[ parece que debe leerse más bien como ]h( kai tw[. Según este autor, a la letra t de tiapera/santej, según la lectura de J. O´Callaghan, sigue una omega o tal vez una omicron, aunque para ésta el trazo debería ser más convexo, pero en ningún caso puede leerse una iota, que sería de un trazo muy distinto de las otras dos iotas de las líneas 2 y 3. De donde se inclina por la lectura tw[, aunque to pueda ser totalmente excluida, haciendo, por tanto, imposible la lectura ti[apera/santej de J. O´Callaghan.

    En esta misma línea, J. O´Callaghan justifica la lectura de tiapera/santej -no atestiguada en ningún códice- en lugar de diapera/santej, debido al cambio de dos consonantes dentales, d por t, fenómeno bastante frecuente en papiros bíblicos, como el mismo autor ha mostrado en un artículo publicado en Biblica 54 (1974) 415-16, aduciendo una veintena de ejemplos en papiros, más una inscripción en piedra que Herodes había hecho poner en el segundo recinto del templo donde se lee tru/faktoj en lugar del correcto dru/faktoj (“separación, paso cerrado”), lo que muestra que este cambio era familiar a los habitantes de Jerusalén por la época de 7Q5. A los textos aducidos por el autor a favor de este cambio fonético, se ha respondido diciendo que son del siglo III d.C y, por tanto, mucho más tardíos que 7Q511.

    En el artículo publicado en la misma revista, M.-É. Boismard12, que asume totalmente la lectura propuesta por É. Puech, se centra en subrayar la imposibilidad de explicar la linea 3 de 7Q5 según la lectura de J. O´Callaghan, a saber: [me/n]h kai ti[apera/santej], añadiendo otras razones a las puramente epigráficas o paleográficas aducidas por É. Puech.12. M.-É. Boismard rechaza también la confusión entre las dos dentales t por d, apoyándose en los argumentos de C. H. Roberts, uno de los mejores papirólogos modernos, siempre según M.-É. Boismard, pues en opinión de C. H. Roberts13 “este cambio fonético que se encontraría ocasionalmente en un documento semi-literario, sería impermisible en un texto literario bien escrito de ese período”. M.-É. Boismard considera, además, que de los 90 fragmentos de papiros que pertenecen al NT, ha encontrado solamente tres casos análogos, de los que dos se encuentran en P75, papiro datado en los primeros años del s. III. Se trata de Lc 11,39b y 12,28. En los dos casos, el error es el mismo: la conjunción de se utiliza en lugar de la también conjunción te, pero el cambio no ha producido un “absurdo lingüístico”. El tercer ejemplo de confusión en un papiro del Nuevo Testamento entre las letras d y t se lee en Lc 3,32 en P4, papiro del siglo III. Se trata de un nombre propio iwbed, leído iwbet. Tampoco aquí, según M.-É. Boismard, la confusión da como resultado una palabra imposible en griego.

    c) En la línea 4, que J. O´Callaghan lee [h)=lqon ei)j Ge]nnhs[aret kai, É. Puech cree que tras las letras ]NNH hay restos de un trazo convexo, probable C (sigma), incluso Q, o tal vez O.

    d) En la línea 5, J. O´Callaghan lee [proswrmi/s]qhsa[n. Kai e)cel-, pero É. Puech considera que a la sílaba QHS no sigue en modo alguno A, como lee J. O´Callaghan, sino E o tal vez Q o incluso O.

    e) Con relación a la omisión en el papiro de la expresión e)pi thn gh/n detrás del verbo diapera/santej J. O´Callaghan muestra que este verbo se puede emplear sin especial complemento local (cf. Mt 9,1) y que el papiro P45 (P Chester Beatty) omite ei)j to pe/ran (a la otra orilla), que es la indicación direccional que afecta al verbo diapera/w. También añade el autor que se debe tener en cuenta la regla de crítica textual “lectio brevior, potior” (la lección más breve es preferible).

