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El misterio del pecado va unido al de la redención en Cristo
Domingo X del Tiempo Ordinario - Ciclo B.


Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net



A. Lecturas:

1. Génesis 39-15: Cuando Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo: «¿Dónde estás?». Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?». Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí». El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí». El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

2. Salmo 129, 1b-2. 3-4. 5-7ab. 7cd-8: Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi Voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes temor.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.
Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

3. II Corintios 4, 13—5, 1: Hermanos: Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él. Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno. Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.

4. Marcos 3,20-35: “En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. Unos letrados de Jerusalén decían: -‘Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios’.
Él los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones: -‘¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se revela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre’.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: -‘Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan’.
Les contestó: -‘¿Quienes son mi madre y mis hermanos?’ Y, pasando la mirada por el corro, dijo: -‘Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre’”.



B. Comentario:

1. El Génesis nos habla del pecado, tema principal de las lecturas de hoy. La desnudez que deja, la vergüenza, como dice Adán a Dios: “y me escondí”. La desobediencia y echar la culpa a los demás, como dice uno del otro: “-La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí… -La serpiente me engañó y comí”. Y el anuncio de la redención, como le dice el Señor a “la serpiente” hablando de la mujer: “ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón. Quisiera ahondar en este relato, Señor, ver que con la pena de la mujer das también una promesa de victoria. La armonía del paraíso será un bien a alcanzar… el demonio ha sido astuto, su arma es el engaño sobre todo con el encumbramiento del "seréis como dioses". No se vieron dioses, sino desnudos, faltos de algo que tenían (comentario de “Biblia Litúrgica”).

La serpiente, mediante equívocos, verdades a medias y ligeros desplazamientos de sentido, consigue introducir en el corazón de la mujer, como una sombra, la sospecha de la envidia de Dios. Toma la serpiente los mandatos del Señor y les cambia el sentido para levantar la “sospecha” sobre Dios. Exactamente como hemos visto en los perversos que cita el Evangelio… la astucia y la mentira sustituyen al afán de verdad, para conseguir un fin perverso: perder la confianza en Dios. También hay un castigo para la astucia: la serpiente es excluida de los restantes animales, vivirá pegada a la tierra, etc. (Anton Mas).

Vemos también que la vergüenza y el miedo son los signos de su ruptura de relaciones con el creador. Es el pecado que lo causa, como también causa la división entre él y ella. Estas son las penas que habrán de sufrir. Pero la maldición sólo recae directamente sobre la serpiente, no sobre el hombre o la mujer, que tienen un castigo por el pecado (A. Gil Modrego). Pero de la “mujer” que es María, la nueva Eva nacerá "el más fuerte", que aplastará la cabeza de la serpiente (“Eucaristía 1988”).

2. "Desde lo hondo, a ti grito, Señor", rezamos con el salmo de súplica. Es ante todo un "grito de esperanza", "el más hermoso canto de esperanza que jamás haya salido quizá del corazón del hombre" (M. Mannati). Jesús, no solamente has rezado este salmo de perdón sino que lo has encarnado en tu propia persona: eres el "grito" del pecador, nuestra esperanza y redención.



El centinela tiene prisa para que acabe la noche, para descansar después de tanto tiempo en vela: "Mi alma espera al Señor más que un centinela a la aurora". Veo aquí, Señor, un hombre que sufre la realidad del pecado. Se siente hundido, apartado de Ti, inquieto por mil remordimientos. Pero junto al pecado hacer nacer en nosotros la confianza en tu infinita misericordia, en consonancia con lo que dirás en el Evangelio: "Animo, hijo, tus pecados te son perdonados" (Mt 9,2), y sobre todo la parábola del hijo pródigo: "Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti" (Lc 15,18). Este salmo es la oración de un corazón desolado, sumergido en un abismo de dolor y de tinieblas. Pero sobre este abismo brilla la certeza de una esperanza salvadora. Señor, sobre esta metáfora de las profundidades, del abismo, de la idea del ser desgraciado, hundido en las tinieblas, basas la esperanza segura de un centinela que aguarda, y acompañada también por la del esclavo que ansía su rescate total. San Pablo nos dirá: "donde abundó el delito sobreabundó la gracia" (Rm 5,20): el Señor "le redimirá de todos sus delitos".

3. Señor, nos hablas por San Pablo (2Co 4, 13-5, 1) de la esperanza, que nos llevará a la gloria pero que ya aquí nos compromete en la construcción de la armonía perdida por el pecado. Podemos considerar en poco las tribulaciones de hoy, que bien pueden soportarse con paciencia: "Una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria". No podemos ver tantas cosas que son verdad, y la esencia de nuestra vida. La fe nos da una visión de la vida llena de esperanza, una visión más completa, más realista, como decía A. Saint Exupery: "He aquí mi secreto que es muy simple: lo esencial es invisible para los ojos".

