Menu


Concilio de Ferrara - Florencia. Años 1438-1442
XVII concilio ecuménico. Papa Eugenio IV. Unión con los griegos, armenios y jacobitas


Por: n/a | Fuente: www.mercaba.org



Papa Eugenio IV. Por la reconciliaci?e griegos y latinos.

Se celebr? Roma los dos ?mos a? Estudio la Reforma de la Iglesia y un nuevo intento de reconciliaci?on los griegos de Constantinopla. Estos entraron en efecto en el seno de la Iglesia con los armenios, los jacobitas, los mesopotamios, los caldeos y los maronitas.

Este concilio fue en varias etapas y sedes diferentes lo que ocasion?tuaciones tirantes. Fundamentalmente trat? la uni?on Roma de diferentes Iglesias Orientales Aut?as y para unificar criterios.

Declaraciones sobre la procesi?el Esp?tu Santo que procede del Padre y del Hijo, la Eucarist?y los Nov?mos (para los griegos);Decreto sobre los Sacramentos (para los armenios); - Sobre la Trinidad y la Encarnaci?para los jacobitas).


Magisterio del C.E. de Florencia


  • Decreto para los griegos


  • [De la Bula Laeteniur coeli, de 6 de julio de 1439]

    De la procesi?el Esp?tu Santo. En el nombre de la Santa Trinidad, del Padre y del Hijo y del Esp?tu Santo, con aprobaci?e este Concilio universal de Florencia, definimos que por todos los cristianos sea cre? y recibida esta verdad de fe y as?odos profesen que el Esp?tu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, v del Padre juntamente y el Hijo tiene su esencia y su ser subsistente, y de uno y otro procede eternamente como de un solo principio, y por ?a espiraci?a par que declaramos que lo que los santos Doctores y Padres dicen que el Esp?tu Santo procede del Padre por el Hijo, tiende a esta inteligencia, para significar por ello que tambi?el Hijo es, seg?os griegos, causa y, seg?os latinos, principio de la subsistencia del Esp?tu Santo, como tambi?el Padre. Y puesto que todo lo que es del Padre, el Padre mismo se lo dio a su Hijo unig?to al engendrarle, fuera de ser Padre, el mismo precede el Hijo al Esp?tu Santo, lo tiene el mismo Hijo eternamente tambi?del mismo Padre, de quien es tambi?eternamente engendrado. Definimos adem?que la adici?e las palabras Filioque (=y del Hijo), fue l?ta y razonablemente puesta en el S?olo, en gracia de declarar la verdad y por necesidad entonces urgente.

    Asimismo que el cuerpo de Cristo se consagra verdaderamente en pan de trigo ?mo o fermentado y en uno u otro deben los sacerdotes consagrar el cuerpo del Se? cada uno seg?a costumbre de su Iglesia, oriental u occidental.


    Sobre los nov?mos. Asimismo, si los verdaderos penitentes salieren de este mundo antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificatorias despu?de la muerte, y para ser aliviadas de esas penas, les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, tales como el sacrificio de la misa, oraciones y limosnas, y otros oficios de piedad, que los fieles acostumbran practicar por los otros fieles, seg?as instituciones de la Iglesia. Y que las almas de aquellos que despu?de recibir el bautismo, no incurrieron absolutamente en mancha alguna de pecado, y tambi?aquellas que, despu?de contraer mancha de pecado, la han purgado, o mientras viv? en sus cuerpos o despu?que salieron de ellos, seg?rriba se ha dicho, son inmediatamente recibidas en el cielo y ven claramente a Dios mismo, trino y uno, tal como es, unos sin embargo con m?perfecci?ue otros, conforme a la diversidad de los merecimientos. Pero las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual o con solo el original, bajan inmediatamente al infierno, para ser castigadas, si bien con penas diferentes [v. 464].