    Por su parte, M.-É. Boismard14 se muestra en desacuerdo con la justificación de J. O´Callaghan. Pues según éste, "para justificar su hipótesis, J. O´Callaghan está obligado a admitir que el texto de 7Q5 omitía las palabras epi thn ghn. Es verdad que, en lugar de hlqon eij, se tiene el orden epi thn ghn hlqon en A D W Q fam 113. Yo admito sin dificultad que un orden de palabras insólito es con frecuencia índice de un texto corto que se habría corregido colocando en mal puesto las palabras que faltaban. Teniendo en cuenta este principio de crítica textual, se podría suponer la existencia de un texto corto que omitiese las palabras epi thn ghn. Aunque tal ausencia no está atestiguada por ningún manuscrito, se podría suponer que 7Q5 sería un testimonio arcaico de ella. Yo no constato que este razonamiento sea teóricamente imposible. Pero veamos cómo se plantea el problema en este caso concreto refiriéndonos al paralelo de Mt 14,34. Contrariamente a Mc, tiene el orden epi thn ghn hlqon. Además, omite a continuación kai prowrmisqhsan, lectura bien atestiguada en Mc. Es claro entonces que estas dos variantes provienen de una armonización del texto de Marcos con el de Mateo, fenómeno corriente en crítica textual. Bien entendido, no es imposible que el texto primitivo de Marcos no haya tenido las palabras epi thn ghn, pero no tenemos ningún argumento de crítica textual para apoyar esta hipótesis".
    De estas diferencias de lectura, por razones estrictamente paleográficas, É. Puech, aludiendo a C. P. Thiede, concluye lo siguiente: “Basta retomar el razonamiento del último defensor de la identificación con Mc 6,52-53: si la lectura de una sola de las letras, la N de la línea 2, la S de la línea 3 o la A de la línea 5 debe ser eliminada, la identificación de Marcos estaría destinada al fracaso. Es evidente, para quien examina aunque sea sólo con un poco de atención el original y las reproducciones, que no solamente debe ser eliminada una de las tres letras, sino justamente las tres, y esto sin la menor discusión o duda". Para É. Puech no son necesarias más explicaciones: "ni el cambio fonético, ni el trazo sutil de la N contemplado con el estereomicroscopio, ni la variante fonética T por D, ni la variante que omite, sin apoyo textual, e)pi thn gh/n." La identificación sugerida por J. O´Callaghan, basándose en falsas lecturas y defendida con uñas y dientes por los argumentos engañosos de C. P. Thiede debe ser rechazada con la mayor firmeza. Hay muchas posibilidades de completar ]nnhs[, sin tener que acudir a Ge[nnhs[aret de Mc 6,53. Este análisis paleográfico arruina definitivamente la identificación propuesta...”15.


    2. Escasísima extensión del fragmento

    Con relación a la escasísima extensión del fragmento en cuestión, J. O´Callaghan hace notar que otros fragmentos incluso más pequeños han sido aceptados como papiros neotestamentarios y cita el caso de P73, del s. VI ó VII, identificado como Mt 25,43; 26,2-3, más pequeño que 7Q5, en cuyo recto sólo se leen con seguridad tres letras (línea 2: ouk) y en el verso, cinco (línea 2: urw; línea 3: nh).


    3. Existencia de otras identificaciones

    Con relación a otras posibles identificaciones de este papiro se han propuesto Ex 36,10-11; 2 Sm 4,12-5,1; 2 Sm 5,13-14 y Mt 1,2-3, que no encajan, como el autor mostró en su día en el artículo “L’ipotetico papiro di Marco a Qumrân”16. No extraña a J. O´Callaghan que no encajen con los textos propuestos, porque el resultado de la prueba informática realizada en Liverpool con el programa Ibycus para ver si las veinte letras de 7Q5, según la lectura de J. O´Callaghan, tenían cabida en otro lugar de toda la literatura (griega bíblica, patrística y clásica) dio un resultado negativo, confirmando que solamente Mc 6,52-53 encaja en 7Q517.

    J. O´Callaghan considera igualmente inaceptable la identificación de este papiro con Zacarías 7,4-5, propuesta por María Victoria Spottorno18, máxime si como la autora afirma al final de su artículo “el texto de Zacarías aquí expuesto no coincide con el de ninguna edición crítica, pero todas sus lecturas están atestiguadas en una u otra tradición manuscrita”19.

    Recientemente, M.-É. Boismard en el artículo citado (p. 588), y partiendo de la secuencia de letras de las líneas 3 y 4 ]h kai y ]nnhs[ “sugiere la idea de que podría tratarse de una genealogía análoga a las que se encuentran con frecuencia en la Biblia, aunque diferente, y cita tres pasajes del Génesis (4,18: e)gennh/qh de tw=? Enox / 10,21: kai tw=? Shm e)gennh/qh / 10,25: kai tw=? Sam e)gennh/qhsan), preguntándose si no sería una genealogía compuesta de tales frases la que supondría 7Q5. Sin embargo, el mismo M.-É. Boismard considera que se trata ciertamente de una sugerencia, aunque en modo alguno imposible.


    4. Influjo de la lectura de J. O´Callaghan en el cambio del curso de la exégesis

    Se dice que la hipótesis de J. O´Callaghan, según algunos, “cambiaría el curso de la exégesis”, –aunque la expresión no es del todo exacta, pues lo que cambiaría sería más bien la datación del evangelio de Marcos.

    En efecto, si se aceptase la lectura de O’Callaghan, habría que admitir que el evangelio de Marcos en su última redacción se retrotraería a los años 50, cuestionando los resultados de los métodos histórico-críticos que suponen un período mayor de años para la plasmación por escrito de los evangelios. Sin embargo, las consecuencias que la identificación de un papiro pueda traer sobre la datación de un texto evangélico no deberían condicionar en modo alguno su identificación que debe ser siempre una cuestión técnica. Toca a los estudiosos del texto neotestamentario recomponer el marco temporal de la formación de los evangelios y explicar la veracidad de hipótesis anteriores acerca de su formación a la luz de los nuevos datos papirológicos. ¿Son de orden puramente técnico las razones que han llevado a los investigadores a negar la identificación propuesta por J. O´Callaghan?, podemos preguntarnos repitiendo la afirmación de F. García Martínez en el párrafo anteriormente citado, pues no sabemos de otro papiro al que se le hayan hecho más pruebas de carácter técnico para lograr su identificación (a saber, búsqueda de la identificación mediante el programa de ordenador Ibycus, lectura con estereomicroscopio, cálculo de probabilidades –del que hablaremos a continuación-) y que haya suscitado reacciones más opuestas.

