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Habilidades aplicadas a la homilía
La Universidad Pontificia Bolivariana ha aceptado mi propuesta del Desarrollo de habilidades de expresión oral y corporal aplicadas al mejoramiento del impacto de la homilía, como tesis de grado para la especialización en Gerencia de la Comunicación Organizacional. En este sentido, presento como preámbulo algunas consideraciones, teóricas, reflexiones y construcciones de sentido basadas en el dialogo, encuentros, entrevistas, encuestas con sacerdotes, diáconos, laicos de esta ciudad.
Este ejercicio escrito debe tener en cuenta que la misión de difundir, fortalecer y hacer crecer la fe es fundamental en todo predicador del Evangelio. Remad mar adentro y echad vuestras redes para pescar (Lc 5,4).
La primacía del anuncio del Evangelio significa que, por la predicación, adquiere pleno sentido y manifiesta su eficacia la actuación del sacerdote como ministro de los sacramentos, de la Eucaristía y como Pastor del Pueblo de Dios.
Como dice José Ladazabal, en general, no basta que se proclamen las escrituras, que resuene en medio de la asamblea la lectura. Hace falta el servicio de la explicación homiletica, la palabra no puede considerarse suficientemente proclamada hasta que es entendida por la comunidad como "palabra dicha hoy para nosotros". No es fácil, por lo general, captar el mensaje bíblico en profundidad. Hay que ayudar a la asamblea en este proceso de simulación. Como lo hizo Cristo a los discípulos de Emaús, explicándoles lo que las escrituras habían anunciado, empezando por Moisés y los profetas.
Crece la convicción de que los libros bíblicos, también los evangelios, están escritos desde la fe y para la fe: o sea, con una intención teológica, catequística, más que histórica o biográfica; y eso condiciona notablemente la exégesis: el predicador
debería indagar en cada momento la intención del autor y distinguir su mensaje de las formas de que se ha revestido; es, en cierto modo, un continuo trabajo de "desmitizacion" y traducción.
El predicador no sólo es un creyente, sino responsable de la fe de los demás. Debe "traducir" con exactitud, no a capricho o ligeramente. Los fieles ya van teniendo una formación bíblica y son exigentes. Se debe transmitir lo que Dios dice: no lo que el predicador sabe decir, lo que le gusta a el, o lo que a los fieles les agrada oír.
De esta manera, la fidelidad a la Palabra, la preparación del anuncio evangélico y su correcta aplicación a las circunstancias concretas de la vida, manifiestan el deber de imitar a Cristo.
Esta misión que se les encomienda, puede, sin lugar a dudas, asustarlos como al profeta Jeremías: ¡Ah, Señor, mira que no sé hablar, pues soy un niño. Y el Señor me respondió: No digas: "Soy un niño", porque irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene.
Por la fuerza de la palabra, llamó Dios de la nada a la existencia, al mundo y al hombre; por la fuerza de la palabra, Dios formó un pueblo, para que, siendo portador de su alianza, testimoniase en medio de los otros pueblos las maravillas realizadas. A aquel pueblo elegido lo fue preparando Dios mediante su palabra poderosa, para acoger al Mesías (cf. Hch 13, 16-23), pero en la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo.
El Verbo de Dios, su Palabra, se hizo hombre, para habitar en medio de nosotros (cf. Jn 1,14) y revelarnos la verdad de Dios y la verdad sobre nosotros mismos. ¿Entonces, como proclamar su palabra?.
Bajo la responsabilidad de los obispos ("Lumen gentium", nº 23), sucesores de los apóstoles, la Palabra de Dios es proclamada y enseñada a todos los hombres, particularmente al pueblo de Dios, que reunido en la escucha de la Palabra y en comunión del pan único y partido, celebra el memorial del Señor resucitado, mientras espera el domingo sin ocaso en el que la humanidad entera entrará en el descanso del Reino de Dios.
