San Joaquín y Santa Ana
Los que oyen la palabra del Dios y la entienden, ésos son los que dan fruto
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Hay parábolas que no necesitarían mucha explicación pero, para que no quede ninguna duda, el Señor Jesús hace una muy clara aplicación a los discípulos y ahora a nosotros sólo nos queda asumirla con sinceridad y valentía.
Me contemplo en este día como un campo sembrado por la Palabra de Dios que es gratuidad, esperanza y amor. Aunque me he transformado en erial y tierra llena de contrariedades, el Señor nunca ha rehusado llenarme de su amor y darme su Palabra. Palabra de paz que llega en los momentos de mayor confusión; palabra de perdón cuando me veo abrumado por el pecado; palabra de esperanza en los momentos de desaliento; palabra siempre abierta a una respuesta, a pesar de mis egoísmos, mi cerrazón y mi negatividad. Y ahí está siempre el Señor dispuesto a volver a entablar el diálogo, a esperar mi respuesta, a seguir buscándome.
Los tipos de tierra o forma de recibir la palabra, tengo que reconocer, son todos, un reflejo de lo que ha sido mi actitud a lo largo de la vida. Hay momentos en que no he permitido entrar en mi corazón la palabra del Reino, que las prisas, los temores, mis carreras, han dejado que quede en caminos donde pronto se la lleva el viento y nada queda en mi interior. Por ser camino sin compromiso, perdón, Señor.
Otras ocasiones, es verdad que me entusiasma la palabra, me descubre un mundo nuevo, me ilusiona y me llena de sueños ,pero soy inconstante, me dan temor algunos compromisos, cedo ante la pereza o ante el temor a los compromisos. Por ser tierra llena de pedruscos, perdón, Señor. ¿Quién no se ha justificado de la falta de respuesta o compromiso ante la palabra? Yo también lo he hecho anteponiendo intereses, comodidades, pensamientos propios… Por ser tierra que se ahoga entre las piedras de la ambición y del placer, perdón, Señor.
Sin embargo también tengo que reconocer que ha habido momentos llenos de alegría, de entrega plena, de compromiso serio y que la Palabra, sin mucho mérito mío, sino por pura misericordia de Dios, ha dado frutos. A veces incalculables frutos, a veces pocos, pero alentadores, frutos.
Por eso hoy elevo mi canto agradecido: gracias por los frutos de una tierra fértil. Gracias, Señor… Quedan en mi corazón resonando las palabras de Jesús para continuar con atención y reconocer qué clase de tierra soy en este momento. El sembrador, sigue con ilusión depositando la Palabra del Reino en mi corazón.