    Sin embargo, la aceptación de la hipótesis de J. O´Callaghan no cuestionaría la datación de la última redacción del evangelio de Marcos, si admitimos, como se ha dicho más arriba, la propuesta de P. Grelot de que podría tratarse de un fragmento previo a la última redacción de Marcos y que ya circulaba por escrito. El único problema que tiene esta propuesta es que se trata de una mera hipótesis, difícil de convertir en tesis.

    La conclusión, sin embargo, a la que llega J. O´Callaghan aduciendo palabras de C. P. Thiede --“Conforme a las normas de trabajo paleográfico y crítico textual, resulta que 7Q5 es Mc 6,52-53, el fragmento más antiguo que tenemos de un texto neotestamentario, escrito alrededor del año 50, con toda seguridad antes del 68”-- sigue aún hoy día sin ser universalmente aceptada, a juzgar por las reacciones que el epílogo del libro publicado por J. O´Callaghan ha suscitado de nuevo. Tras tanta prueba, el consenso científico universal sigue sin producirse, incluso después de publicarse en el epílogo de la obra el cálculo de probabilidades realizado por A. Dou.


    El cálculo de probabilidades de A.Dou

    En el estudio que hace J. O´Callaghan de los papiros neotestamentarios de la cueva 7Q en el citado artículo de Filología Neotestamentaria, éste se limita a ofrecer en síntesis el debate sobre los mismos a lo largo del tiempo transcurrido desde su propuesta de identificación, sin añadir prueba alguna nueva que no se conociese con anterioridad a la edición de esta obra. La novedad que aporta la obra de J. O´Callaghan es precisamente la aplicación del cálculo de probabilidades (de carácter matemático) a la identificación de 7Q5, cuyo planteamiento y desarrollo ocupa las páginas 116-139 de la citada obra. Aunque su autor, A. Dou, en la actualidad profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona y catedrático de Historia de las Matemáticas, ha hecho un esfuerzo por exponer este cálculo en términos accesibles al lector no iniciado en esta clase de cálculos, se ha de reconocer que seguir el planteamiento y desarrollo de dicho cálculo no resulta fácil. Por eso, a quien interese, recomendamos la lectura previa del artículo de R. P. Massana, “Acerca de una reciente publicación de José J. O´Callaghan sobre los papiros de la cueva 7 de Qumrán”20, donde su autor hace un esfuerzo por presentar de modo más claro tanto el planteamiento como los resultados del cálculo.

    Albert Dou concluye su(s) cálculo(s) de probabilidades afirmando que la posibilidad de error en la identificación de 7Q5 con Mc 6,52-53 es de uno dividido por novecientos mil millones o de uno dividido por diez mil millones, respectivamente. Como conclusión, el autor estima (págs. 138-139) que se puede afirmar lo siguiente: “Si en el futuro se acepta por los papirólogos que la identificación marcana de 7Q5 con Mc 6,52-53 es correcta; si además se encuentra, casualmente o gracias a la intuición o ingenio de una o más personas, otra identificación de 7Q5... que resulte también aceptada como correcta, entonces, es prácticamente seguro que los dos textos Mc 6,52-53 y el otro hallado no son literariamente independientes entre sí”, afirmando que, en buena matemática, la identificación de J. O´Callaghan debe aceptarse como total o exclusivamente asentada.

    Sin embargo, el carácter probatorio de este cálculo matemático dependerá de la validez del descifre de las letras, base sobre la que los autores no están de acuerdo. Si el descifre de letras es errado, el cálculo de probabilidades no tendría valor alguno. Con relación a este cálculo, las reacciones han sido de lo más variado: unos se limitan a constatar la nueva prueba realizada al papiro y no se pronuncian por ella o cuando más afirman que “A. Dou parece confirmar la identificación con un margen de error de uno por diez mil millones”21; otros dicen no entender de cálculos matemáticos y no tenerla en cuenta por no poder opinar al respecto22, y otros son abiertamente contrarios al uso de este tipo de cálculos aplicados a la identificación de los papiros, como Fitzmyer, quien mantiene que la aplicación de cálculos matemáticos a una cuestión literaria como ésta debe ser completamente evitada23.

