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CONCLUSIÓN
Después de haber reflexionado largamente sobre el purgatorio y sobre el limbo de los niños, creo que estamos en mejores condiciones para ayudarlos y sentir la necesidad que ellos tienen de nuestra ayuda. Ciertamente, la oración tiene un poder maravilloso de unión entre las personas y nos une a los santos, a los ángeles, a las almas del purgatorio y a los niños del limbo en una unión admirable, en la UNIDAD de Dios, por medio. de María. La oración traspasa las fronteras del tiempo y del espacio y llega hasta el principio del mundo y hasta el fin de los siglos. Es decir, el poder de la oración lo abarca todo, a nuestros antepasados y a todos los hombres que existirán en el futuro. Por eso, es tan importante orar por nuestros familiares difuntos y por todos los niños, muertos sin bautismo de nuestra familia y por todos los que existirán después. La oración une a nuestra familia de todos los tiempos con el lazo divino del amor.
Ahora bien, todos somos solidarios unos de otros, todos debemos interesamos en la gran tarea de la salvación de los demás, aunque no sean de nuestra familia humana, porque todos somos hermanos en Dios. Por eso, todos los que nos han precedido nos miran con esperanza, si todavía necesitan de nuestra ayuda; y, si están en el cielo, se gozarán con nosotros de vemos ir por el camino de Dios.
¿Rezas con frecuencia por las almas del purgatorio, especialmente por las más olvidadas y abandonadas? ¿Quieres ser padre o madre espiritual de tantos niños muertos Sin bautismo? ¿Quieres bautizarlos con tu amor y ofrecerles un bautismo de amor? Yo me imagino que el día que entren en el cielo y vean a su Padre Dios y a una multitud inmensa de hermanos que los esperan, se sentirán tan contentos que sonreirán con toda su alegría y con todo su corazón lleno de amor. Y a ti te dirán papá o mamá. ¡Qué alegría cuando te encuentres con tantos hijos en el cielo!
Te deseo que vayas al cielo, después de muerte, sin pasar
por el purgatorio. Allí nos encontraremos. ¡Buen viaje!
Hasta la vista! Mi ángel te saluda con su mejor sonrisa.
Dijo Jesús: Dejen que los niños
vengan a Mí y no se lo impidan,
porque de los que son como ellos
es el reino de Dios....
y abrazándoles los bendijo,
imponiéndoles las manos
(MC 10.14-16)