    Asimismo definimos que la santa Sede Apost?a y el Romano Pont?ce tienen el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pont?ce es el sucesor del bienaventurado Pedro, pr?ipe de los Ap?les, verdadero vicario de Cristo y cabeza de toda la Iglesia y padre y maestro de todos los cristianos, y que al mismo, en la persona del bienaventurado Pedro, le fue entregada por nuestro Se?Jesucristo plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, como se contiene hasta en las actas de los Concilios ecum?cos y en los sagrados c?nes.


  • Decreto para los armenios


  • [De la Bula Exultate Deo, de 22 de noviembre de 1439]

    Para la m?f?l doctrina de los mismos armenios, tanto presentes como por venir, reducimos a esta brev?ma f?la la verdad sobre los sacramentos de la Iglesia. Siete son los sacramentos de la Nueva Ley, a saber, bautismo, confirmaci?Eucarist? penitencia, extremaunci?orden y matrimonio, que mucho difieren de los sacramentos de la Antigua Ley. ?tos, en efecto, no produc? la gracia, sino que s?figuraban la que hab?de darse por medio de la pasi?e Cristo; pero los nuestros no s?contienen la gracia, sino que la confieren a los que dignamente los reciben. De ?os, los cinco primeros est?ordenados a la perfecci?spiritual de cada hombre en si mismo, y los dos ?mos al r?men y multiplicaci?e toda la Iglesia. Por el bautismo, en efecto, se renace espiritualmente; por la confirmaci?umentamos en gracia y somos fortalecidos en la fe; y, una vez nacidos y fortalecidos, somos alimentados por el manjar divino de la Eucarist? Y si por el pecado contraemos una enfermedad del alma, por la penitencia somos espiritualmente sanados; y espiritualmente tambi?y corporalmente, seg?onviene al alma, por medio de la extremaunci?Por el orden, empero, la Iglesia se gobierna y multiplica espiritualmente, y por el matrimonio se aumenta corporalmente. Todos estos sacramentos se realizan por tres elementos: de las cosas, como materia; de las palabras, como forma, y de la persona del ministro que confiere el sacramento con intenci?e hacer lo que hace la Iglesia. Si uno de ellos falta, no se realiza el sacramento. Entre estos sacramentos, hay tres: bautismo, confirmaci? orden, que imprimen car?er en el alma, esto es, cierta se?indeleble que la distingue de las dem? De ah?ue no se repiten en la misma persona. Mas los cuatro restantes no imprimen car?er y admiten la reiteraci?br>
    El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual, pues por ?nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, si no renacemos por el agua y el Esp?tu, como dice la Verdad, no podemos entrar en el reino de los cielos [cf. Ioh. 3, 5]. La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural, y lo mismo da que sea caliente o fr? Y la forma es: Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?tu Santo. No negamos, sin embargo, que tambi?se realiza verdadero bautismo por las palabras: Es bautizado este siervo de Cristo en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?tu Santo; o: Es bautizado por mis manos fulano en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?tu Santo. Porque, siendo la santa Trinidad la causa principal por la que tiene virtud el bautismo, y la instrumental el ministro que da externamente el sacramento, si se expresa el acto que se ejerce por el mismo ministro, con la invocaci?e la santa Trinidad, se realiza el sacramento. El ministro de este sacramento es el sacerdote, a quien de oficio compete bautizar. Pero, en caso de necesidad, no s?puede bautizar el sacerdote o el di?no, sino tambi?un laico y una mujer y hasta un pagano y hereje, con tal de que guarde la forma de la Iglesia y tenga intenci?e hacer lo que hace la Iglesia. El efecto de este sacramento es la remisi?e toda culpa original y actual, y tambi?de toda la pena que por la culpa misma se debe. Por eso no ha de imponerse a los bautizados satisfacci?lguna por los pecados pasados, sino que, si mueren antes de cometer alguna culpa, llegan inmediatamente al reino de los cielos y a la visi?e Dios.