Fieles colaboradores de los obispos sois los sacerdotes y, por ello, tenéis que anunciar a todos el Evangelio de Dios, de forma que cumpliendo el mandato del Señor: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación», forméis y acrecentéis el Pueblo de Dios.
Este Ministerio de la Palabra tiene una importancia especial en la celebración de la Misa en la que se unen inseparablemente: el anuncio de la muerte y resurrección del Señor, la respuesta del pueblo que escucha y la ofrenda misma con la que Cristo confirmó la Nueva Alianza en su sangre.
La homilía exige una cuidadosa preparación por parte del sacerdote, que tiene la responsabilidad personal de señalar a los fieles la fuente de la luz evangélica que ilumina el camino de los individuos y las sociedades. Los presbíteros anuncian a todos la palabra divina que no es suya; no puede ser manipulada, transformada o adaptada según el gusto personal.
Para Josep Camps en la Palabra de Dios es celebrada: El encuentro entre Dios y su pueblo es un suceso extraordinario: modifica no sólo las relaciones mutuas sino a los mismos interlocutores. Este suceso realizado en la revelación periódica y progresiva de Dios a la humanidad, adquiere en la celebración litúrgica un carácter típico y simbólico, destinado precisamente a ser objeto de celebración. Celebramos exactame
te el hecho de que Dios se ha revelado y hecho presente al mundo.
En esta circunstancia, el lenguaje va a jugar un papel decisivo, pues actúa a la vez como reflejo y como modelo. Refleja lo que la sociedad es en cada momento pero a su vez, al ser susceptible de cambios, va creando nuevas formas en virtud de lo que sus hablantes desean que sea la sociedad en que viven. Estos cambios, una vez asentados, se convertirán en modelo para futuras generaciones, que aprenderán a través de la lengua nuevas formas de percibir la realidad y adecuarán a ella sus comportamientos.
El modelo comunicativo de acción que define las tradiciones de ciencia social que parten del interaccionismo simbólico de Mead, del concepto de juegos del lenguaje de Wittgenstein, de la teoría de los actos de habla de Austin y de la hermenéutica de
Gadamer, tienen en cuenta todas las funciones del lenguaje como son comportamiento oral, escrito y no verbal.
De esta manera, el lenguaje es un reflejo de los mapas internos, los cuales se han formado a lo largo de nuestra existencia y están conformados por toda la experiencia, vivencia, fisiología, sociología, sicología, en fin, de todo el bagaje con el que contamos para comunicarnos.
La programación Neurolinguistica (PNL) nació para ayudarnos a comprender la cartográfica mental, es un modelo de trabajo que nos enseña a analizar los diferentes mapas para reconocer mejor el territorio. Es una herramienta para todas las personas que trabajan con o para las personas. Consiste en una serie de técnicas destinadas a analizar, codificar y modificar conductas, por medio del estudio del lenguaje, tanto verbal, como gestual y corporal .
Se llama programación porque trata de un conjunto sistemático de operaciones que persiguen un objetivo; neuro porque estudia los procesos que ocurren en el sistema nervioso, y lingüístico porque para ello utilizamos el lenguaje, expresado en forma verbal, corporal y otros, para organizar la conducta y el pensamiento, y así lograr una comunicación eficiente con los demás y consigo mismo. Y el Evangelio no debe ser ajeno a esta realidad. De ahí que, conviene tener siempre en cuenta que la misión de difundir, fortalecer y hacer crecer la fe es fundamental en todo predicador del Evangelio y, por tanto, en el presbítero que, de modo muy especial y con mucha frecuencia, está llamado a ejercer el ministerio de la Palabra.
Proclamad sin temor alguno la verdad completa y auténtica sobre la persona de Cristo, sobre la Iglesia que él fundó, sobre el hombre y el mundo que ha redimido con su sangre, sin reduccionismos ni ambigüedades.
Anunciad la Palabra. Ésta es vuestra misión específica. Aquí debe estar la raíz de vuestros desvelos diarios; aquí la fuente inagotable de vuestra alegría auténtica.