4. Hoy te prueban, Jesús, al sospechar de ti con palabras llenas de malicia, al mentir diciendo que haces las cosas por el demonio, al querer cambiar el bien y el mal y desfigurar cada cosa… al verte curar, dicen algunos de pensar que el bien se hace con un fin blasfemo que es en nombre del jefe de los demonios como Tú expulsas a los demonios. Tú les dices: -“¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir”. Por eso dirás que ese espíritu malévolo es pecar contra el Espíritu Santo, y que no tiene perdón porque mientras está presente niega la apertura al Reino: “Si Satanás se revela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido”. Y pones un ejemplo claro: “Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa”.

Pienso que quieres decirnos que quien siembra cizaña sobre lo bueno, desconfianza sobre las personas buenas, sobre Dios, esto mismo le impide abrirse a la verdad. Que quien ve en Dios al demonio, en los justos ve perversos, ya no tiene norte: “Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”. Palabras misteriosas, que no van contra la misericordia divina, pero que nos indican que mientras esté este obstáculo malicioso, no hay apertura a la verdad. En la película “King Kong”, se habla del malvado refiriéndose a “su habilidad infalible para destruir todo lo que ama.”

Jesús, no entiendo ese misterio del mal, por quiero seguir lo que dices a los que veían el demonio en el justo: “Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo”.

¿Qué es ese pecado, Jesús? Desacreditar las personas justas, ir contra todo lo de Dios y crear desconfianza en torno a ello, decir que son demoníacas... En un campo de exterminio, puede haber un ambiente tan perverso que se puede ver normal matar a gente por cosas pequeñas. Así en la historia ha habido concepciones equivocadas sobre la persona, graves atentados a la libertad, manipulaciones perversas y se pierde el norte con respecto al bien y al mal, como en el caso del nazismo, o la cultura anti-vida que admite los abortos, y de otros muchos males que han existido hasta hace pocos años como la esclavitud de los africanos, y nuevas formas de esclavitud. La presencia de Satanás destruye: es el espíritu de confusión, de alienación, de disgregación. La presencia de Cristo es la paz. Se trata entonces de una historia en la que el hombre se debate entre la salvación y la alienación.

Tenemos tentaciones de eliminar a los que no piensan como nosotros con las guerras, la fuerza, pero Jesús vence con la obediencia y el amor: la fuerza de Dios se hace presente en la disponibilidad de aquel que aceptó en el bautismo ser el Siervo que asume el peso del mal (Bruno Maggioni). "Este amor desinteresado de Cristo, dirigido a Dios y a los hombres confiados a él, desenmascara y vence al espíritu de egoísmo y le arranca el mundo del que estaba abusando. Este amor alcanza su plenitud en la cruz. En la cruz, esto es, con la pasión y la muerte, que en el fondo le habían preparado los mismos espíritus del mal, la arbitrariedad de Satanás se hunde ante el amor omnipotente de Dios, amor que soporta incluso la arbitrariedad en sus consecuencias. En la cruz queda derrotado el espíritu de la arbitrariedad. En la cruz de Cristo la fuerza de los espíritus del mal queda rota por la fuerza irrompible del amor que lo toma todo sobre sí" (J. Jeremías).

El pecado imperdonable niega y pisotea -a sabiendas- los derechos de los demás. La blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado que tiene lugar no sólo "sabiendo", sino sabiendo y "enmascarando", sabiendo y justificando, incluso distorsionando la misma manifestación de Dios para beneficio propio. Es el pecado cometido con los ojos abiertos y al mismo tiempo justificado, aceptado, racionalizado. Por eso es imperdonable, por estar justificado.

Los teólogos judíos distinguían entre pecados perdonables y pecados que no son perdonables, cometidos "con la mano alzada", por ejemplo contra el propio padre. O bien la perversa mentira, que lucha con odio criminal hasta acabar con la verdad, como hacen los escribas. No podemos decir que es obra del diablo lo que es obra de Dios. Y no podemos atribuir a Dios, al Espíritu de Dios, lo que es obra del mal y del egoísmo humano. Tenemos que andar muy atentos, muy despiertos, muy dispuestos a convertirnos siempre. Jesús lo espera de nosotros J. Lligadas- J. Gomis).

Quizá lo que da más pena de todo el relato es que “su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”. Ni la vista de los milagros, ni las victorias de Jesús sobre Satanás les hacen cambiar de parecer. Pero tú, Jesús, fundas una nueva familia; la pertenencia a esta es cuestión de libertad y no de lazos naturales, de escucha de la Palabra. El mal es vencido también aquí con lo que nos dices de dejar todo y preferirte, para tenerlo todo: "Si alguno quiere venir a mí, y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, o aun a su propia persona, no puede ser mi discípulo" (Lc 14,26). Nos hablas aquí de la fe, de tu verdadera familia, la de los que comparten tu vida. En la Misa vivimos este drama de la historia, pues la realización de esta obediencia constituye el contenido del sacrificio espiritual ofrecido en la Eucaristía (Maertens-Frisque).

Esta obediencia que vive de modo ejemplar santa María para cumplir, “con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno” (San Agustín).







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