    El segundo sacramento es la confirmaci?i>, cuya materia es el crisma, compuesto de aceite que significa el brillo de la conciencia, y de b?amo, que significa el buen olor de la buena fama, bendecido por el obispo. La forma es.: Te signo con el signo de la cruz y confirmo con el crisma de la salud, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Esp?tu Santo. El ministro ordinario es el obispo. Y aunque el simple sacerdote puede administrar las dem?unciones, ?a no debe conferirla m?que el obispo, porque s?de los Ap?les cuyas veces hacen los obisposse lee que daban el Esp?tu Santo por la imposici?e las manos, como lo pone de manifiesto el pasaje de los Hechos de los Ap?les: Como oyeran dicelos Ap?les, que estaban en Jerusal? que Samaria hab?recibido la palabra de Dios, enviaron all? Pedro y a Juan. Llegados que fueron, oraron por ellos, para que recibieran el Esp?tu Santo, pues todav?no hab?venido sobre ninguno de ellos, sino que estaban s?bautizados en el nombre del Se?Jes?Entonces impon? las manos sobre ellos y recib? el Esp?tu Santo [Act. 8, 14 ss]. Ahora bien, en lugar de aquella imposici?e las manos, se da en la Iglesia la confirmaci?Sin embargo, se lee que alguna vez, por dispensa de la Sede Apost?a, con causa razonable y muy urgente, un simple sacerdote ha administrado este sacramento de la confirmaci?on crisma consagrado por el obispo. El efecto de este sacramento es que en ?se da el Esp?tu Santo para fortalecer, como les fue dado a los Ap?les el d?de Pentecost? para que el cristiano confiese valerosamente el nombre de Cristo. Por eso, el confirmando es ungido en la frente, donde est?l asiento de la verg?a, para que no se averg?e de confesar el nombre de Cristo y se?damente su cruz que es esc?alo para los jud? y necedad para los gentiles [cf. 1 Cor. 1, 23], seg?l Ap?l; por eso es se?do con la se?de la cruz.

    El tercer sacramento es el de la Eucarist?/i>, cuya materia es el pan de trigo y el vino de vid, al que antes de la consagraci?ebe a?rse una cantidad muy m?a de agua. Ahora bien, el agua se mezcla porque, seg?os testimonios de los Padres y Doctores de la Iglesia, aducidos antes en la disputaci?se cree que el Se?mismo instituy?te sacramento en vino mezclado de agua; luego, porque as?onviene para la representaci?e la pasi?el Se? Dice, en efecto, el bienaventurado Papa Alejandro, quinto sucesor del bienaventurado Pedro: "En las oblaciones de los misterios que se ofrecen al Se?dentro de la celebraci?e la Misa deben ofrecerse en sacrificio solamente pan y vino mezclado con agua. Porque no debe ofrecerse para el c?z del Se? ni vino solo ni agua sola, sino uno y otra mezclados, puesto que uno y otra, esto es, sangre y agua, se lee haber brotado del costado de Cristo". Ya tambi? porque conviene para significar el efecto de este sacramento, que es la uni?el pueblo cristiano con Cristo. El agua, efectivamente, significa al pueblo, seg?l paso del Apocalipsis: Las aguas muchas... son los pueblos muchos [Apoc. 17, 15].