    En contra y a favor de J. O´Callaghan
    Antes de terminar nos ha parecido útil hacer un balance de autores que se ham mostrado en los últimos tiempos abiertamente contrarios o favorables a la hipótesis de J. O´Callaghan:
    -Abiertamente contrarios a la hipótesis de J. O´Callaghan se mostraron desde el principio M. Baillet, autor de la editio princeps; K. Aland, que efectuó una prueba de ordenador similar a la del Ibycus, el Münsteraner Fragment-Identifizierungs-Programm, a partir de la serie de letras reconstruida por él, dando como único pasaje posible del Nuevo Testamento Lc 3,19-21, que él mismo rechazó por inverosímil (cf. K. Aland, “Neue Neutestamentliche Papyri III”, NTS 20 [1974] 357-381; cf. también W. Slaby, “Computer-unterstützte Fragment-Indentifizierung, en B. Mayer [ed.], Christen und Christliches in Qumran?, Regensburg 1992, 83-88; C. Focant, “7Q5 = Mt 6,52-53: A Questionable and Questioning Identification?”, ibidem, 11-25; S. Pickering, “Paleographical Details of the Qumran Fragment 7Q5”, ibidem, pp. 27-31). Después de la publicación del libro de J. O´Callaghan, con ocasión de la reseña del mismo y sumándose a las opiniones de É. Puech, M.-É. Boismard y P. Grelot de la École Biblique Archéologique Française de Jerusalén, se muestra especialmente duro R. Gryson en la reseña que hace del libro en la Revue Théologique de Louvain 28 (1997) 537-38: «Desgraciadamente, a manera de epílogo, el autor monta una vez más el caballo de batalla sobre el que caracolea, prestando oídos sordos a todas las objecciones desde casi veinticinco años. A partir de algunos fragmentos de papiros descubiertos en la cueva siete de Qumrán, en los que apenas se descifran algunas letras aisladas y restos de palabras, él ha creído identificar fragmentos del Nuevo Testamento". En el artículo de Revue biblique, É. Puech afirma que "se ha desinflado definitivamente, esperemos, este globo. Sería aconsejable que el P. J. O´Callaghan renunciase a su combate de retaguardia, en lugar de llamar en su ayuda a un ingeniero de Puentes y Caminos para intentar paliar, con un gran despliegue de fómulas matemáticas, la debilidad de sus argumentos filológicos. Este malhadado apéndice pone en riesgo de descrédito injustamente un pequeño volumen, por lo demás, excelente”. También J. K. Elliott -en la recensión publicada en la revista Filología Neotestamentaria, VIII (1995) 230-232, y respondida-rebatida por R. Puig Massana, «Acerca de una reciente publicación de J. O´Callaghan sobre los papiros de la cueva 7 de Qumrán», FN IX (1996) 51-59- se ha sumado al grupo de los que rechazan la tesis de J. O´Callaghan. En el artículo de R. Puig Massana, en respuesta a la recensión de Elliot, dice que Elliott toma más bien en consideración los testimonios negativos de R. E. E. Cook, Has a fragment of a Gospel Mark been found at Qumran ?, Sidney 1989 y S. Pickering, «Looking for Mark’s Gospel among the Dead Sea Scrolls: the Continuing Problem of Qumran Fragment 7Q5 », New Testament Textual Research Update 2 (1994) 94-98, compartiendo la escéptica postura expresada por Geza Vermes en 1972, pero, a juicio de Puig Massana, «sin tener en cuenta ni las recientes aportaciones, ni las observaciones de J. O´Callaghan en su libro o en el artículo « Sobre el papiro de Marcos en Qumrán » publicado en FN, V (1992)191-198". En total acuerdo con É. Puech, se muestran también contrarios a la identificación, como hemos comentado, M.-É. Boismard y Grelot en los artículos repetidamente citados.

    Tras la publicación de este libro y la publicación de los tres artículos sobre 7Q5 en Revue Biblique 102 (1995), que venimos citando, J. A. Fitzmyer llega a afirmar de éstos que “demuelen con éxito la pretensión de J. O´Callaghan”. Fitzmyer comenta en la recensión al libro de J. O´Callaghan en Biblica 77 (1996) lo siguiente: “uno reconoce que la identificación de 7Q5 como un fragmento del evangelio de Marcos ha encontrado solamente oídos científicamente recalcitrantes (¡sic! p. 576).

    Favorable a la hipótesis y divulgador principal de la misma es el papirólogo alemán C. P. Thiede, The Earliest Gospel Manuscript? The Qumran Papyrus 7Q5 and its Significance for New Testament Studies, Londres 1992; cf. también entre otras publicaciones del autor, su intervención en el congreso de Eichstätt “Papyrologische Anfragen an 7Q5 im Umfeld antiker Hanschriften”, pp. 57-72; pueden verse los artículos de H. Hunger, “7Q5: Markus 6,52-53 – oder? Die Meinung des Papyrologen, pp. 33-56; F. Rohrhirsch, "Kleine Fragmente im Lichte des Popperschen Fallibilismusprinzip", 73-82. En estos años se han sumado a la hipótesis de J. O´Callaghan diversas adhesiones que pueden consultarse en la obra de A. Stefano, Vangelo e storicità, Milán 1995; también L. Alonso Schökel, Marta Sordi (ambos en el Congreso Internacional de Patrística celebrado en Turín, 1993), Stefano Alberto y O. Montevecchi (cf. Aegyptus 74 [1994] 207) quien afirma: “Me parece que sería ya tiempo de insertar 7Q5 en la lista oficial de los papiros del Nuevo Testamento”, y en la revista 30 Días, 82-84 (1994) añade: “Como papiróloga puedo decir que la identificación me parece segura. Las cinco líneas aún visibles que forman el fragmento corresponden al pasaje del sexto capítulo de Marcos, vv. 52 y 53. Es extremadamente improbable la correspondencia con otro texto”; puede consultarse también el capítulo Were Manuscripts of the New Testament in Qumran Cave 7?, publicado en la obra editada por Otto Betz & Riesner, Jesus, Qumran and the Vatican. Clarifications, Londres 1994.