Pero en cuanto ministros de la Palabra y éste es uno de los últimos pensamientos que os dejo, debéis conocer el contenido del mensaje que se os ha confiado y la mentalidad de las personas a quienes va destinado. Ello quiere decir que debéis esforzaros por ser hombres de cultura y, sobre todo, teólogos verdaderos.
Entonces y antes de llegar a nuestro aporte herramientas- en el desarrollo de habilidades comunicativas aplicadas a la homilía en Bucaramanga, veamos desde diferentes autores, que es o mejor que no es la Homilía.
Para Joan Llopis, en primer lugar la homilía es como el quicio de las dos partes integrantes de toda celebración litúrgica: la palabra y el rito. Pero no sólo como un elemento unificador de tipo objeto, sino profundamente vinculado con los miembros de la asamblea que son en definitiva los que escuchan la palabra y los que celebran el rito
En segundo lugar, la homilía reúne las principales características de los demás géneros de predicación existentes en la Iglesia. Aunque en su más intima esencia sea una exhortación a actualizar la palabra a través de la celebración y de la vida, la homilía debe conservar ser interpelante del anuncio misionero y la riqueza doctrinal de la exposición catequetica. No sólo exhorta, sino que anuncia y enseña y, finalmente, conduce al corazón del misterio.
El ultimo lugar, aunque el menos importante, la homilía integra las diversas aportaciones que cada miembro de la asamblea litúrgica puede y debe ofrecer a los demás. Por lo que se refiere a la interpretación de la palabra de Dios y a la mutua consolación. Las suscita, la discierne y sume en una unidad superadora de las posibles discrepancias y vinculadora con la fe de toda la Iglesia.
Por tanto la homilía como dice Luís Maldonado, en su Decálogo del Predicador, no versa ni sobre un texto ni sobre acontecimientos pasados. Es un acontecimiento actual. Es fundamental que presentemos el texto evangélico como la palabra actual que Jesús dirige ahora a todos. Aunque pueda sorprender, la homilía debe tener como tema central la actualidad, los hechos actuales (y a Jesucristo como núcleo de esta actualidad). No hablemos de lo que pasaba en la Palestina de entonces, sino como punto de referencia (y marco inseparable de la palabra encarnada) para hablar de lo que pasa ahora y aquí.
La homilía no debe exponer primariamente una moral sino un Kerigma.
De los diálogos sostenidos con sacerdotes en esta experiencia de comunicación de 6 años en la Arquidiócesis de Bucaramanga, encuentro que la homilía no está para dar respuesta a nuestros problemas, como a menudo se dice. La palabra de Dios está más
para plantearnos preguntas que para resolver nuestros peculiares problemas. Lo que hace es cuestionar nuestra vida. El que predica debe contar lo que ha visto y oído, lo que le anuncia la palabra de la escritura y de la vida acogida con fe.
Para Maldonado, la tarea del predicador es suscitar el dialogo, decir la primera palabra. Si el que predica lo dice todo, lo responde todo, lo siente todo, el oyente es anulado. Esto se concreta de tres maneras: siendo breve empleando con frecuencia la interrogación; respetando los silencios dentro de la homilía y al final.
Nuestras homilías son muchas veces un ramillete de tópicos, de vaguedades. Hablamos de la vida, del hombre, del alma, del sufrimiento
pero en términos absolutamente anodinos. La homilía debería ser eminentemente concreta ya que no refleja una ideología sino unos hechos y unas interpretaciones de hechos, unas personas y una interpretación de personas.
La homilía no es una pieza autónoma. Es una fase de toda una acción. La acción sacramental. Muchas veces damos la impresión de aprovechar la misa para colocar nuestro sermón. Es preciso mostrar que el acto sacramental no es sino la realización plena y definitiva de lo que se anuncia en la homilía. Es "el paso al rito" que debe incluir toda homilía, pero no sólo como un paso final, sino mas como una inserción de toda ella en la unidad de la celebración.
