El Espíritu de la verdad los irá guiando hasta la verdad plena
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Las promesas de Jesús sobre una presencia del Espíritu que irá descubriendo nuevos caminos y horizontes, las encontramos realizadas muy claramente en la primera lectura. Donde se pensaría que no hay ningún rastro de la presencia del Dios que nos viene a presentar Jesús, San Pablo es capaz de descubrir no solamente rastros, sino una presencia y un culto que el pueblo de Atenas ha logrado tributar. Nuestro mundo parecería muy alejado de Dios, sin embargo, si estamos atentos, iremos descubriendo en los lugares más remotos, en las situaciones más críticas y en las personas que parecen más alejadas, una presencia de Dios.
Todos hemos sido testigos de personas que en medio de situaciones a veces hasta trágicas, son capaces de tener sentimientos de solidaridad, de justicia y de comprensión. Esto es obra del Espíritu. Todos hemos experimentado en los conflictos más angustiosos, que de repente aparecen soluciones que a veces vienen de donde menos las esperábamos. Jesús nos ha enseñado el camino, pero nosotros aún no somos capaces de conocerlo. Debemos tener una actitud siempre de escucha, de atención y de aprendizaje.
Es el Espíritu quien abrirá nuestras mentes y nuestros corazones para poder entender y vivir el Evangelio en nuestros días. Cada día debemos estar en búsqueda para descubrir qué es lo que nos enseña el Espíritu y qué actitudes exige de nosotros el Evangelio. Nos quejamos muy tristemente de las situaciones en que se desenvuelve nuestro mundo, pero cada situación, si estamos atentos al Espíritu, se convierte en un kairós, en una nueva oportunidad de gracia para vivir y anunciar el evangelio.
Si examinamos las situaciones más terribles, descubriremos que aún allí, hay una oportunidad y un reto para anunciar y vivir el evangelio. No tengamos miedo a los nuevos obstáculos y difíciles situaciones, el Espíritu nos ayudará a descubrir cómo vivir aquí el evangelio. Pero estemos abiertos al Espíritu. Vivir en el Espíritu, estar atentos a sus mociones y dejarnos guiar por sus luces nos darán no sólo paz y armonía, sino nuevos impulsos misioneros para llevar el Evangelio.
Es la gran herencia que Jesús deja a sus discípulos.