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El eslabón humano
En vez de gritar, insultar y recordar los fallos de otros, ¿por qué no utilizar la misma boca para tender lazos de unión?


Por: Vicente D. Yanes | Fuente: Revista Si




Hoy en día, no es difícil que te topes con una familia que esté pasando por un momento de dificultad. Puede ser entre los papás o con los hijos; entre hermanos o con amigos. Los motivos pueden ser muy diversos: dinero, alcohol, rebeldía, infidelidad... Esa familia que sufre puede ser la de tu mejor amigo, o la de un primo, la de tu novia, la de tus vecinos... o tu propia familia.

Si es relativamente fácil que encuentres casos como éstos, no lo es encontrarte a una persona que en medio de tal caos; en medio del dolor busque una solución reconciliadora, sin dejar por ello de sufrir.

LOS KARAMAZOV
En su libro Los hermanos Karamazov, Dostoyevski te presenta un personaje de este tipo. Se trata de Alíoscha, el menor de los hermanos Karamazov. Dicha familia está fuertemente dividida. Para empezar: el padre (Fiodor Pavlóvich) es un hombre empedernido por el vicio del alcohol, acostumbrado a una vida de continuo desenfreno.

Tiene tres hijos, de dos matrimonios diferentes, además de un hijo ilegítimo (Smerdiákov). Los tres hermanos poseen personalidades muy peculiares: Mitia, el mayor, es un hombre de vehemente temperamento que explota con facilidad y llega a la violencia, es un oficial en el ejército; Iván es todo lo contrario: fríamente racional, es un gran intelectual y está convencidísimo, hasta los tuétanos, de un ateísmo virulento que lo llevará hasta la esquizofrenia; por último, Alíoscha, no tiene nada que ver con sus hermanos, es un joven de 18 años, de sorprendente ecuanimidad y amable pureza, al inicio de la obra vive en un monasterio.

¿ODIAR AL PADRE?
Los dos hijos mayores aborrecen a su padre, no le perdonan los graves errores que ha cometido en su vida; le odian e incluso llegan a desear su muerte. En una ocasión, el hijo mayor entra violentamente en la casa y le pega unas patadas a su padre. Iván, abiertamente se opone a obedecerle y le dice que no quiere saber nada de él. Alíoscha lo compadece y perdona.

EL EJEMPLO DE ALÍOSCHA
Alíoscha asume la tarea de unir a su familia. Quizá es el que más sufre pues conoce mejor que ningún otro la división tan terrible que cada miembro se esfuerza por agrandar. Sin embargo, se esfuerza por llevar la comprensión allí donde se planea la venganza, busca la reconciliación, infunde paz con sus palabras... Y no te estoy hablando de un bicho raro, de un ser de otro planeta. Simplemente es una persona que sufre y en vez de encerrarse en su habitación a llorar o alejarse de ese ambiente para encontrar “su” felicidad, dialoga.

Actúa como mediador. El problema de muchos es que ya no nos damos oportunidades: “Me vas a oír”, “Cállate y escucha”, “No quiero oírte”.

Si quieres reconstruir tu hogar, siguiendo el ejemplo Alíoscha, tienes que colaborar con todos, escucharlos, perdonarlos. Tendrías que interesarte realmente por la otra parte.

CONSTRUIR EN LUGAR DE DESTRUIR
La labor de construcción implica mayor sacrificio, tiempo, soportar críticas y no debe asombrarte que no llame tanto la atención. Imagina una tienda donde se venden jarrones valiosísimos y otros adornos de auténtica porcelana.

Llega un loco con un garrote y descarga su ira endiablada sobre los frágiles objetos. No deja ningún jarrón a salvo, lo reduce todo a astillas. Sin duda que en la calle, una muchedumbre de curiosos pegará sus rostros a los escaparates, aullarán, aplaudirán el acto del demente. Llega después un hombrecillo y comienza a recoger pedazos del suelo y a pegarlos con infinita paciencia y botes y botes de pegamento.

Esto no llama la atención: la calle ha quedado desierta....

LA FÓRMULA
En vez de gritar, insultar y recordar los fallos de otros, ¿por qué no utilizar la misma boca para tender lazos de unión, para perdonar y dialogar como lo hiciera Alíoscha para salvar a su familia?


 

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