    ¿7Q4 = 1 Tim 3,16 y 4,3?

    Con relación a7Q4, identificado por J. O´Callaghan con 1Tim 3,16 y 4,3, tras presentar otras posibles identificaciones, éste justifica por qué no se pueden admitir.

    El texto es el siguiente (se indican en subrayadas las letras que se conservan):
  • 1. sin, e)pisteu/qh e)n ko/sm%, a)nelh/mfqh

  • 2. e)n do/cv. To de pneu=ma r(htw=n<(li>
  • 3. le/gi: e)n u(ste/roij kairoiÍj a)posth/sontai
  • 4. tinej th=j pi¿stewj, prose/xontej pneu-/

  • 5. masin pla/nhj kaiì didaskali¿aij dhmo

  • 6. ni¿wn, e)n u(pokri¿sei yeudolo/gwn, ke-

  • 7. kausthriasme/nwn thn i¹di¿an sunei¿-

  • 8. dhsin, 4.3 kwluo/ntwn gameiÍn, a)pe/xesqai

  • 9. brwma/twn aÁ o( qeoj eÃktisen ei¹j meta


  • La traducción que da J. O´Callaghan es la siguiente:

    3,16 [Y de acuerdo en que es grande el misterio de la piedad: El que se ha manifestado en la carne, ha sido profetizado por el Espíritu, mostrado a los angeles, predicado]
    1. a los pueblos, creído en el mundo, ensalzado
    2. en la gloria. 4Pero el Espíritu claramente
    3. dice: en los últimos tiempos apostatarán
    4. algunos de la fe, por atender a los espíritus
    5. del error y a las enseñanzas de los demonios,
    6. 2que con hipocresía embaucan,
    7. que marcan con hierro candente su propia conciencia,
    8 3que prohiben casarse y usar
    9. alimentos que Dios creó para que
    [los fieles, conocedores de la verdad, los tomen con hacimiento de gracias].

    El autor comienza justificando las diferencias que hay entre el texto ordinario y el del papiro, a saber: r(htw=n en lugar de r(htw=j en la línea 2; omisión de o(/ti en la línea 3, por cálculo esticométrico; en líneas 4-5 dhmoni/wn en vez de daimoni/wn y, en línea 5, también por razón de esticometría, pla/nhj en lugar de pla/noij; a continuación, afirma que este papiro es también del s. I, pero la evolución de la escritura lo hace posterior a 7Q5, aunque el color del papiro y el de la tinta son idénticos a 7Q5 (pág.142), para terminar rechazando las lecturas propuestas, a saber: 7Q4= Nm 14,23-24 (a); 7Q4: Nm 14,23-24 (b), 7Q4=Job 34,12-15 y 7Q4= Henoc 103,3s.
    É. Puech24 pone en cuestión que la lectura de J. O´Callaghan sea la correcta, pues la H de la línea 1 es de dudosa lectura; en la línea 3, la N parece que deba leerse más bien como M (mejor que H); y si la I de línea 5 es segura, la letra precedente puede ser tal vez una B. La lectura ]HMO, sin embargo no puede excluirse. Teniendo en cuenta además los cambios propuestos por J. O´Callaghan (r(htw=n en lugar de r(htw=j, el itacismo en le/gi, la omisión de o(/ti e)n, variante no atestiguada además y lingüísticamente difícil), añade É. Puech que "son demasiados presupuestos para las 13 letras que aparecen en 4 finales de línea en vista a una identificación aceptable25.

    El debate sobre 7Q4 se ha enriquecido recientemente con tres artículos más: É. Puech, "Notes sur les fragments grecs du manuscrit 7Q4 = 1 Hénoch 103 et 105", Revue Biblique (1996) 592-600; Ernest A. Muro, Jr. "The Greek Fragments of Enoch from Qumran Cave 7 (7Q4, 7Q8, & 7Q12= 7Qen gr =Enoch 103:3-4,7-8)", Revue du Qumran 18/70 (1997) 307-312 y É. Puech, "Sept Fragments Grecs de la Lettre d´Hénoch (1 Hén 100,103 et 105) dans la Grotte 7 de Qumrân" , Revue du Qumrän 18/70 (1997) 313-323. Veamos brevemente su contenido.

