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Las vocaciones sacerdotales y el realismo antropológico cristiano
La concepción antropológica cristiana realista atribuye mucha importancia a la acción del Espíritu Santo


Por: Paolo Scarafoni L.C. | Fuente: Clerus.org



La vocación sacerdotal es el don más grande de Dios a una criatura, a un hombre, puesto que consiste en la identificación con Cristo sacerdote que salva y santifica a la humanidad.
En las vocaciones sacerdotales vemos todas las consecuencias del despojamiento del Hijo de Dios en su encarnación, porque la presencia personal de Cristo sacerdote se extiende a hombres concretos, frágiles y llenos de limitaciones, que, por la gracia de Dios, se han vuelto dignos de recibir un don tan excelente.

No debemos perder de vista, desde esta perspectiva "kenótica", un sano realismo antropológico en las distintas fases de la vocación sacerdotal. La antropología cristiana realista evita el naturalismo ingenuo, que considera que el hombre es totalmente bueno y conduce al laxismo y la autocondescendencia, o al pelagianismo voluntarista; evita la milagrería o el supernaturalismo, ambos erróneos, que ven en la intervención de Dios la solución de todas las carencias del hombre y conducen a formas de espiritualidad sentimentales; y también evita la interpretación determinista de la historia y la sociedad, que ve al hombre como un producto de la sociedad que lo rodea, despojado de responsabilidad individual. La antropología cristiana realista contempla al hombre creado a imagen y semejanza de Dios, libre, redimido por la gracia y la identificación con su Hijo Jesucristo (que es identificación suprema en quienes son llamados al orden sacerdotal); sin embargo, ese mismo hombre está marcado por el pecado. Aun después del bautismo y la ordenación sacerdotal, permanece el "fomes peccati", cuyo papel es suscitar el esfuerzo y el mérito en la lucha contra la triple concupiscencia. En los planes de Dios, la redención supone la lucha y el compromiso, no la cómoda pereza.

Además, la antropología cristiana realista tiene en cuenta que la sociedad y la cultura ejercen un fuerte influjo en la personalidad y los hábitos del comportamiento. En las actuales circunstancias, las características de estos ambientes se han vuelto mucho más desfavorables, que hace algunas décadas atrás, para quienes deseen responder a la vocación cristiana y sacerdotal. La educación y la catequesis en la fe y la moral cristiana presentan mayores carencias entre los fieles de hoy.

Nos encontramos ante jóvenes propensos a reaccionar según el sentimentalismo y las emociones, que carecen notablemente de voluntad y espíritu de sacrificio, cuyas mentes están confundidas y entorpecidas, con escasa sensibilidad humanística, ante la prevalencia de las técnicas aplicadas, y, a menudo, con una notable fragilidad afectiva, debido a la debilidad de la vida familiar. Sin embargo, los jóvenes de hoy son, por otra parte, mucho más espontáneos y comunicativos, lo cual es una gran ventaja para su formación.

En la primera fase, de búsqueda y propuesta, de la vocación, este realismo antropológico nos conduce a no olvidar que es necesario explicar a los jóvenes, con claridad y cuantas veces sea necesario, en qué consiste la vocación sacerdotal, desconocida para casi todos, y mostrarles la urgencia real que tiene para la Iglesia y la humanidad, para hacer posible que la gracia de Dios resuene en sus conciencias junto con el llamado; y que la acogida que reciban bajo el influjo de la gracia de Dios y después de un discernimiento atento, esté llena de temores y perplejidades, y que, por eso, necesitará apoyo y ayuda solícita en el respeto y la caridad.

En la segunda fase de la formación de las vocaciones sacerdotales, el realismo antropológico lleva a la consideración de que, si un largo período de tiempo formación antes de llegar a la ordenación sacerdotal es indispensable, en las circunstancias actuales, la formación de una vocación se vuelve mucho más lenta y laboriosa. Es necesario hacer hincapié vigorosamente en la formación humana, en particular de la voluntad y la coherencia, en el control de las emociones. Es menester trabajar con constancia y conceder el tiempo necesario, sin confiar en los primeros progresos, inmediatos y rápidos.

La concepción antropológica cristiana realista atribuye mucha importancia a la acción del Espíritu Santo y bien sabe que Él es constante en su obra silenciosa e interior en las conciencias. A veces es sorprendente en los progresos y los dones espirituales que les concede a los jóvenes que se preparan al sacerdocio. Es necesario educar a un discernimiento amoroso y a una fidelidad dócil y exigente para con sus inspiraciones.

(Intervención del padre Paolo Scarafoni lc., rector del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma, pronunciada en la videoconferencia mundial de teología organizada por la Congregación vaticana para el Clero el 28 de abril de 2004 sobre las vocaciones sacerdotales)



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Fotografía: www.arzobispadodelima.org

 

 

 

 







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