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Autor: | Editorial:



Delimitación del problema

Después del Concilio Vaticano II, la manera de hablar, de transmitir la palabra ha tomado un lugar especial en el corazón de los cristianos. Antes se decía: decir misa, asistir a misa, oír misa, hacer un entierro, recitar un breviario... hoy se prefiere decir: celebrar la Eucaristía, celebrar los funerales, celebrar la liturgia de las horas, celebrar una boda. Pero... ¿qué es celebrar? Para el catecismo de la Iglesia, celebrar es comunicar vida a lo que es importante y con respecto a los presbíteros, se puede afirmar que el anuncio de la palabra de Dios —la predicación— es la primera función que han de desempeñar.

Desde esta primera definición, nos adentramos en la expresión Homilía, como espacio de la Eucaristía que desde el lenguaje del sacerdote se hace palabra de Dios.

Reconociendo la comunicación como modelo primario, emisor, receptor y canal; el investigador abordará el tema de la homilía en Bucaramanga desde la mirada del presbiterio y sus fieles, a través de una muestra poblacional en cada uno de los nueve Arciprestazgos que conforman la jurisdicción eclesiástica de esta ciudad. Total de encuestados: 42 sacerdotes y 42 fieles.

Esta investigación entiende que debe valorar al receptor y agente mismo. Con el concepto de acción comunicativa empieza a operar un supuesto más: el de un medio lingüístico en que se reflejen como tales las relaciones del actor con el mundo.

Incluso hay que suponer la formación de un acuerdo entre los participantes en la comunicación, acuerdo que en principio es de naturaleza lingüística.

Como bien lo menciona el Padre Alberto Calderón, asesor del presente trabajo de grado, esta tesis sustenta su fuerza argumentativa desde la comunicación y sus acciones, de ahí, que sea Jürgen Habermas, teórico de la comunicación, quien sustente parte de esta argumentación. No es caprichoso abordar la mirada habermarciana que nos invita a reflexionar sobre lo práctico, sobre el interés en el mundo de la vida que responde para nuestro interés, en el descifrar la verdad, el saber.

Acogemos esta tesis porque nos cuestiona sobre el ser, sobre la razón, la imaginación; no sólo sobre el que, sino sobre el como. Sobre el discurso, sobre las sicologías sociales. Con lo anterior, sentamos las bases para reconocernos dentro de modelos comunicacionales dados desde el inicio del siglo XX, autores contemporáneos, artículos de prensa, aplicación de instrumentos a sacerdotes y fieles en una suma de saberes que pretende arrojar una herramienta – por antecedentes conocidos – nunca abordada en nuestra Iglesia Particular.

El ejercicio académico aquí expuesto va mas allá de la simple – pero respetable recopilación de conceptos comunicaciónales-. Nuestra pretensión, está basada en un aporte con inquietudes reales, practicas y aplicables, interesada en aportar desde la Universidad una guía que facilite al predicador moderno, al predicador de la Arquidiócesis de Bucaramanga, hacer un recorrido por los elementos de la persuasión, la narración de historias, recobrar el respeto por la palabra, el uso del lenguaje, las estrategias para dar a comprender un mensaje, el uso del cuerpo como apoyo a la intenciones comunicativas, etc.

Al reconocer la importancia del emisor en el acto comunicacional y conociendo la investigación, "La Iglesia Católica vista por sus fieles”, realizada en 1998 por la Conferencia Episcopal de Colombia. (C.E.C) en la que señala la necesidad de un método desde la comunicación para manejar una predicación más ágil, más cercana a
los fieles , no podemos dejar de lado la implementación de un aporte desde la comunicación para responder a necesidades sentidas por los contratantes en la homilía.

El estudio de la C.E.C. dedica un análisis muy especial a la “homilía como discurso vació que retrata la necesidad sentida de los fieles por la construcción de un mensaje más actual, y vivo, que interprete la realidad y el sentir de quienes día a día viven la experiencia de Jesús en la Eucaristía.

Es así como al asomo de cada nuevo año, múltiples y variados documentos, recuerdan al Orden Episcopal y al presbiterio, que “no hay que hacer estudios para descubrir que nuestras homilías expresan con mucha frecuencia una impreparación imperdonable, pobreza de contenidos, improvisación en forma extrema y falta de comunión con los oyentes que tienen que soportar aburridos una palabrería pesada, un discurso a veces incoherente. Otras veces son demasiado elevadas, pretendiendo ser muy teológicas o exegeticas volviéndose demasiado alejadas de la vida de la gente. Otras aparecen como alineadas o demasiado politizadas manipulando la Palabra de Dios.

Por tanto, la Iglesia, esposa de Cristo, tiene una misión clara y especifica: "predicar el Evangelio, comunicar el mensaje, anunciar la Buena Nueva. Esto no admite discusión alguna ni falsas interpretaciones"

Al discípulo Timoteo, el Apóstol recomienda encarecidamente este ministerio: Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo... Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha y exhorta con toda paciencia y doctrina.

Recuerda el Concilio: que "el primer deber es la predicación del Evangelio, porque pone en evidencia una verdad teológica de la que brotan consecuencias de orden práctico y espiritual, tanto para el cumplimiento del resto de la misión como para la misma vida de los sacerdotes.

El Concilio subraya esta misión evangelizadora recordando que el Pueblo de Dios se reúne por la palabra del Dios vivo, la cual es muy lícito buscarla en la boca del sacerdote. Por eso los presbíteros, como colaboradores de los obispos, tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios.

Para que su palabra permaneciera inalterable y llegara a todos los pueblos, Dios se la confió a la Iglesia ("Dei Verbum", nº 7), que, por la presencia y la acción del Espíritu Santo, es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano.

Como afirmaron los padres del Sínodo de 1971: Todos los presbíteros participan de una responsabilidad especial en la predicación de toda la Palabra de Dios y en su interpretación según la fe de la Iglesia.

Una predicación que fuese sólo un entramado de motivos psicológicos vinculados a la persona, o que se limitase a plantear problemas sin resolverlos o a suscitar dudas sin señalar la fuente de la luz evangélica que puede iluminar el camino de los individuos y las sociedades, no lograría el objetivo esencial querido por el Salvador. Más aún, dice Su Santidad Juan Pablo II, se convertiría en fuente de desorientación para la opinión pública y de daño para los mismos creyentes, cuyo derecho a conocer el contenido verdadero de la Revelación no sería respetado.

Como Comunicador Social someto a discusión una herramienta que quiere sin temor alguno y no pretenciosamente, responder a algunas necesidades sentidas en las homilías del presbiterio de Bucaramanga.

Mons. Víctor Manuel López Forero al hablar del Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización, ha dicho. “Que se mire a la Iglesia con ojos de fe y corazón de pastores”.

Como laico, hago este aporte desde una construcción fraterna, nacida de la inquietud de una clase de la Especialización en Gerencia de la Comunicación Organizacional, que hoy, pongo a discusión de todos ustedes y a favor de quienes teológicamente son mis padres, los sacerdotes de la Arquidiócesis de Bucaramanga.


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