    En el primero É. Puech, partiendo de las lecturas propuestas en su anterior artículo [“Des fragments grecs de la grotte 7 et le Nouveau Testament? 7Q4 et 7Q5 et le Papyrus Magdalen Grec 17= P64”, Revue Biblique 102 (1995) 573] identifica los fragmentos griegos 7Q4 1 y 2 con los pasajes de la Carta de Henoc (1 Hen 103 y 105), poniendo fin -siempre según el autor- a la identificación forzada de un pasaje de una Carta de Pablo, 1 Tim 3,16-4,3, en Qumrán, propuesta por J. O´Callaghan. É. Puech considera que su propuesta de identificación respeta criterios paleográficos, fonéticos y textuales, cosa que, según él, no hace la propuesta de O´Callaghan.
    En el segundo artículo, E.A. Muro, tras enumerar las diversas identificaciones que se han dado a estos papiros, dice que ninguna de ellas es definitiva, por el hecho de que estos tres fragmentos son muy pequeños y cada uno tiene solamente unas pocas letras; por lo demás, ningún autor ha sido capaz de proponer una identificación para cualquiera de los citados fragmentos que excluya las otras posibles identificaciones. El autor considera que este "callejón sin salida" se debe a que los citados fragmentos se han considerado separados unos de otros, como si proviniesen originariamente de rollos diferentes. De ahí que intente encontrar solución partiendo de un nuevo planteamiento, esto es, considerando estos tres fragmentos, 7Q4,1 & 226, 7Q827 y 7Q1228 como un todo perteneciente al mismo rollo. Esto es lo que pretende probar examinando las características físicas y textuales que comparten los tres fragmentos.
    Según E. A. Muro:
    a) Los tres fragmentos tienen la misma textura e inclinación de las fibras hacia la derecha. Más aún, colocando 7Q8 junto a 7Q4,1, de modo que las letras eso del primero queden a la derecha de las letras pneu del segundo, ambos fragmentos encajan perfectamente como si fueran del mismo papiro, pues la textura y dirección de las fibras de ambos son exactamente las mismas, como puede verse en la fotografía que acompaña a su argumentación.
    Igualmente 7Q12 puede colocarse debajo de 7Q4,1. De donde el autor concluye que estos tres fragmentos no sólo pertenecían al mismo rollo, sino que los tres estaban originariamente unidos entre sí. Por consiguiente, este conjunto de fragmentos debe contemplarse como si se tratase de un fragmento más amplio, procediendo a su identificación conjunta.

    b) La afinidad textual de estos fragmentos puede probarse también. Según Nebe 7Q4,1 y 7Q4,8 reproducen textos de 1 Henoc 103,3-4 y 1Henoc 103,7-8, el segundo posterior al primero, pero ambos de 1 Henoc; esta secuencia textual concuerda con la disposición física de los fragmentos colocados uno junto al otro, lo que resulta coherente, pues los textos del primero siguen la secuencia representada en la foto, siendo los del primero finales de línea de una columna y los del segundo, principio. Por lo demás, E. A. Muro propone identificar el fragmento 7Q12 como parte del texto de Henoc 103,4, pues su lectura es continuación de 7Q4,1 (1Henoc 103,3-4) correspondiendo a su disposición en el conjunto de los tres fragmentos.
    Esta identificación triple, según E. A. Muro, excluye todas las otras posibles identificaciones propuestas previamente para los fragmentos separados, proponiendo la nueva sigla de 7Qen gr para el conjunto de estos fragmentos29.
    Por su parte, É. Puech, en su artículo "Sept fragments grecs de la Lettre d´Hénoch (1Hen 100.103 et 105) dans la Grotte 7 de Qumrân (=7QHéngr)”30, siguiendo la intuición de Nebe y Muro, da por cierta la identificación de siete fragmentos de papiro griego de 7Q con los capítulos 100 y103 de 1 Henoc o la Carta de Henoc "arruinando, según este autor, definitivamente la hipótesis de identificación con las cartas del Nuevo Testamento (1Tim 3,16-4,1-3 y Sant 1,23-24, como había propuesto J. O´Callaghan, apoyado con extrema convicción por C. P. Thiede. En este artículo É. Puech verifica la colocación del fragmento 7Q12 y 7Q8 en el lugar propuesto por Muro, adjuntándole para completar el conjunto de fragmentos 7Q14. Finalmente identifica los fragmentos 7Q11 y 7Q13 como pertenecientes también al citado libro de Henoc (100,12 y 103,15, respectivamente) para concluir con estas palabras: "La identificación de siete fragmentos griegos de la Cueva 7 con el final del libro de Henoc, 1Henoc griego = Carta de Henoc no sería de extrañar. Se sabe que muchos manuscritos de 1 Henoc arameo se han identificado, con excepción de las Parábolas, entre los numerosos fragmentos de Qumrán. Esta identificación confirma, pues, a pesar de ciertos retoques, la intuición de Nebe para 7Q4 y 7Q8 y, justamente, la conclusión que nosotros habíamos ya sacado de nuestro estudio de 7Q4 1-2. Este conjunto, 7Q11= 1Henoc 100,12, 7Q4 + 7Q12 + 7Q14= 1 Henoc 103,3-4, 7Q8= 1 Henoc 103,7-8, 7Q13 = 1Henoc 103,15 y 7Q4 2= 1Henoc 105,1 no puede sino imponerse por su coherencia al mismo tiempo que, como se puede constatar fácilmente en todos los casos, ni la esticometría ni las lecturas sufren violencia alguna, lo que no es el caso de las identificaciones aberrantes de hipótesis que se querrían imponer a todo trance. Pero hay más. Los fragmentos 7Q4 1, 7Q12 y 7Q8 pertenecen ciertamente a la misma hoja de papiro y 7Q13 a una tercera columna consecutiva, de modo que sería absurdo querer leer 1Tim 3,16-4,3 en una columna y Sant 1,23-24 en la siguiente, como lo ha hecho J. O´Callaghan, siendo así que estas identificaciones reúnen un lote de objeciones de orden paleográfico y textual... Queda todavía por identificar serenamente 7Q5 para quitar todo el equívoco de la presencia de manuscritos evangélicos en una gruta de Qumrán" (cf. pág. 321-322).

