Lo que no te han dicho sobre el noviazgo (8)
Por: Rafael Manuel Tovar | Fuente: Catholic.Net

Un guisado complicado pide colocar todos los ingredientes, pues ni modo que cocinemos una paella con el marisco, las verduras, el pollo, las verduritas, el caldo… y sin arroz. El noviazgo es un platillo bastante complejo. ¿Cómo acabará si le falta… la sexualidad, por ejemplo? ¿O si es floja la adaptación entre las dos partes? En medio del acercamiento, la atracción, la ventura y las diversiones, se da el enamoramiento. ¿Cuánto pesa enamorarse para que el noviazgo sea exitoso? ¿Se vale el comentario que da Miguel de Unamuno en su obra La tía Tula: Lo importante es formar pareja, aunque no haya enamoramiento, que llegará más tarde?
-¡Enamorarse es lo máximo!?, dijo Gaby?. El cosquilleo en el estómago te avisa que se acerca la cita con quien amas. ¡Nada más bello y lindo!
El enamoramiento corre por las venas, como un temblor, con solo pensar en la persona amada.
-Es que compartes la felicidad con ella, te llena los pulmones de aire fresco y el ritmo del corazón se aloca.
Sí. El hechizo entusiasma. Y, solo con estar junto a esa persona, disuelve cualquier pena.
La persona enamorada solo piensa en la otra parte. Y pareciera que los sentimientos con su sola presencia aseguran que has hallado la pareja ideal. Sin embargo, muchas personas viven la experiencia del enamoramiento con delirio y, un día, la relación se quiebra. ¿Por qué?
La gente común identifica el enamoramiento con el amor.
-¿Estás enamorado? La misma palabra lo dice: tienes amor? razonó una joven empleada en el supermercado.
Le planteé si veía diferencia entre enamoramiento y amor.
-Bueno, solo en que el enamoramiento es más fuerte y poderoso
-¿Más fuerte? ¿Por qué entonces no todos los enamorados renuncian a sus caprichos? ?le cuestioné.
Aclaremos. Enamoramiento y amor no son iguales, aunque se conectan, como el arroyo que cae por la montaña y las rocas entre las que corre. Quizás no habría arroyo sin cauce, pero las rocas persisten cuando el agua ya no fluye. Algo parecido enlaza al enamoramiento y al amor, que se ligan sin coincidir del todo.
La diferencia principal entre ambos no está en la intensidad, sino en lo que miran. El enamoramiento se centra solo en unos rasgos de la pareja, que satisfacen una expectativa imaginada de la media naranja ideal. El amor va más allá de este primer perfil y se fija en cumbres superiores. El enamoramiento surge del encuentro con gestos que satisfacen e ilusionan:
-Su presencia me cautiva ?dijo la joven cajera.
-¿En qué te cautiva?
-No sé… Me quiere.
-Y ¿cómo sabes que te quiere?
-Porque su compañía me ablanda, me enternece.
-Eso es lo que tú sientes, no cuánto te ama él.
-¡Me sonríe de forma especial! ?dijo sin hacerme caso, con los ojos perdidos y la sonrisa tierna, pero sin resolver el punto que yo le pedía.
La cercanía ante la figura atrayente despierta felicidad, porque esa persona llena vacíos, sea de afecto, de imán sexual o de estímulo con la plática sobre sueños y decepciones. El agrado con su compañía inunda de euforia y deleite. Pero, aunque el alma tiembla con vigor intenso, este enamoramiento se disuelve poco a poco, inexplicablemente.
-¿Hace caso alguien enamorado a las críticas que escucha sobre la persona que ama?
Se lo pregunté a un grupo de preuniversitarios y todos dijeron que no, menos una joven, que dijo:
-Pues, a veces, te dicen algo e investigas.
-Solo cuando eres celosa -dijo otra muchacha.
Uno de los estudiantes me rebotó la cuestión:
-¿Qué opina usted?
-El enamoramiento muy enamorado crea un estado psíquico fijo, hipnotizador. Y el primer efecto de este estado es idealizar a la pareja. Los datos reales de la persona, sean pocos o secundarios, entran en una nube donde la figura destaca y polariza toda la atención, toda la preocupación. ¿No han visto a alguien enamorado con la vista perdida y desconectado de lo que pasa alrededor?
Lo aceptaron.
