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Santo Tomás, Apóstol

¡Señor mío y Dios mío!
Meditación al Evangelio 3 de julio de 2024 (video)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Célebre sea hecho el dicho que brota de la actitud de Santo Tomás: “Yo hasta no ver, no creer”. Pero quizás la más grande enseñanza sería precisamente lo contrario: “Después de haber visto, creer firmemente y con compromiso”. La señal que exige Tomás de meter sus dedos en “la llaga de los clavos y su mano en el costado” tiene una respuesta en Jesús que está dispuesto a ofrecer las pruebas con tal de que Tomás pueda estar seguro de que Cristo está vivo y resucitado. Una vez visto, Tomás se compromete en serio y con humildad reconoce a Jesús como su Dios y Señor.

Se hace fiel servidor del Evangelio y, como apóstol verdadero, lleva su mensaje por todas las partes. Esa es la misma misión del discípulo de Jesús: experimentar la resurrección del Señor y llevar el evangelio a todos los rincones. La resurrección tiene el presupuesto de la cruz. Las llagas, que pide tocar Tomás, nos hacen comprender que el que está vivo, es el mismo que fue crucificado. Hoy en un mundo escéptico y pragmático, se necesitan también las pruebas de que Cristo está resucitado y nosotros podemos ofrecerlas.

Nosotros tenemos que ser los hombres y mujeres de fe que se atrevan a desafiar las dudas de una sociedad que no quiere creer en nada y que sin embargo en su interior necesita seguridades que la sostengan. Nosotros hemos creído pero nuestra fe se hará creíble si logramos meter nuestra mano y nuestros dedos en las llagas del Cristo que ahora está sufriendo, en los dolores que brotan de la pobreza y de la miseria, en el compromiso serio de quien tiene la certeza de que Jesús ha resucitado.

Nuestra sociedad necesita fe para salir del bache de crisis en que ha caído por confiar demasiado en sus fuerzas y en los bienes materiales; nuestra sociedad necesita fe para superar las graves consecuencias de las luchas fratricidas que la tienen al borde de la desesperación. Y esa fe la podemos ofrecer quienes confiamos en Cristo resucitado, pero no será escudándonos en ella y aislándonos para no comprometernos, será metiendo las manos en las llagas de dolor que hoy atenazan a los más pequeños. Que también hoy sean nuestras las palabras de Tomas: “¡Señor mío y Dios mío!” Y que lo reconozcamos en los dolores de nuestra sociedad.







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