    Y el Papa Julio, segundo despu?del bienaventurado Silvestre, dice: "El c?z de] Se? seg?recepto de los c?nes, ha de ofrecerse con mezcla de vino y agua, porque vemos que en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la sangre de Cristo. Luego cu?o en el c?z se mezcla el agua y el vino, el pueblo se une con Cristo y la plebe de los creyentes se junta y estrecha con Aquel en quien cree". Como quiera, pues, que tanto la Santa Iglesia Romana, que fue ense? por los beat?mos Ap?les Pedro y Pablo, como las dem?Iglesias de latinos y griegos en que brillaron todas las lumbreras de la santidad y la doctrina, as?o han observado desde el principio de la Iglesia naciente y todav?la guardan, muy inconveniente parece que cualquier regi?iscrepe de esta universal y razonable observancia. Decretamos, pues, que tambi?los mismos armenios se conformen con todo el orbe cristiano y que sus sacerdotes, en la oblaci?el c?z, mezclen al vino, como se ha dicho, un poquito de agua. La forma de este sacramento son las palabras con que el Salvador consagr?te sacramento, pues el sacerdote consagra este sacramento hablando en persona de Cristo. Porque en virtud de las mismas palabras, se convierten la sustancia del pan en el cuerpo y la sustancia del vino en la sangre de Cristo; de modo, sin embargo, que todo Cristo se contiene bajo la especie de pan y todo bajo la especie de vino. Tambi?bajo cualquier parte de la hostia consagrada y del vino consagrado, hecha la separaci?est?risto entero. El efecto que este sacramento obra en el alma del que dignamente lo recibe, es la uni?el hombre con Cristo. Y como por la gracia se incorpora el hombre a Cristo y se une a sus miembros, es consiguiente que por este sacramento se aumente la gracia en los que dignamente lo reciben; y todo el efecto que la comida y bebida material obran en cuanto a la vida corporal, sustentando, aumentando, reparando y deleitando, este sacramento lo obra en cuanto a la vida espiritual: En ? como dice el Papa Urbano, recordamos agradecidos la memoria de nuestro Salvador, somos retraidos de lo malo, confortados en lo bueno, y aprovechamos en el crecimiento de las virtudes y de las gracias.

    El cuarto sacramento es la penitencia, cuya cuasi-materia son los actos del penitente, que se distinguen en tres partes. La primera es la contrici?el coraz?a la que toca dolerse del pecado cometido con prop?o de no pecar en adelante. La segunda es la confesi?ral, a la que pertenece que el pecador confiese a su sacerdote ?egramente todos los pecados de que tuviere memoria. La tercera es la satisfacci?or los pecados, seg?l arbitrio del sacerdote; satisfacci?ue se hace principalmente por medio de la oraci?el ayuno y la limosna. La forma de este sacramento son las palabras de la absoluci?ue profiere el sacerdote cuando dice: Yo te absuelvo, etc.; y el ministro de este sacramento es el sacerdote que tiene autoridad de absolver, ordinaria o por comisi?e su superior. El efecto de este sacramento es la absoluci?e los pecados.

    El quinto sacramento es la extremaunci?i>, cuya materia es el aceite de oliva, bendecido por el obispo. Este sacramento no debe darse m?que al enfermo, de cuya muerte se teme, y ha de ser ungido en estos lugares: en los ojos, a causa de la vista; en las orejas, por el o?; en las narices, por el olfato; en la boca, por el gusto o la locuci?en la manos, por el tacto; en los pies por el paso; en los ri?s, por la delectaci?ue all?eside. La forma de este sacramento es ?a: Por esta santa unci? por su piados?ma misericordia, el Se?te perdone cuanto por la vista, etc. Y de modo semejante en los dem?miembros. El ministro de este sacramento es el sacerdote. El efecto es la salud del alma y, en cuanto convenga, tambi?la del mismo cuerpo. De este sacramento dice el bienaventurado Santiago Ap?l: ¿Est?nfermo alguien entre vosotros? Llame a los presb?ros de la Iglesia, para que oren sobre ? ungi?ole con ? en el nombre del Se? y la oraci?e la fe salvar?l enfermo, y el Se?le aliviar?, si estuviere en pecados, se le perdonar?[Iac. 5, 14].

    El sexto sacramento es el del orden, cuya materia es aquello por cuya entrega se confiere el orden: as?l presbiterado se da por la entrega del c?z con vino y de la patena con pan; el diaconado por la entrega del libro de los Evangelios; el subdiaconado por la entrega del c?z vac?y de la patena vac?sobrepuesta, y semejantemente de las otras ?nes por la asignaci?e las cosas pertenecientes a su ministerio. La forma del sacerdocio es: "Recibe la potestad de ofrecer el sacrificio en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Esp?tu Santo". Y as?e las formas de las otras ?nes, tal como se contiene ampliamente en el Pontifical romano. El ministro ordinario de este sacramento es el obispo. El efecto es el aumento de la gracia, para que sea ministro id?.

