Revolución sexual
Por: Xavier Mandingorra | Fuente: Catholic.net
A la hora de estudiar los cambios recientes en los comportamientos humanos, la expresión "revolución sexual" es un lugar común. Ocurre como cuando nos referimos a la revolución industrial para entender los grandes cambios sociales de los últimos doscientos años: sabemos a qué se refiere pero no disponemos de esquemas analíticos lo suficientemente aceptados por la jerga de la calle como para discernir sus elementos constitutivos. Por ello los expertos en sociología industrial, de la empresa o del trabajo, hablan más propiamente de tres revoluciones industriales: la productiva, la técnica, y la informática. Nosotros al hablar de sexualidad tendremos que hacer lo mismo con la idea de dotarnos de elementos de análisis que nos ayuden a entender mejor la realidad. No es que la realidad esté en sí mismo dividida, pero la distinción y diferenciación entre las tres revoluciones sexuales que explicamos a continuación nos sirve para entender mejor el proceso de cambio social que ha tenido lugar en los últimos cincuenta años.
Una revolución es un proceso acelerado de cambio concentrado en el tiempo. La revolución más profunda y estudiada hasta la fecha ha sido la revolución industrial. Sin embargo estamos ahora inmersos en un proceso revolucionario todavía más importante si cabe. Al hablar de revolución sexual nos estamos refiriendo al mayor cambio en los estilos de vida de la gente que ha tenido lugar en la historia conocida. Por ello, el tema que tratamos aquí es de primordial importancia...
Los estudiosos de la revolución industrial, para entender y hacer entender un proceso tan complejo, dividían el fenómeno y hablaban de una primera, de una segunda, y de una tercera revolución industrial, que vendrían representadas respectivamente por la máquina de vapor, la organización industrial de la producción, y la informática. Aquí hacemos lo mismo con la revolución sexual y hablaremos de tres revoluciones para tratar así de entender mejor los cambios y apreciar el proceso en toda su complejidad. El siglo XX empieza con una gran revolución, la industrial, y acaba con otra, la sexual. El cambio ha sido y es espectacular. La revolución sexual está, sin embargo, poco estudiada. Por eso para entender qué es lo que ha pasado y está pasando y las implicaciones de las nuevas actitudes respecto a la procreación humana aparecidas en la segunda mitad del siglo XX, trataremos de acompañar la descripción analítica de las tres revoluciones sexuales con unas palabras clave y una datación concreta. Recordamos, sin embargo, que la distinción es una necesidad explicativa. Hablamos de un mismo proceso, simultáneo e interrelacionado, que separamos y diseccionamos para entenderlo mejor.
La primera revolución sexual es la consecuencia social del desarrollo de la farmacología contraceptiva que se implanta a finales de los años 60 y que de hecho divide la sexualidad en dos campos estancos. Por un lado está la capacidad de engendrar, y por otro, completamente separado, la capacidad de gozar de placeres específicos. Separamos sexo y procreación. Esto, en definitiva, supone un punto de partida nuevo en la historia de la sexualidad y de la cultura de los comportamientos: ya nada es como ha sido desde el principio. La palabra clave aquí es "píldora". La píldora anticonceptiva es de hecho el invento técnico que de manera más radical ha cambiado la vida de las personas desde que tenemos memoria histórica.
La segunda revolución sexual se inicia, como muy bien muestra el famoso Janus Report de 1993, en los años 80, y supone la aceptación paulatina y el reconocimiento de comportamientos catalogados como "desviados" desde tiempo inmemorial. La palabra clave aquí es "homosexualidad", aunque no nos refiramos exclusivamente a ello. El hecho más singular de esta segunda revolución es la paulatina aceptación social de las relaciones homosexuales, pero en general podemos referirnos a la comprensión más o menos generalizada del sexo como algo que pertenece en exclusiva al que lo tiene y que puede hacer con ello lo que quiera. Razón o sinrazón por la cual se implementan medidas legales cada vez menos definidoras como el derecho a las operaciones de cambio de sexo dentro de la sanidad pública en algunos países.
