Autor: | Editorial:
Niños sin amor. Importancia del bautismo
NIÑOS SIN AMOR
Carlo Carretto en su libro Un camino sin fin escribe:
He viajado mucho durante mi vida. Lo que voy a contar podría haber sucedido en Nueva York, en Tokio o en Río de Janeiro. No me preguntes los detalles. No soy policía. Sé que me encontraba en las proximidades de un hospital. Había salido de una iglesia, en la que había pasado la noche con unos amigos, adorando a Jesús Eucaristía. Hacía bastante frío y la aurora comenzaba a despuntar Vila masa gris de un gran contenedor galvanizado y cerrado con dos escotillones redondos...
Un amigo enfermero me dijo: Ven. Te voy a enseñar lo que sucede en nuestros días. Es triste, tristísimo, pero es así. Se acercó al contenedor, abrió la lapa como si fuera técnico en la materia, sacó la linterna del bolsillo y con el bastón que llevo siempre, comenzó a revolver el contenido del contenedor Mira, me dijo. Tenía interés en que lo vieras. Son los abortos realizados hoy en el hospital. Miré y, a la pálida luz de la linterna, descubrí entre vendas sanguinolentas y sucias, un trozo de carne rosácea en la posición característica de los fetos humanos.
Las palabras se negaban a salir de mi boca. No tenía ganas de decir nada. Era como si el inverosímil horror del mal con cara de normalidad banal se hubiera derrumbado sobre mí...
Abrí la Biblia y leí: Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal ni se te envolvió en pañales. Nadie se apiadó de ti para brindarte alguno de esos menesteres por compasión a ti, sino que, como un ser despreciable, fuiste expuesta en pleno campo el día de tu nacimiento. Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre, y te dije, cuando estabas en tu sangre: ¡Vive! Y te hice crecer como la hierba de los campos (Ez 16,4-7).
En aquel instante, vi con claridad que sobre mi rodilla había un angelito, y aquel angelito era precisamente el que yo había visto en el contenedor del hospital. Y nos pusimos a conversar como viejos amigos...
Me dijo: Por las noticias que tengo, mi padre es un pobre hombre, un irresponsable. Puede servirle como atenuante todo lo que ve cada día en la televisión. ¿Mi madre? Siento una ternura profunda por mi madre... No estoy solo ¿sabes? Si supieras lo numerosos que somos. Ni siquiera cabemos en la catedral... Ahora voy a la catedral. Debo recitar las preces matinales con todos aquellos que han sido asesinados como yo en estas noches.
- Dime una cosa: ¿Qué nombre tienes, cómo te llamas?
- De momento, me llamo Nonato (no nacido). Es un nombre genérico. Lo llevo hasta que mi madre me dé un nombre, tan pronto como tome conciencia de mí. Cierto que me recordará...
La catedral era un hervidero de vida y de luz... Tomó la palabra uno de aquellos abortos clandestinos, ocasionado por un alfilerazo dado por una bruja. Y dijo:
Nosotros somos víctimas de egoísmos infinitos, pero no podemos acusar a nadie. No estamos aquí para eso. Yo no me atrevo a acusar a mi madre, que era tan pobre. La quiero y, pensando en ella, me siento en paz. Nos hemos reunido aquí en esta catedral para orar y, sobretodo, para amar a quienes nos han hecho daño... La asamblea terminó sus trabajos con un canto muy armonioso que parecía el eco del juramento de Siquén: Serviremos sólo al Señor, nuestro Dios, y seremos testigos de la vida y obedeceremos su voz (Jos 24,24).
Y aquellos pequeñines cansados se durmieron en paz.
Aunque veamos aquí mucho de la fantasía del autor para hacernos entender la malicia del aborto, sin embargo, debemos pensar en esos niños que nos esperan en el más allá y que siguen viviendo. Así como ellos nos aman, también esperan nuestro reconocimiento y nuestro amor. Empecemos por ponerles un nombre y orar por ellos. Recordemos que S. Ramón Nonato (1204-1240) es el patrón de los niños no nacidos, porque a él lo sacaron del vientre de su madre, después de muerta. Y no olvidemos que ellos nos esperan con los brazos abiertos, porque están sedientos de nuestro amor.