    El s?imo sacramento es el del matrimonio, que es signo de la uni?e Cristo y la Iglesia, seg?l Ap?l que dice: Este sacramento es grande; pero entendido en Cristo y en la Iglesia [Eph. 5, 82]. La causa eficiente del matrimonio regularmente es el mutuo consentimiento expresado por palabras de presente. Ahora bien, triple bien se asigna al matrimonio. El primero es la prole que ha de recibirse y educarse para el culto de Dios. El segundo es la fidelidad que cada c?ge ha de guardar al otro. El tercero es la indivisibilidad del matrimonio, porque significa la ir divisible uni?e Cristo y la Iglesia. Y aunque por motivo de fornicaci?ea licito hacer separaci?el lecho; no lo es, sin embargo, contraer otro matrimonio, como quiera que el vinculo del matrimonio leg?mamente contra?, es perpetuo.


  • Decreto para los jacobitas


  • [De la Bula Cantate Domino, de 4 de febrero de 1441, (fecha florentina) ?42 (actual)]

    La sacrosanta Iglesia Romana, fundada por la palabra del Se?y Salvador nuestro, firmemente cree, profesa y predica a un solo verdadero Dios omnipotente, inmutable y eterno, Padre, Hijo y Esp?tu Santo, uno en esencia y trino en personas: el Padre ing?to, el Hijo engendrado del Padre, el Esp?tu Santo que procede del Padre y del Hijo. Que el Padre no es el Hijo o el Esp?tu Santo; el Hijo no es el Padre o el Esp?tu Santo; el Esp?tu Santo no es el Padre o el Hijo; sino que el Padre es solamente Padre, y el Hijo solamente Hijo, y el Esp?tu Santo solamente Esp?tu Santo. Solo el Padre engendr? su sustancia al Hijo, el Hijo solo del Padre solo fue engendrado, el Esp?tu Santo solo procede juntamente del Padre y del Hijo. Estas tres personas son un solo Dios, y no tres dioses; porque las tres tienen una sola sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza, una sola divinidad, una sola inmensidad, una eternidad, y todo es uno, donde no obsta la oposici?e relaci?br>
    Por raz?e esta unidad, el Padre est?odo en el Hijo, todo en el Esp?tu Santo; el Hijo est?odo en el Padre, todo en el Esp?tu Santo; el Esp?tu Santo est?odo en el Padre, todo en el Hijo. Ninguno precede a otro en eternidad, o le excede en grandeza, o le sobrepuja en potestad. Eterno, en efecto, y sin comienzo es que el Hijo exista del Padre; y eterno y sin comienzo es que el Esp?tu Santo proceda del Padre y del Hijo. El Padre, cuanto es o tiene, no lo tiene de otro, sino de si mismo; y es principio sin principio. El Hijo, cuanto es o tiene, lo tiene del Padre, y es principio de principio. El Esp?tu Santo, cuanto es o tiene, lo tiene juntamente del Padre y del Hijo. Mas el Padre y el Hijo no son dos principios del Esp?tu Santo, sino un solo principio: Como el Padre y el Hijo y el Esp?tu Santo no son tres principios de la creaci?sino un solo principio.

    A cuantos, consiguientemente, sienten de modo diverso y contrario, los condena, reprueba y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. De ah?ondena a Sabelio, que confunde las personas y suprime totalmente la distinci?eal de las mismas. Condena a los arrianos, eunomianos y macedonianos, que dicen que s?el Padre es Dios verdadero y ponen al Hijo y al Esp?tu Santo en el orden de las criaturas. Condena tambi?a cualesquiera otros que pongan grados o desigualdad en la Trinidad.

