Santiago, apóstol
Beberán mi cáliz
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Representado en su caballo, Señor Santiago, es uno de los santos más populares en nuestras comunidades. Pero muchos están lejos de acercarse a su vida y a su decisión de seguir a Jesús. Un día decidió seguirlo y abandonó barcas y redes para irse tras las huellas del Nazareno. ¿Qué habría en su corazón? Seguramente lo habría impactado su presencia, lo coherente que era con su predicación y también sus milagros.
¿Que tendría muchas cosas que purificar en su seguimiento? Lo entendemos perfectamente al escuchar el relato que nos ofrece San Mateo. Escondido entre las súplicas y ternura de la madre, aparece junto a Juan ambicionando los primeros puestos y solicitando privilegios. Sí, pero era el inicio de un largo proceso de conversión y de cambio. Las palabras de Jesús debieron sonar en parte como a reproche, en parte como a reto. Indudablemente había ambiciones y deseos de grandeza muy al estilo de todos los de su tiempo.
No podría separar las naturales apetencias de poder y de riqueza, de un sincero reconocimiento a la vida ejemplar del Maestro. También los otros discípulos manifiestan estas ambiciones y se dejan llevar por la competencia y las descalificaciones. El Maestro les dice sus sabias palabras, que ahora resuenan con mayor importancia: “Los jefes de los pueblos los tiranizan… no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva”.
Enseñanza de una profundidad sublime que bien podría hoy quitarnos tantas zozobras y tantas luchas de poder; tantas mentiras y tantos crímenes, en aras de manifestar la propia fuerza. El servicio como señal del seguimiento de Jesús lo fue poco a poco aprendiendo Santiago y así tuvo lugar privilegiado en muchos de los acontecimientos de la vida del Maestro. Pero también lo tuvo en su martirio al ser el primero de los discípulos en derramar su sangre a causa del Evangelio.
Que hoy aprendamos de Santiago este deseo de cosas mayores, esta enseñanza del servicio y la fidelidad a Jesús hasta derramar la sangre.