IMPORTANCIA DEL BAUTISMO
Por lo expuesto anteriormente, podemos entender la importancia de bautizar a los niños cuanto antes, para evitarles el limbo a muchos de ellos. De otro modo, los padres privarían al niño d la gracia inestimable de ser hijo de Dios (Cat 1250). El bautismo es la puerta de entrada a la vida espiritual y nos hace hijos de Dios, cristianos y miembros de la Iglesia (Cat 1213). Es decir, nos transforma de criaturas de Dios en hijos de Dios y nos eleva del orden natural al orden sobrenatural. Por el bautismo se nos perdonan todos los pecados, incluido el pecado original. El bautismo nos hace una nueva criatura, un hijo adoptivo de Dios, partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con El y templos del Espíritu Santo (Cat 1265).
Sin él estaríamos estancados en una vida natural, sin Posibilidades de crecer espiritualmente. El alma del niño, Sin bautismo y con el pecado original, es como un desierto en el que no pueden crecer las virtudes ni puede haber frutos de santidad. El bautismo hace un milagro de ingeniería genética al borrar los efectos del pecado original y hacernos, en vez de criaturas, hijos de Dios.
Por todo ello, San Gregorio Nacianceno decía que el bautismo es el don más bello y magn (fico de los dones de Dios (Or 40,3-4). Él nos abre la puerta del cielo y llena nuestro corazón de la alegría y de la felicidad de amar a nuestro Padre Dios. El bautismo nos deja la marca (carácter llaman los teólogos) de ser hijos de Dios.
La Vble. Ana Catalina Emmerick dice que una vez, en una de sus visiones, se le presentaron unos niños ya fallecidos, a quienes había conocido de niña y que le dijeron: Los hombres invocan muy pocas veces a los niños que mueren después del bautismo sin perder la gracia bautismal, los cuales tienen mucho poder ante la presencia de Dios... Se debe orar especialmente para que ningún niño muera sin bautismo (12-1-1820). En otra oportunidad, dice: Vi a San Luis, rey de Francia (1215-1270), que en todas sus expediciones llevaba consigo al Santísimo Sacramento y que, cuando se detenía en algún lugar, mandaba celebrar la misa. Vi también sus cruzadas y que una vez se suscitó una gran tempestad en el mar Entonces, el piadoso rey tomó un niño que había nacido y recibido el bautismo en el barco y subiendo a cubierta, lo levantó y pidió a Dios que por aquel niño inocente los perdonase a todos. Hizo la señal de la cruz con el niño y la tempestad cesó en aquel mismo momento (25-8-1820).
En la primera semana de julio de 1821, Ana Catalina rogó por una señora de Dülmen que se encontraba en un parto difícil. Ella pidió mucho para que el niño pudiese ser bautizado. La nodriza lo bautizó y el niño murió al día siguiente. La madre vivió hasta el día 13 de julio, pero el niño muerto se apareció a Ana Catalina el día 8 y todo alegre y luminoso le dio las gracias por el bautismo y le dijo: Sin tu ayuda hubiera tenido que estar ahora con los paganos. ¡Qué diferencia tan enorme existe ante Dios entre un niño bautizado y otro sin bautizar!
Santa Faustina Kowalska relata en su Diario que, estando enferma en el hospital, había una mujer judía que estaba moribunda. Ella le pidió a Jesús que le concediera la gracia del bautismo. Unos momentos antes de morir, la religiosa que la atendía pudo estar sola con la mujer sin la presencia de sus familiares y la bautizó. Dice: De repente, vi su alma de una belleza extraordinaria que entraba en el paraíso. ¡Oh, qué bella es un alma en la gracia de Dios! (2- 2-1937). Esta mujer tenía el bautismo de deseo y tenía la gracia de Dios; pero, al ser bautizada, su alma quedó totalmente limpia, pues el bautismo borra todos los pecados cometidos y su alma quedó bella y pura como un ángel a los ojos de Dios.
Agradezcamos a Dios el don de nuestro bautismo, recordemos ese día con agradecimiento y vivamos nuestro bautismo, siendo verdaderos cristianos e hijos de Dios. Ahora bien, para estos niños muertos sin bautismo ¿podrá haber algún medio de liberación? ¿Podemos ayudarlos? ¿Cómo?