    Firm?mamente cree, profesa y predica que el solo Dios verdadero, Padre, Hijo y Esp?tu Santo, es el creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles; el cual, en el momento que quiso, cre?r su bondad todas las criaturas, lo mismo las espirituales que las corporales; buenas, ciertamente, por haber sido hechas por el sumo bien, pero mudables, porque fueron hechas de la nada; y afirma que no hay naturaleza alguna del mal, porque toda naturaleza, en cuanto es naturaleza, es buena. Profesa que uno solo y mismo Dios es autor del Antiguo y Nuevo Testamento, es decir, de la ley, de los profetas y del Evangelio, porque por inspiraci?el mismo Esp?tu Santo han hablado los Santos de uno y otro Testamento. Los libros que ella recibe y venera, se contienen en los siguientes t?los [Siguen los libros del Canon; cf. 784; EB 32].

    Adem? anatematiza la insania de los maniqueos, que pusieron dos primeros principios, uno de lo visible, otro de lo invisible, y dijeron ser uno el Dios del Nuevo Testamento y otro el del Antiguo.

    Firmemente cree, profesa y predica que una persona de la Trinidad, verdadero Dios, Hijo de Dios, engendrado del Padre, consustancial y coeterno con el Padre, en la plenitud del tiempo que dispuso la alteza inescrutable del divino consejo, por la salvaci?el g?ro humano, tom?l seno inmaculado de Mar?Virgen la verdadera e integra naturaleza del hombre y se la uni?nsigo en unidad de persona con tan intima unidad, que cuanto all?ay de Dios, no est?eparado del hombre; y cuanto hay de hombre, no est?ividido de la divinidad; y es un solo y mismo indiviso, permaneciendo una y otra naturaleza en sus propiedades, Dios y hombre, Hijo de Dios e Hijo del hombre, igual al Padre seg?a divinidad, menor que el Padre seg?a humanidad, inmortal y eterno por la naturaleza divina, pasible y temporal por la condici?e la humanidad asumida.

    Firmemente cree, profesa y predica que el Hijo de Dios en la humanidad que asumi? la Virgen naci?rdaderamente, sufri?rdaderamente, muri?fue sepultado verdaderamente, resucit?rdaderamente de entre los muertos, subi?los cielos y est?entado a la diestra del Padre y ha de venir al fin de los siglos para juzgar a los vivos y a los muertos.

    Anatematiza, empero, detesta y condena toda herej?que sienta lo contrario. Y en primer lugar, condena a Ebi?Cerinto, Marci? Pablo de Samosata, Fotino, y cuantos de modo semejante blasfeman, quienes no pudiendo entender la uni?ersonal de la humanidad con el Verbo, negaron que nuestro Se?Jesucristo sea verdadero Dios, confes?ole por puro hombre que, por participaci?ayor de la gracia divina, que hab?recibido, por merecimiento de su vida m?santa, se llamar?hombre divino. Anatematiza tambi?a Maniqueo con sus secuaces, que con sus sue?de que el Hijo de Dios no hab?asumido cuerpo verdadero, sino fant?ico, destruyeron completamente la verdad de la humanidad en Cristo; as?omo a Valent? que afirma que el Hijo de Dios nada tom? la Virgen Madre, sino que asumi? cuerpo celeste y pas?r el seno de la Virgen, como el agua fluye y corre por un acueducto. A Arrio tambi?que, afirmando que el cuerpo tomado de la Virgen careci? alma, quiso que la divinidad ocupara el lugar del alma. Tambi?a Apolinar quien, entendiendo que, si se niega en Cristo el alma que informe al cuerpo, no hay en ? verdadera humanidad, puso s?el alma sensitiva, pero la divinidad del Verbo hizo las veces de alma racional. Anatematiza tambi?a Teodoro de Mopsuesta y a Nestorio, que afirman que la humanidad se uni? Hijo de Dios por gracia, y que por eso hay dos personas en Cristo, como confiesan haber dos naturalezas, por no ser capaces de entender que la uni?e la humanidad con el Verbo fue hipost?ca, y por eso negaron que recibiera la subsistencia del Verbo. Porque, seg?sta blasfemia, el Verbo no se hizo carne, sino que el Verbo, por gracia, habit? la carne; esto es, que el Hijo de Dios no se hizo hombre, sino que m?bien el Hijo de Dios habit? el hombre.

