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Una impronta misteriosa

Todo comenzó cuando Secondo Pía, abogado y aprendiz de fotógrafo, obtuvo en 1898 el primer permiso para fotografiar la Sábana. Al efectuar el revelado descubrió algo impresionante; lo mismo sucedió en 1931 al volver a fotografiar el lienzo: La imagen del Sudario se comporta como un verdadero negativo fotográfico, siendo el negativo de la fotografía tomada, la imagen positiva y real. Todo en la Sábana está en negativo, salvo las manchas de sangre, que están realmente sobre la tela y presentan, su color rojo oscuro natural.
No es una pintura: ¿Por qué?
No hay pinceladas, no hay delimitación de imagen, no hay contornos delimitados como usaban los pintores de la Edad Media y Renacimiento, la imagen de la Sábana, por sus toques vaporosos, recuerda más bien a ciertos impresionistas del siglo XX.
Aun las partes más coloreadas de la tela, las más marcadas, no contienen rastro alguno de pintura; analizada la tela con lupa o microscopio no presenta signo de laca, pastel, óleo o lápiz. La imagen, en tales aumentos, desaparece y sólo quedan los hilos limpios y chamuscados.
Un miembro de la NASA, perteneciente al proyecto STURP, afirmó que fuera de una pequeña cantidad de óxido de hierro, no encontraron en la Sábana pigmentación alguna. Este óxido fue encontrado en las manchas de sangre en la misma proporción que se halla en ésta.
En ningún momento aparecen pinceladas o la dirección de ellas que cualquier artista imprime a su obra.
La pintura, por definición, tiene una base líquida, y en la Sábana no aparece ningún resto de fluido, ni las fibrillas de la tela presentan una absorción de liquido como lo hace cualquier tela o algodón.
Nadie en la Edad Media, era capaz de imaginarse un negativo fotográfico. Si comparamos la imagen con las copias que de ella se hicieron, vemos que los artistas incluso de la talla de Durero, no supieron interpretar lo que veían. Aun conociendo hoy la fotografía es poco menos que imposible pintar un negativo fotográfico perfecto, es decir, que al ser fotografiado nos dé un positivo perfecto.
Supongamos por un momento que se trata de una falsificación pictórica medieval; el artista tuvo que pintar la figura a más de 2 metros, pues a menos de esa distancia no se distingue la imagen; así pues el falsificador debió utilizar un pincel de 2 mt de largo y pintar sin contornos definidos, algo absurdo en todas las corrientes pictóricas de todos los tiempos. Utilizó también una pintura que no contenía óleo ni agua y un microscopio de gran aumento para mover el pincel (imposible sin un brazo robótico hidráulico del siglo XX). Tuvo que utilizar también autentica sangre de un tipo sanguíneo muy raro en Occidente; el AB, que sólo se da en un 3 % de la población, siendo muy habitual en Oriente Medio. Además, la sangre que aplicó a las diversas heridas era tanto premortal (de un hombre vivo) como postmortal (la sangre de la herida del costado es de un hombre muerto). Curiosamente Miguel Servet no descubriría la circulación sanguínea hasta siglos después...
Utilizó también suero para aplicar a las marcas de los azotes, tierra para las escoriaciones de las rodillas y de la cara y lodo, imperceptible a simple vista, en los talones.
Otras muchas teorías se han elaborado sobre la formación de la impronta, como la del calco de una estatua de esas dimensiones con ácido sulfúrico, como la del estampado,... Todas han sido refutadas por los científicos.
Otro dato interesante es que la Sábana es la única fotografía tridimensional del mundo. Es decir, la intensidad del colorido de las imágenes es inversamente proporcional a la distancia que separaba en cada punto la tela del cadáver fotografiado. La impronta es más intensa en aquellos puntos en que la Sábana estaba más pegada al cuerpo. Con ello podemos calcular incluso el volumen exacto del cuerpo que formó la imagen. En este descubrimiento realizado por los científicos de la NASA Jackson, Jumper y Miller en 1975 se ha utilizado el VP8, aparato destinado a investigar la orografía de los planetas sobre los distintos juegos de fotografías conseguidos por los satélites.
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LA SÁBANA SANTA