-¿Por qué pasa eso? -preguntó uno de los varones.
-Porque un enamoramiento desata emociones muy intensas, que absorben las energías y sacuden los sentimientos. Algunos entran a ese estado poco a poco o de golpe ?y les abrí un interrogante?. ¿Son muchos los que piensan que el enamoramiento se acabará?
-La mayoría no lo piensa -dijo un estudiante.
-Pero es normal que pase, porque lo sientes muy fuerte -dijo otro.
-¿Qué sucede cuando se acaba? -preguntó una joven.
Fui directo al punto que me parecía más vital:
-Cuando termina el enamoramiento, queda el amor.
Alguno abrió la boca. Otros apretaron el entrecejo. Una levantó la mano:
-Pero ¿cómo que se va el enamoramiento y queda el amor?
Yo quería que reflexionaran sobre la diferencia entre enamoramiento y amor, que muchos igualan, aunque poseen rasgos particulares.
-Enamoramiento y amor tiene puntos en común, pero no son lo mismo. Por eso, quien se enamora con mucha intensidad y con poco amor, no comprende que esa atracción impetuosa desaparezca. Quien se enamora con mucho amor, nota que baja la espuma de la emoción, quedando el otro tesoro. Porque el enamoramiento siempre se disuelve, ya que es una etapa intensa, casi ciega, propia de la entrada a un camino inexplorado. Luego se pierde la novedad y, en su lugar, queda la crudeza del propio corazón, que se reduce a una simple afinidad o al amor verdadero.
Nadie respiró cuando terminé la explicación. Momentos después, alguien consultó:
-Entonces, si el enamoramiento se acaba, ¿qué es el amor?
-El amor es algo más que enamoramiento, ya que éste es solo emoción. E amor va más allá de lo que se siente. Hay que medir si de veras se ama intensamente o si el enamoramiento encubre un amor pequeño.
El enamorado idealiza a la otra persona, se ciega ante sus defectos o limitaciones. Y no solo la idealiza: la ve como la adecuada, la ideal, con la seguridad de haber encontrado el tesoro escondido. Este primer triunfo en la conquista crea tan grande satisfacción que domina sobre el juicio sensato y sobre la valoración de la persona, y del futuro que realmente vendrá. La mayoría se desnuda de cualquier mecanismo de defensa.
La idealización atonta, especialmente ante los defectos y limitaciones, porque el gusto y los sentimientos extasiados no miden la entrega ni la lucha que exige una relación. Es tan abrumador el estado emocional en el enamoramiento, que esconde la pregunta sobre si se ama de verdad a la persona.
-¿Cómo sabes que estás enamorado? -me demandó un joven.
-Es curiosamente fácil saber si estás enamorado: se sienten emociones constantes, intensas; se piensa mucho en esa persona; se desea darle gusto; se ansía el momento de encontrarla; se la antepone a cualquier actividad o compromiso; y las mariposas vuelan en el estómago cuando su imagen se dibuja en la propia mente.
-Pero eso es el amor ¿no?
-Es enamoramiento, pero… con mucho o con poco amor.
-Y ¿cómo saber si la otra persona siente igual que tú, con la misma sinceridad?
-Es posible conocer el estado emocional de alguien si se comporta con estas reacciones, con fuerza. Lo malo es que estas reacciones son internas y no se pueden comprobar. Dicho de otro modo: el enamoramiento en la otra persona no se puede medir. Su amor sí.
-¿Cómo que el enamoramiento no se puede ver y el amor sí?
-Porque son diferentes.
-No me queda claro -insistió el joven.
-Lo expondré con detalle más delante. Pero ahora recalco un punto: el enamoramiento es un fluido que se escapa entre las manos. Corre. Cautiva. Es gratificante. Sin embargo, darle excesiva importancia es valorar demasiado el envoltorio sobre el regalo que hay dentro.
La vida me ha cruzado con personas fáciles para el enamoramiento. Las vi empalagadas, extasiadas al hablar de su relación con miel en los labios. Pasan unos meses y, tras un paréntesis de vacío, vuelta a escuchar episodios dulces con una nueva pareja. ¿Por qué tanto cambio? Porque el enamoramiento ardoroso no asegura el amor. Quienes ven lo máximo en el enamoramiento, deben cuestionarse si también aman.

