    Anatematiza tambi? execra y condena al archimandrita Eutiques, quien, entendiendo que, seg?a blasfemia de Nestorio, quedaba excluida la verdad de la encarnaci?y que era menester, por ende, de tal modo estuviera unida la humanidad al Verbo de Dios que hubiera una sola y la misma persona de la divinidad y de la humanidad, y no pudiendo entender c?se d?a unidad de persona subsistiendo la pluralidad de naturalezas; como puso una sola persona de la divinidad y de la humanidad en Cristo, as?firm?e no hay m?que una sola naturaleza, queriendo que antes de la uni?ubiera dualidad de naturalezas, pero en la asunci?as?una sola naturaleza, concediendo con m?ma blasfemia e impiedad o que la humanidad se convirti? la divinidad o la divinidad en la humanidad. Anatematiza tambi? execra y condena a Macario de Antioqu? y a todos los que a su semejanza sienten, quien, si bien sinti?n verdad acerca de la dualidad de naturalezas y unidad de personas; err?in embargo, enormemente acerca de las operaciones de Cristo, diciendo que en Cristo fue una sola la operaci? voluntad de una y otra naturaleza. A todos ?os con sus herej?, los anatematiza la sacrosanta Iglesia Romana, afirmando que en Cristo hay dos voluntades y dos operaciones.

    Firmemente cree, profesa y ense?ue nadie concebido de hombre y de mujer fue jam?librado del dominio del diablo sino por merecimiento del que es mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Se?nuestro; quien, concebido sin pecado, nacido y muerto al borrar nuestros pecados, ? solo por su muerte derrib? enemigo del g?ro humano y abri? entrada del reino celeste, que el primer hombre por su propio pecado con toda su sucesi?ab?perdido; y a quien de antemano todas las instituciones sagradas, sacrificios, sacramentos y ceremonias del Antiguo Testamento se?ron como al que un d?hab?de venir.

    Firmemente cree, profesa y ense?ue las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Mois? que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como quiera que fueron institu?s en gracia de significar algo por venir, aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron una vez venido nuestro Se?Jesucristo, quien por ellas fue significado, v empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. Y que mortalmente peca quienquiera ponga en las observancias legales su esperanza despu?de la pasi?y se someta a ellas, como necesarias a la salvaci?como si la fe de Cristo no pudiera salvarnos sin ellas. No niega, sin embargo, que desde la pasi?e Cristo hasta la promulgaci?el Evangelio, no pudiesen guardarse, a condici?sin embargo, de que no se creyesen en modo alguno necesarias para la salvaci?pero despu?de promulgado el Evangelio, afirma que, sin p?ida de la salvaci?terna, no pueden guardarse. Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, despu?de aquel tiempo, observan la circuncisi? el s?do y guardan las dem?prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser part?pes de la salvaci?terna, a no ser que un d?se arrepientan de esos errores. Manda, pues, absolutamente a todos los que se glor? del nombre cristiano que han de cesar de la circuncisi?n cualquier tiempo, antes o despu?del bautismo, porque ora se ponga en ella la esperanza, ora no, no puede en absoluto observarse sin p?ida de la salvaci?terna. En cuanto a los ni?advierte que, por raz?el peligro de muerte, que con frecuencia puede acontecerles, como quiera que no puede socorr?eles con otro remedio que con el bautismo, por el que son librados del dominio del diablo y adoptados por hijos de Dios, no ha de diferirse el sagrado bautismo por espacio de cuarenta o de ochenta d? o por otro tiempo seg?a observancia de algunos, sino que ha de confer?eles tan pronto como pueda hacerse c?amente; de modo, sin embargo, que si el peligro de muerte es inminente han de ser bautizados sin dilaci?lguna, aun por un laico o mujer, si falta sacerdote, en la forma de la Iglesia, seg??ampliamente se contiene en el decreto para los armenios [v. 696].

