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Santos Carlos Lwanga y compañeros mártires

Se apoderaron del Hijo, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña
Meditación al Evangelio 3 de junio de 2024 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



¿Tenemos nosotros la misma actitud que los escribas y ancianos que en lugar de reconocer la responsabilidad nos enojamos con Jesús? Es esta una de las parábolas más tremendas que narra Jesús y que describen de forma magistral la inconciencia de unas autoridades o de un pueblo; y la bondad y belleza del amor de nuestro Dios. La viña aparece en la literatura bíblica como el bien preciado, como el amor de Dios, como la novia que siempre soñó.

Pero esa viña es entregada a viñadores que la cuiden. No por descuido del dueño, sino por generosidad y confianza. Pero los viñadores lejos de dar los frutos esperados, se llenan de avaricia y olvidando al dueño, quieren apropiarse de la viña. Duro reproche a nuestro tiempo: nos hemos olvidado de la viña que nos había ofrecido el Señor, la hemos manipulado, vejado y estamos a punto de destruirla por completo. ¿Hablamos de nuestra Hermana Madre Tierra? Podríamos decir que sí, pero no sólo sino de todos los dones que el Señor ha puesto en nuestras manos.

Es indudable el deterioro que le hemos causado a la naturaleza, pero también hablamos de un pueblo oprimido, destruido, olvidado… alejado de su verdadero dueño. Duros reproches a las autoridades judías que se olvidan de su Señor, pero también duro reproche para cada uno de nosotros que no estamos ofreciendo frutos de armonía, de paz, de crecimiento, que la ambición ha malogrado y que en manos de unos pocos va quedando en la injusticia.

También podría tener esta parábola una aplicación personal: Dios me ama a más no poder ¿Qué frutos espera de mí el Señor? ¿Se los entrego o regateo, escondo y me torno en dueño déspota de mis propios dones? ¿Qué me dice esta parábola en sociedad y personalmente?







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