No debemos, no podemos ser indiferentes ante el mal
Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic Net

Y así es. Cuando vemos el mal y nos quedamos callados, cuando ante el mismo hacemos como que no nos damos cuenta, en mucho “para no involucrarnos”, para no meternos en problemas, somos cómplices, y lo somos porque la indiferencia favorece al malvado, siempre. El malvado está contento cuando encuentra silencio de los indiferentes, y es que la indiferencia le da carta blanca para actuar como se le dé la gana.
Cuando recibió el Nobel de la Paz, Elie Wiesel dijo en su discurso de aceptación: “La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio anima al torturador, nunca al atormentado. A veces debemos intervenir. Cuando vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está en juego, las fronteras y las sensibilidades nacionales se vuelven irrelevantes.”
Wiesel hacía referencia en principio a las víctimas del Holocausto, pero no se concretaba a ello. Dijo también: “Cuando vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está en juego, las fronteras y las sensibilidades nacionales se vuelven irrelevantes. Dondequiera que hombres o mujeres sean perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar debe, en ese momento, convertirse en el centro del universo.”
Continuó Elie Wiesel: “Hay mucho por hacer, mucho se puede hacer. […]. Mientras un disidente esté en prisión, nuestra libertad no será verdadera. Mientras un niño pase hambre, nuestras vidas estarán llenas de angustia y vergüenza. Lo que todas estas víctimas necesitan sobre todo es saber que no están solas; que no las olvidamos, que cuando sus voces sean silenciadas les prestaremos la nuestra, que si bien su libertad depende de la nuestra, la calidad de nuestra libertad depende de la suya.”
Cuando Jesús dijo que “quien no está conmigo, está contra mí”, dijo algo incontrovertible. Él es el amor, el bien, y si en vez de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos lo evitamos, y, aun sin hacer el mal, favorecemos a este. La indiferencia ante la necesidad humana, la neutralidad, son inaceptables. En cuestiones de moral no hay términos medios.
Wiesel tenía razón, y él lo vivió como judío en campo de concentración, en donde los nazis cometieron contra sus prisioneros judíos y de otros orígenes las mayores atrocidades, que para una persona que no las ha vivido o conocido, le resultan inimaginables. Y, lamentablemente, el mundo que vivimos está lleno de atrocidades que pasan desapercibidas por indolencia, desinterés o hasta por simpatía por los malvados.
Guerras que matan inocentes y destruyen sus bienes, guerras por el poder cueste lo que cueste, siempre que ese costo lo paguen otros, no los agresores. La palabra "genocidio" a muchos les parece asunto de diccionario o de historia antigua, pero el mundo en diferentes partes los está viviendo. En África sigue habiendo guerras de exterminio tribal, por ejemplo. Las persecuciones religiosas se viven, en especial en naciones musulmanas.
En los años de la gran persecución religiosa en México, 1926-29, activistas en defensa de la libertad religiosa, frente a los ataques de gobiernos anticristianos, identificados como el comunismo por el color rojo, dijeron: “Blanco (procristiano) o rojo (anticristiano), pero no rosa”. En estos casos aplica perfectamente la sentencia de Jesús: “quien no está conmigo, está contra mí”, porque la neutralidad no vale.
Nuestro mundo sufre muchas acciones anticristianas y contra los grandes valores milenarios de la humanidad, comenzando por el derecho a la vida. Y mucho de ello se lleva a cabo en nuestros medios, nuestras patrias y hasta a nivel internacional. Cada vez más los ataques en contra de los valores del cristianismo son más fuertes; la defensa de conductas torcidas no solamente pide silencio, sino apoyo en leyes que las favorecen. Y ante estos hechos no debemos quedarnos callados y dejarlos pasar mientras miramos hacia otro lado. El silencio ante la destrucción de personas, bienes y valores humanos es connivencia.
En México, como en otros varios países, tenemos muchas víctimas de la violencia y demasiada inacción, silencio que encubre, demasiada indiferencia de gobernantes que ven la diaria violencia en homicidios, desapariciones forzadas, extorsiones y destrucción de bienes, aunado a libertades de expresión y movilización conculcadas, tanto por autoridades como por delincuentes. Y ante todo ello, callarse es una forma de apoyo. Aplica el dicho de que “el que calla, otorga”.
Es importante que cada ciudadano, cada persona digna hable, no calle. Algo que se puede hacer en los medios familiares, de trabajo, de comunidades y de organizaciones sociales, esas que salen en defensa de los derechos humanos. Las presiones que se hacen en manifestaciones, recolección de firmas exigiendo justicia y levantando la voz en medios tanto de difusión que se atreven a enfrentar a la dictadura oficial como en redes sociales. A través del mundo, estas acciones han llegado a tener buenos resultados.
Pensemos en las nobles “madres buscadoras”, que han sido denostadas porque su actividad ha sacado a relucir las fallas y connivencias criminales de las autoridades. ¿Qué podemos hacer, ir con ellas con pico y pala a buscar fosas clandestinas? No, muy difícil, pero sí podemos expresarnos en su defensa en la forma que cada uno pueda, y apoyando a quienes, organizada y socialmente, las están defendiendo. Y en otros casos hay que ser “voz de los que no tienen voz”.
Mucho, pero mucho que hacer para las buenas conciencias, para no quedarse calladas, inactivas, sabedoras de que la indiferencia real o fingida es connivencia con el mal.