Finalmente la homilía no es la proyección de los problemas o inquietudes personales de quien predica, sino el eco fiel de lo que la palabra de Dios dice. Es una de las ostentaciones del que predica. Dos controles pueden ayudar a evitarla: primero, la fidelidad al texto. No "elegir" tema para predicar sino atenerse a lo que el texto dice (ciertamente interpretado y actualizado); segundo, no hablar de una sola cosa, de "un tema" sino recorrer - en cuanto sea posible - los diversos aspectos del texto, hacer una homilía plural, plurisugerente, y no limitarse al tema que a mi me interesa (aunque se precisará un arte, basado en la comunicación intima con el texto, para no convertir la homilía en un ciempiés.
En dialogo con sacerdotes que han tenido la oportunidad de viajar por el mundo entero, han manifestado su inquietud, o mejor sus impresiones sobre el ritual de la homilía. Para muchos de ellos, llegar a otras naciones y encontrarse con sacerdotes cercanos a sus fieles al momento de la predicación, otros que utilizan ayudas audiovisuales, serenatas, canciones, cuentos, etc son estilos que acogen a las personas, que humanizan el ritual.
Yo mismo, he tenido la oportunidad de visitar la Iglesia en países como Cuba y Ecuador y he constatado la cercanía con los fieles dentro de la predicación. Un recibimiento casi personalizado, amistoso, un dialogo con su pueblo, la oportunidad de ser escuchados dentro de la Eucaristía como una expresión que valida al otro y rompe con el temor de la participación publica. Y esto, no sólo se da al momento del rito. Hablamos del dialogo posterior, del abrazo con los recién llegados, del compartir un alimento, etc.
Para el Padre, Luis Efraín Mojica, quien desde hace 4 años se encuentra en la ciudad de Miami como Vicario Cooperador, la cercanía del sacerdote con sus fieles es total. El clima de comunicación es muy cercano y se entiende que las expresiones orales y corporales forman parte de un todo que es la predicación como espacio que aproxima al sacerdote con la feligresía.
Para el Eminentísimo Sr. Cardenal, Darío Castrillón Hoyos, en su instrucción pastoral El presbítero pastor y guía de la comunidad parroquial, la parroquia es lugar privilegiado del anuncio de la palabra de Dios. Este anuncio se articula de diversas maneras de modo que cada fiel comprenda que el también está llamado a participar activamente en él, proclamando explícitamente el Evangelio. El Papa, pide a los sacerdotes anunciar la Palabra de Dios en calidad de Ministros, puesto que él participa de la autoridad profética de Cristo y de la Iglesia y lo invita a desempeñar fielmente este Ministerio de la palabra correspondiendo al don recibido y le dice
que debe ser el primero en tener una gran familiaridad con la palabra de Jesús lo
cual le dará eficacia a su predicación.
Así mismo, en los numerales 4 y 5 dice: La comunidad parroquial necesita de esta eficacia de la palabra del sacerdote y por eso le pide que lo trabaje enormemente por que de él depende la eficacia de la palabra en una comunidad parroquial.
Al hablar de los desafíos del presente en la parroquia, le pide al párroco que en objetivos y métodos de su trabajo ponga todo el esfuerzo para que el anuncio de Jesucristo pueda llegar a las personas, modelar comunidades y ayudarle a la gente a testimoniar los valores que la comunidad y la cultura de hoy necesitan particularmente el horizonte de la apasionante tarea de acomodar su mensaje a la pastoral que hoy nos espera.
Y para nuestro contexto, el documento final del Sínodo arquidiocesano 2002, le pide al sacerdote un modelo de Iglesia donde se revise enormemente las formas como se está llevando el Evangelio
No profundiza la visión antropológica del Evangelio ni evidencia el reino de Dios.
Recordemos las palabras del Santo Padre al final de la arriba citada instrucción pastoral El presbítero pastor y guía de la comunidad parroquial.