    Estos artículos, me comenta en una carta Florentino García Martínez, editor de la traducción española de los textos de Qumrán, no zanjan definitivamente la cuestión de 7Q4, pero al incrementar el número de fragmentos identificados (provenientes todos ellos de un mismo rollo) con Henoc griego, reducen muy sensiblemente la probabilidad de la identificación de J. O´Callaghan en este caso.

    ***

    Como editor de la obra de J. O´Callaghan, Los primeros testimonios del Nuevo Testamento, quien esto escribe se siente satisfecho de haber hecho posible para los interesados en esta materia, estudiosos o estudiantes, la publicación castellana de este manual de papirología neotestamentaria, con el epílogo sobre los papiros neotestamentarios de Qumrán que, sin duda, ha servido al menos para avivar la controversia y tratar de buscar solución definitiva, si la hubiere, a un problema que se plantea desde hace más de veinte años sin encontrar una vía de salida universalmente aceptada.

    Al lector de este artículo queda emitir el juicio e inclinarse por aceptar o rechazar las identificaciones propuestas por J. O´Callaghan.
    Lo primero colocaría en el camino de responder a nuevos y numerosos interrogantes que su aceptación plantearía para Qumrán (y la procedencia de los papiros de 7Q5) así como para la génesis, proceso de formación y datación de los libros del Nuevo Testamento; nada hay que temer, por tanto, si 7Q5 fuese Mc 6,52-53, -papiro al que, por cierto, todavía no se le ha buscado de modo convincente una lectura alternativa- pues la investigación del Nuevo Testamento saldría beneficiada, aunque esto llevase a nuevos planteamientos y al derrumbe de antiguas hipótesis.
    Con lo segundo, se mostraría, una vez más, el carácter provisional y no dogmático de todo descubrimiento científico, al proponerse hipótesis que el tiempo se encarga de rechazar.
    Pero, gracias a estos largos años de debate, queda demostrado el buen hacer de gran número de investigadores que han contribuido –a veces incluso con pasión- al desarrollo de la papirología como ciencia, mediante la aplicación de nuevas técnicas y métodos para la identificación de los papiros (estereomicroscopio, cálculo de probabilidades, programas de ordenador con toda la literatura griega, observación de la textura física de los papiros, etc.). Estos medios harán más fáciles y seguras las futuras identificaciones, lo que redundará, de ahora en adelante, en un mejor conocimiento de los papiros, “los primeros –que no siempre los más antiguos- testimonios del Nuevo Testamento como reza el título de la obra de J. O´Callaghan.

 





NOTAS
1Publicada en la serie En los orígenes del cristianismo, nº 7, de Ediciones El Almendro. Córdoba 1995, 150 págs.
2Así lo afirma É. Puech en "Des fragments grecs de la grotte 7 et le Nouveau Testament? 7Q4 et 7Q5, et le Papyrus Magdalen Grec 17= P64", Revue Biblique 102-4 (1995) 571: "Desde que J. O´Callaghan consideró posible identificar uno de los fragmentos con Mc 6,52-53 diez años después de la editio princeps en 1962, el estudio de estos fragmentos griegos y del fragmento de papiro 7Q5, en particular, no cesa de suscitar tomas de posición apasionadas". Y más adelante añade: "Aunque tarde, estas líneas quisieran transmitir el resultado de nuestras observaciones estrictamente paleográficas sin ningún a priori exegético" (p. 572).
Sobre el debate en torno a 7Q5, véase A. Piñero – J. Peláez, El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos, Ediciones El Almendro, Córdoba 1995, 243-246, donde se indican por orden alfabético de autores los trabajos favorables o contrarios a la hipótesis de J. O´Callaghan, utilizando y actualizando la bibliografía citada en notas en un amplio artículo de F. Camacho sobre “La datación del evangelio de Marcos: Replanteamiento de la cuestión”, publicado en Isidorianum 1 (Revista del Centro de Estudios Teológicos de Sevilla) 1 (1992) 59-84.