Los niños bautizados
Son la alegría del Corazón de Dios,
Porque son sus hijos predilectos.
Carlo Carretto en su libro Un camino sin fin escribe:
He viajado mucho durante mi vida. Lo que voy a contar podría haber sucedido en Nueva York, en Tokio o en Río de Janeiro. No me preguntes los detalles. No soy policía. Sé que me encontraba en las proximidades de un hospital. Había salido de una iglesia, en la que había pasado la noche con unos amigos, adorando a Jesús Eucaristía. Hacía bastante frío y la aurora comenzaba a despuntar Vila masa gris de un gran contenedor galvanizado y cerrado con dos escotillones redondos...
Un amigo enfermero me dijo: Ven. Te voy a enseñar lo que sucede en nuestros días. Es triste, tristísimo, pero es así. Se acercó al contenedor, abrió la lapa como si fuera técnico en la materia, sacó la linterna del bolsillo y con el bastón que llevo siempre, comenzó a revolver el contenido del contenedor Mira, me dijo. Tenía interés en que lo vieras. Son los abortos realizados hoy en el hospital. Miré y, a la pálida luz de la linterna, descubrí entre vendas sanguinolentas y sucias, un trozo de carne rosácea en la posición característica de los fetos humanos.
Las palabras se negaban a salir de mi boca. No tenía ganas de decir nada. Era como si el inverosímil horror del mal con cara de normalidad banal se hubiera derrumbado sobre mí...
Abrí la Biblia y leí: Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal ni se te envolvió en pañales. Nadie se apiadó de ti para brindarte alguno de esos menesteres por compasión a ti, sino que, como un ser despreciable, fuiste expuesta en pleno campo el día de tu nacimiento. Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre, y te dije, cuando estabas en tu sangre: ¡Vive! Y te hice crecer como la hierba de los campos (Ez 16,4-7).
En aquel instante, vi con claridad que sobre mi rodilla había un angelito, y aquel angelito era precisamente el que yo había visto en el contenedor del hospital. Y nos pusimos a conversar como viejos amigos...
Me dijo: Por las noticias que tengo, mi padre es un pobre hombre, un irresponsable. Puede servirle como atenuante todo lo que ve cada día en la televisión. ¿Mi madre? Siento una ternura profunda por mi madre... No estoy solo ¿sabes? Si supieras lo numerosos que somos. Ni siquiera cabemos en la catedral... Ahora voy a la catedral. Debo recitar las preces matinales con todos aquellos que han sido asesinados como yo en estas noches.
- Dime una cosa: ¿Qué nombre tienes, cómo te llamas?
- De momento, me llamo Nonato (no nacido). Es un nombre genérico. Lo llevo hasta que mi madre me dé un nombre, tan pronto como tome conciencia de mí. Cierto que me recordará...
La catedral era un hervidero de vida y de luz... Tomó la palabra uno de aquellos abortos clandestinos, ocasionado por un alfilerazo dado por una bruja. Y dijo:
Nosotros somos víctimas de egoísmos infinitos, pero no podemos acusar a nadie. No estamos aquí para eso. Yo no me atrevo a acusar a mi madre, que era tan pobre. La quiero y, pensando en ella, me siento en paz. Nos hemos reunido aquí en esta catedral para orar y, sobretodo, para amar a quienes nos han hecho daño... La asamblea terminó sus trabajos con un canto muy armonioso que parecía el eco del juramento de Siquén: Serviremos sólo al Señor, nuestro Dios, y seremos testigos de la vida y obedeceremos su voz (Jos 24,24).
Y aquellos pequeñines cansados se durmieron en paz.
Aunque veamos aquí mucho de la fantasía del autor para hacernos entender la malicia del aborto, sin embargo, debemos pensar en esos niños que nos esperan en el más allá y que siguen viviendo. Así como ellos nos aman, también esperan nuestro reconocimiento y nuestro amor. Empecemos por ponerles un nombre y orar por ellos. Recordemos que S. Ramón Nonato (1204-1240) es el patrón de los niños no nacidos, porque a él lo sacaron del vientre de su madre, después de muerta. Y no olvidemos que ellos nos esperan con los brazos abiertos, porque están sedientos de nuestro amor.
