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Más allá de la violencia: La verdad oculta en las marchas del 8M
Al final, la historia que se cuenta es la que forma nuestra comprensión del mundo.


Por: Juan C. Arceo - Editor in Chief, Washington D.C. | Fuente: Catholic.net



En un mundo donde los titulares sensacionalistas a menudo capturan la atención del público, es fácil pasar por alto la esencia de eventos significativos como la marcha del 8 de marzo. A pesar de que decenas de miles de mujeres se unen en una demostración pacífica de solidaridad y fuerza, algunos medios de comunicación eligen destacar únicamente los actos aislados de violencia, oscureciendo el propósito y la paz que prevalecen en la mayoría de la manifestación.

La marcha del 8 de marzo, un símbolo de esperanza y de valorización para las mujeres alrededor del mundo, se convierte en blanco de narrativas distorsionadas. “El paso de las manifestaciones del 8M por el Día de la Mujer en México dejó actos de vandalismo…” es un ejemplo de cómo se puede tergiversar la realidad. Este enfoque en los pocos grupos violentos ignora la valentía y la determinación de las decenas de miles que marchan por un cambio positivo.

La subjetividad en la información no solo alimenta percepciones erróneas, sino que también desvirtúa la causa por la que tantas se han unido. La marcha es un llamado a la igualdad, a la justicia y al respeto; sin embargo, cuando algunos medios se centran exclusivamente en la violencia, el mensaje se pierde en el ruido de la controversia.

Es crucial que como sociedad exijamos una cobertura mediática que refleje la totalidad de los eventos. No se trata de ignorar los actos de violencia, sino de presentar una imagen completa que incluya tanto los aspectos negativos como los positivos. La responsabilidad de los medios es informar con integridad, mostrando la realidad en su conjunto y no solo las partes que generan más impacto visual o emocional o que formen parte de su propia agenda ideológica y radical.

Al final, la historia que se cuenta es la que forma nuestra comprensión del mundo. Si permitimos que la narrativa sea monopolizada por incidentes aislados, perdemos la oportunidad de apreciar la verdadera naturaleza de los movimientos sociales. Es hora de mirar más allá de los titulares y encontrar la verdad que yace en la paz y el propósito de las miles de voces que marchan juntas por una sociedad más digna para todos.



De los casos aislados vandálicos, que sí suceden, también hay que considerar el costo social y económico que implican. Las pintas en los monumentos históricos, ¿quién los paga? ¿De dónde saca el gobierno para pagar las reparaciones? De los impuestos de la gente. ¿De dónde sacan el dinero los templos agredidos con pintas? De las limosnas de la gente. Al final, los actos vandálicos tienen un costo personal (impuestos y limosnas). Los negocios con cristales rotos, ¿cómo lo costean? El cierre de negocios en ese día para evitar ser vandalizados, ¿cuántas pérdidas genera? Viéndolo a nivel general, que un negocio cierre aunque sea por un día, es una economía estancada, una pérdida para todos también.

Eso es lo que las autoridades civiles deberían considerar al ofrecer apoyos de orden público para evitar el vandalismo en las marchas. Y no querer equiparar a decenas de miles de manifestantes pacíficos en todo México que buscan un cambio positivo, con una o dos docenas de manifestantes sin principios ni valores cívicos.

Como medios de difusión, tenemos la grave responsabilidad de no encasillar a muchos por culpa de unos cuantos. Nuestros lectores merecen una información más objetiva y menos amarillista.







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