La tercera revolución sexual tiene lugar con el cambio de siglo. Este tercer paso abre ciertamente unas perspectivas inimaginables hace solo unos años. Nosotros podemos atisbar aquí un posible fin del sexo. La palabra clave aquí es "Reprogenética". Con las nuevas tecnologías genéticas aplicadas a la reproducción humana, nos referimos específicamente al dominio efectivo de dos procesos: el de la clonación y el del placer sexual. La fecundación in Vitro fue el prólogo de la clonación y la clonación es el adiós a la ma/paternidad. Con el dominio de la técnica el mercado se hace cargo de la reproducción social (la Reprogenética) y el laboratorio sustituye a la cama de matrimonio. Las características de la prole serán diseñadas en un laboratorio y encarnadas sin sexo: recuérdese que Dolly, la oveja clónica, nace del concurso de tres ovejas hembras solo. Y el placer, por otro lado, puede procurarse también sin sexo. Los mecanismos artificiales de excitación sexual son ya lo suficientemente sofisticados como para gozar solo y sin compañía, bien a través de viagras virtuales o bien a través de la perfección de técnicas hipnóticas o nerviosas que envíen artificialmente al cerebro los mismos impulsos que envía el coito.
Estas tres revoluciones que, como hemos dicho, marcan el cambio más importante operado en la historia de la humanidad por lo que se refiere a los estilos de vida de la gente, paradójicamente están huérfanas de estudio. Consecuentemente, la sexualidad, que debería de constituir uno de los pilares formativos del sistema educativo, se trata en las escuelas, colegios y en la universidad solo marginalmente y a menudo de manera harto frívola y, además, peligrosamente.
La verdad es que en estos momentos detectamos como una queja social ante tantos despropósitos. Sorda, pero latente en lo profundo del entramado social. Queja que pretende salir a la luz publica y esta siendo callada por los mass media por ser calificada de “políticamente incorrecta”.
La terminología del lenguaje es una manifestación del consenso para la degradación de las costumbres:
Se tiende a diseccionar al ser humano hablando de sexo en vez de persona sexuada; de relaciones intercorporales, en vez de relaciones interpersonales; del placer como fin, en lugar de cómo medio; interrupción del embarazo, por aborto; preembrión por embrión. Se habla de normalidad basándose en datos estadísticos, en vez de estudiar la naturaleza humana.
La degradación de valores en materia de sexualidad lleva a graves deterioros morales que afectan no solo a la persona sino también a la convivencia ya que crece el egoísmo terminado por considerar a las personas como objetos de deseo, se utilizan para satisfacción de las tendencias hedonistas.
Citaremos un ejemplo muy de actualidad. Se habla en España del maltrato femenino y se da como responsable al “machismo”. ¿Como se explica pues que según el Consejo General del Poder Judicial y “Centro Reina Sofía Para el Estudio de la Violencia”, nos diga que ocupamos el puesto diez de la UE, teniendo por delante a países tan “civilizados” y que deberían haber superado ese “machismo hispánico” como: Bélgica, Austria, Finlandia, Dinamarca, Suecia, Luxemburgo, en asesinatos de mujeres por violencia doméstica?. ¿No será que existen otras razones?. ¿No será más bien ese maltrato femenino consecuencia del proselitismo hedonista y del abandono de los principios morales -léase Religión-?
Hoy el “raro” no es el homosexual o el promiscuo, por citar solo dos desviaciones sexuales, sino quien defiende que todo hombre es portador de una dignidad y que debe dirigir su vida hacia el respeto de sí mismo y de sus semejantes.
El sexo es constitutivo de la persona y no un atributo. El pertenecer a uno u otro sexo (varón o mujer, no hay mas) informa todos los aspectos de nuestra vida.
Es en la pubertad cuando los cambios somáticos y fisiológicos acontecen. Por ello debemos llevar a los adolescentes a una madurez psíquica, con hábitos de orden, responsabilidad, autonomía a fin de evitar el desfase en su desarrollo psicológico y físico.
Hay que hablarles del amor y del Amor, que nos hace coparticipes de los planes de Dios para la Creación. Enseñarles que el hombre es lo que ama, no quien lo ama, luego según donde pongamos nuestro corazón eso seremos.
Hablémosles de esa persona que no conocen pero que vale la pena guardarse. El verdadero amor sabe esperar, es paciente. Paciencia es amor en el tiempo.
Que para no vulnerar la propia dignidad y la del otro hay que aceptar de forma total a la persona a la que se unirán, con sus potencialidades, incluida la generativa y esta en la relación conyugal, que es la única que no es sólo sexual. Sólo en ella se superan los egoísmos buscando el bien del otro y de los hijos. En ella se aprende a conjugar el: Yo, Tú, Nosotros. Y no olvidemos que la educación en la sexualidad de los hijos empieza con el noviazgo de los padres.
¿Cómo actuar?
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