3Por el camino del análisis lingüístico y literario del texto del evangelio de Marcos, recientemente J. Mateos y F. Camacho han datado este evangelio en la década de los años cuarenta, más en concreto durante el breve reinado de Herodes Agripa I (41-44 d. C.). Cf. J. Mateos – F. Camacho, El evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético, El Almendro-Fundación Épsilon, Córdoba 1993, 3-5.

4"Note sur les propositions du Pr. Carsten Peter Thiede", Revue Biblique 102-104 (1995) 589-591.

5Qumrân et les Évangiles: Les manuscrits de la grotte 7 et le Nouveau Testament, Paris 1994.

6Una lista más amplia –aunque no exhaustiva- de las publicaciones de J. O´Callaghan al respecto puede verse en A. Piñero-J. Peláez, El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos, 244, nota 98.

7F. García Martínez- J. Trebolle Barrera, Los hombres de Qumrán, Madrid 1993, 25-26.

8Sin embargo, C.P. Thiede, cit. por Massana , FN V (1992) 193, nota 4, afirma que “no hay una verdadera discrepancia entre las lecturas de la edición príncipe y las de J. O´Callaghan”; las que existen parecen estar ya resueltas a juicio del autor.

9"Bericht über die kriminal-technische Untersuchung des Fragments 7Q5 in Jerusalem”, en Christen und Christliches in Qumrán?, 239-245; también, Id., The Earliest Gospel Manuscript?, Exeter 1992 (existe traducción castellana, Verbo Divino); véase la recensión crítica de J. K. Elliott en Novum Testamentum 36 (1994) 98-100.

10 “Des fragments grecs de la grotte 7 et le Nouveau Testament? 7Q4 et 7Q5 et le Papyrus Magdalen Grec 17= P64”, Revue Biblique 102 (1995) 570-584; especialmente 573-574.

11 Con relación a la inscripción herodiana, se añade que se ha omitido la explicación que da de ella Herodianus Technicus (cfr. H. U. Rosenbaum, BZ 31 [1987] 201).

12“À propos de 7Q5 et Mc 6,52-53”, ibid., 585-588.

13”On some Presumed Papyrus Fragments of the New Testament from Qumran”, JTS 23 (1972) 446-447.

14 Cf. a.c., 587.

15É Puech, Revue Biblique 102 (1995) 577. Sin embargo este autor no propone una lectura alternativa para 7Q5.

16Civilità Cattolica 143 II (1992) 464-473; cf. también la discusión papirológica y el consiguiente rechazo por parte de J. O´Callaghan de otras posibles identificaciones propuestas para 7Q5 en Los primeros testimonios, 111-116.

17El resultado de la prueba del Ibycus, realizada en Liverpool, se ha publicado en las Actas del Simposio de Eichstätt, anteriormente citado.

18“Una nueva posible identificación de 7Q5”, Sefarad 52 (1992) 541-543,

19Contra esta propuesta, véase C. P. Thiede, “Greek Qumran Fragment 7Q5: Possibilities and impossibilities”, Biblica 75 (1994) 394-398.

20Publicado en Filología Neotestamentaria, IX (1996) 51-59 en respuesta a la reseña de J. K. Elliott en la misma revista VIII (1995) 229-232.

21Estudios Eclesiásticos 73 (1998)396-97 ; IZBG 42 (1995/96); Aula Orientalis 13 (1995), entre otras revistas.

22J. K. Elliott en FN VIII (1995) 229-232 y S. Légasse, Bulletin de Littérature Ecclesiastique (1996).

23Biblica 77 (1996) 350

24E. Puech, a.c., Revue Biblique 102 (1995) 573.

25El resto del primer artículo de É. Puech, citado en nota anterior, está dedicado al estudio de la datación y características de los tres fragmentos del Papyrus Magdalen Greek 17=P64 (=Mt 26*) que, según É. Puech y en contra de C. P. Thiede ("Papyrus Magdalen Greek 17 (Gregory-Aland P64). A Reappraisal", Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 105 [1995] 13-20) et Tafel IX), no son del s. I, ni sirven de soporte para la falsa identificación de J. O´Callaghan.

26Identificado por J. O´Callaghan como parte de ITim 3,16-4,3, pero identificado por G. W. Nebe ["7Q4 -Möglichkeit und Grenze einer Identifikation", Revue du Qumrân XIII (1988) 629-633] como parte de 1Henoc 103,3-4, tesis ratificada en el artículo citado de É. Puech; 7Q4,2 fue identificado como parte de 1 Henoc 98,11 por Nebe, aunque É. Puech propone 1Henoc 105,1.

27Identificado por J. O´Callaghan con Sant 1,23-24 y por Nebe como 1Henoc 103,7-8, pero con mucha reserva, pues este fragmento podría ser fácilmente identificado con varios pasajes del Antiguo Testamento.

28Sin propuesta de identificación por parte de J. O´Callaghan.

29Ernest A. Muro, Jr. "The Greek Fragments of Enoch from Qumran Cave 7 (7Q4, 7Q8, & 7Q12= 7Qen gr =Enoch 103:3-4,7-8)", Revue du Qumrân 18/70 (1997) 312.

30 Revue de Qumrân 18/70 (1997) 313-323; espec. 321-322.