IMPORTANCIA DEL BAUTISMO
Por lo expuesto anteriormente, podemos entender la importancia de bautizar a los niños cuanto antes, para evitarles el limbo a muchos de ellos. De otro modo, los padres privarían al niño d la gracia inestimable de ser hijo de Dios (Cat 1250). El bautismo es la puerta de entrada a la vida espiritual y nos hace hijos de Dios, cristianos y miembros de la Iglesia (Cat 1213). Es decir, nos transforma de criaturas de Dios en hijos de Dios y nos eleva del orden natural al orden sobrenatural. Por el bautismo se nos perdonan todos los pecados, incluido el pecado original. El bautismo nos hace una nueva criatura, un hijo adoptivo de Dios, partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con El y templos del Espíritu Santo (Cat 1265).
Sin él estaríamos estancados en una vida natural, sin Posibilidades de crecer espiritualmente. El alma del niño, Sin bautismo y con el pecado original, es como un desierto en el que no pueden crecer las virtudes ni puede haber frutos de santidad. El bautismo hace un milagro de ingeniería genética al borrar los efectos del pecado original y hacernos, en vez de criaturas, hijos de Dios.
Por todo ello, San Gregorio Nacianceno decía que el bautismo es el don más bello y magn (fico de los dones de Dios (Or 40,3-4). Él nos abre la puerta del cielo y llena nuestro corazón de la alegría y de la felicidad de amar a nuestro Padre Dios. El bautismo nos deja la marca (carácter llaman los teólogos) de ser hijos de Dios.
La Vble. Ana Catalina Emmerick dice que una vez, en una de sus visiones, se le presentaron unos niños ya fallecidos, a quienes había conocido de niña y que le dijeron: Los hombres invocan muy pocas veces a los niños que mueren después del bautismo sin perder la gracia bautismal, los cuales tienen mucho poder ante la presencia de Dios... Se debe orar especialmente para que ningún niño muera sin bautismo (12-1-1820). En otra oportunidad, dice: Vi a San Luis, rey de Francia (1215-1270), que en todas sus expediciones llevaba consigo al Santísimo Sacramento y que, cuando se detenía en algún lugar, mandaba celebrar la misa. Vi también sus cruzadas y que una vez se suscitó una gran tempestad en el mar Entonces, el piadoso rey tomó un niño que había nacido y recibido el bautismo en el barco y subiendo a cubierta, lo levantó y pidió a Dios que por aquel niño inocente los perdonase a todos. Hizo la señal de la cruz con el niño y la tempestad cesó en aquel mismo momento (25-8-1820).
En la primera semana de julio de 1821, Ana Catalina rogó por una señora de Dülmen que se encontraba en un parto difícil. Ella pidió mucho para que el niño pudiese ser bautizado. La nodriza lo bautizó y el niño murió al día siguiente. La madre vivió hasta el día 13 de julio, pero el niño muerto se apareció a Ana Catalina el día 8 y todo alegre y luminoso le dio las gracias por el bautismo y le dijo: Sin tu ayuda hubiera tenido que estar ahora con los paganos. ¡Qué diferencia tan enorme existe ante Dios entre un niño bautizado y otro sin bautizar!
Santa Faustina Kowalska relata en su Diario que, estando enferma en el hospital, había una mujer judía que estaba moribunda. Ella le pidió a Jesús que le concediera la gracia del bautismo. Unos momentos antes de morir, la religiosa que la atendía pudo estar sola con la mujer sin la presencia de sus familiares y la bautizó. Dice: De repente, vi su alma de una belleza extraordinaria que entraba en el paraíso. ¡Oh, qué bella es un alma en la gracia de Dios! (2- 2-1937). Esta mujer tenía el bautismo de deseo y tenía la gracia de Dios; pero, al ser bautizada, su alma quedó totalmente limpia, pues el bautismo borra todos los pecados cometidos y su alma quedó bella y pura como un ángel a los ojos de Dios.
Agradezcamos a Dios el don de nuestro bautismo, recordemos ese día con agradecimiento y vivamos nuestro bautismo, siendo verdaderos cristianos e hijos de Dios. Ahora bien, para estos niños muertos sin bautismo ¿podrá haber algún medio de liberación? ¿Podemos ayudarlos? ¿Cómo?
Son la alegría del Corazón de Dios,
Porque son sus hijos predilectos.