    Firmemente cree, profesa y predica que toda criatura de Dios es buena y nada ha de rechazarse de cuanto se toma con la acci?e gracias [1 Tim. 4, 4], porque seg?a palabra del Se? no lo que entra en la boca mancha al hombre [Mt. 15, ll], y que aquella distinci?e la Ley Mosaica entre manjares limpios e inmundos pertenece a un ceremonial que ha pasado y perdido su eficacia al surgir el Evangelio. Dice tambi?que aquella prohibici?e los Ap?les, de abstenerse de lo sacrificado a los ?los, de la sangre y de lo ahogado [Act. 15, 29], fue conveniente para aquel tiempo en que iba surgiendo la ?a Iglesia de entre jud? y gentiles que viv? antes con diversas ceremonias y costumbres, a fin de que junto con los jud? observaran tambi?los gentiles algo en com?, a par que se daba ocasi?ara reunirse en un solo culto de Dios y en una sola fe, se quitara toda materia de disensi?porque a los jud?, por su antigua costumbre, la sangre y lo ahogado les parec? cosas abominables, y por la comida de lo inmolado pod? pensar que los gentiles volver? a la idolatr? Mas cuando tanto se propag? religi?ristiana que ya no aparec?en ella ning?ud?carnal, sino que todos, al pasar a la Iglesia, conven? en los mismos ritos y ceremonias del Evangelio, creyendo que todo es limpio para los limpios [Tit. 1, 15]; al cesar la causa de aquella prohibici?post?a, ces?mbi?su efecto. As?pues, proclama que no ha de condenarse especie alguna de alimento que la sociedad humana admita; ni ha de hacer nadie, var? mujer, distinci?lguna entre los animales, cualquiera que sea el g?ro de muerte con que mueran, si bien para salud del cuerpo, para ejercicio de la virtud, por disciplina regular y eclesi?ica, puedan y deban dejarse muchos que no est?negados, porque, seg?l Ap?l, todo es licito, pero no todo es conveniente [1 Cor. 6, 12; 10, 22].

    Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no est?entro de la Iglesia Cat?a, no s?paganos, sino tambi?jud? o herejes y cism?cos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que ir?l fuego eterno que est?parejado para el diablo y sus ?eles [Mt. 25, 41], a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que s?a quienes en ?permanecen les aprovechan para su salvaci?os sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y dem?oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por m?limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Cat?a.

    [Siguen los Concilios ecum?cos recibidos por la Iglesia Romana y los Decretos para los griegos y armenios.]

    Mas como en el antes citado Decreto para los armenios no fue explicada la forma de las palabras de que la Iglesia Romana, fundada en la autoridad y doctrina de los Ap?les, acostumbr?usar siempre en la consagraci?el cuerpo y de la sangre del Se? hemos cre? conveniente insertarla en el presente. En la consagraci?el cuerpo, usa de esta forma de palabras: Este es mi cuerpo; y en la de la sangre: Porque ?e es el c?z de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que por vosotros y por muchos ser?erramada en remisi?e los pecados. En cuanto al pan de trigo en que se consagra el sacramento, nada absolutamente importa que se haya cocido el mismo d?o antes; porque mientras permanezca la sustancia del pan, en modo alguno ha de dudarse que, despu?de las citadas palabras de la consagraci?el cuerpo pronunciadas por el sacerdote con intenci?e consagrar, inmediatamente se transustancia en el verdadero cuerpo de Cristo.

    Los decretos para los sirios, caldeos y maronitas, nada nuevo contienen.







    Compartir en Google+




    Reportar anuncio inapropiado |