Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio a sus discípulos y también el pescado
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
La gran novedad de encontrarnos con Cristo Resucitado viene a cambiar todas las expectativas que tenía nuestra vida. Pedro retorna a sus ocupaciones cuotidianas y no está mal que lo haga, pero Jesús le pide que lo haga de un modo nuevo.
En toda una noche no han pescado nada. Es natural que haya el desaliento para quien no logra sus objetivos, pero Jesús propone que lo haga de nuevo, pero ahora en su nombre y a su estilo. Al amanecer se aparece Jesús y, aunque ellos no lo reconocen, da nuevas posibilidades ante el fracaso. Lanzar las redes en su nombre es abrir nuevas posibilidades a la esperanza, es negarse a asumir el fracaso como fin, es querer levantar nuevas ilusiones en nuestra manera de obrar.
Jesús Resucitado es quien nos ofrece estas nuevas posibilidades. Ciertamente volveremos a nuestras actividades diarias, pero con la nueva fortaleza del Resucitado. Juan lo reconoce, no solamente por la pesca milagrosa sino porque el amor lo hace descubrir al Maestro. Y lo comunica. La espontanea y atrevida acción de Pedro nos hace imaginar todo lo que significa la presencia de Jesús. Un gesto familiar y de amistad, nos ofrece Jesús en el fuego encendido, al ofrecer el pescado y el pan.
Este es el Jesús que desde lo cotidiano nos hace vivir de una nueva forma: dando esperanza, restaurando la ilusión, ofreciendo el pan y el pescado. Al encontrarnos hoy con Cristo Resucitado también nosotros despertemos la ilusión por retomar con mayor ahínco nuestros trabajos diarios, dándoles un nuevo sentido, y también nosotros seguir su ejemplo de ofrecer una hoguera que no se apague para quien se siente solo y abandonado, un pan y un pescado para quien sufre el hambre y el abandono.
Encontrarnos con Cristo nos llevará a compartir, a levantarnos y dar nuevos bríos a quien se siente decaído. Con Jesús podremos levantarnos y construir el mundo nuevo.