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De mercado a casa: una conversión cuaresmal
El Señor nos llama a hacer de nuestra vida un templo-casa, donde Él pueda habitar y donde podamos acoger a los demás


Por: Redacción | Fuente: Catholic.net



La Cuaresma es un tiempo de gracia y conversión, en el que somos invitados a revisar nuestra vida a la luz del Evangelio. El Evangelio nos presenta una escena que nos interpela: Jesús expulsa a los mercaderes del templo, denunciando la corrupción y el abuso que se habían instalado en el lugar sagrado. Jesús nos muestra que el templo debe ser una casa de oración y de comunión, no un mercado de intereses y de negocios. ¿Qué nos dice esta escena a nosotros hoy? ¿Qué conversión nos pide el Señor en este tiempo de Cuaresma?

El templo-mercado

El templo de Jerusalén era el centro de la religión judía, el lugar donde se ofrecían los sacrificios a Dios y se celebraban las fiestas. Sin embargo, con el tiempo, el templo se había convertido en un lugar de comercio, donde se vendían animales para los sacrificios y se cambiaba dinero para pagar el impuesto del templo. Los mercaderes y los cambistas se aprovechaban de la necesidad de los peregrinos y les cobraban precios abusivos, haciendo del templo un lugar de explotación y de injusticia. El templo-mercado representaba una religión formalista y superficial, que se reducía a cumplir unos ritos externos, sin implicar el corazón ni la vida. Una religión que buscaba el beneficio propio, sin importar el bien de los demás. Una religión que se alejaba de Dios y de los hermanos.

El templo-casa

Jesús llega al templo y se indigna al ver lo que allí sucede. Con autoridad y celo, expulsa a los mercaderes y a los cambistas, derriba las mesas y las sillas, y dice: «No hagan de la casa de mi Padre un mercado» (Jn 2,16). Jesús reivindica el verdadero sentido del templo, que es ser una casa de Dios y una casa para el hombre. El templo-casa representa una religión auténtica y profunda, que se basa en la relación personal y amorosa con Dios, que se expresa en la oración y en la adoración. Una religión que busca el bien común, que se preocupa por los pobres y los necesitados, que se manifiesta en la fraternidad y en el servicio. Una religión que se acerca a Dios y a los hermanos.



La conversión cuaresmal

La acción de Jesús en el templo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida. ¿Qué templo somos nosotros? ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra vida? ¿Qué lugar ocupan los demás en nuestra vida? ¿Somos templo-mercado o templo-casa? La Cuaresma es un tiempo propicio para hacer un examen de conciencia y para iniciar un camino de conversión. Un camino que nos lleve de ser templo-mercado a ser templo-casa. Un camino que implique tres dimensiones: la dimensión personal, la dimensión comunitaria y la dimensión social.

La dimensión personal

La conversión personal implica reconocer que somos templo de Dios, que Dios habita en nosotros por el bautismo y que nos llama a vivir en su presencia. Esto supone cultivar una relación íntima y confiada con Dios, a través de la oración, la lectura de la Palabra, la participación en los sacramentos, especialmente la eucaristía y la reconciliación. Implica también purificar nuestro corazón de todo lo que nos aleja de Dios, de todo pecado, de todo egoísmo, de toda idolatría. Implica, en definitiva, amar a Dios con todo nuestro ser y dejar que Él nos transforme a su imagen y semejanza.

La dimensión comunitaria



La conversión comunitaria implica reconocer que somos templo del Espíritu Santo, que el Espíritu Santo nos une como miembros de un mismo cuerpo, que es la Iglesia. Esto supone vivir la comunión con los hermanos, participando activamente en la vida de la comunidad, compartiendo los dones y los carismas que el Espíritu nos ha dado, apoyándonos unos a otros, perdonándonos y reconciliándonos. Implica también abrirnos a la diversidad y a la riqueza de la Iglesia universal, que es católica y apostólica, que acoge a todos los pueblos y culturas, que anuncia el Evangelio a toda criatura. Implica, en definitiva, amar a los hermanos como Cristo nos ha amado y dejar que el Espíritu nos haga uno en Él.

La dimensión social

La conversión social implica reconocer que somos templo del Padre, que el Padre nos ha creado a su imagen y semejanza, que somos hijos e hijas suyos y hermanos y hermanas entre nosotros. Esto supone vivir la solidaridad con los más pobres y marginados, comprometiéndonos con la justicia y la paz, defendiendo la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más vulnerables, cuidando la creación que el Padre nos ha confiado. Implica también colaborar con el proyecto de Dios para el mundo, que es el Reino de Dios, que es un reino de amor, de verdad, de libertad, de vida. Implica, en definitiva, amar al prójimo como a nosotros mismos y dejar que el Padre nos haga partícipes de su obra.

Tres formas de ser templo-casa en la vida cotidiana

En la vida familiar

La familia es el primer lugar donde podemos vivir la conversión cuaresmal, donde podemos hacer de nuestra casa un templo de Dios. Para ello, podemos:

  • Rezar juntos en familia, agradeciendo a Dios por sus dones, pidiéndole por nuestras necesidades, encomendándole a nuestros seres queridos, ofreciéndole nuestro día.
  • Compartir la vida en familia, dialogando con sinceridad, escuchando con atención, respetando las diferencias, apoyando las virtudes, corrigiendo los defectos, celebrando las alegrías, consolando las penas.
  • Servir a la familia, colaborando en las tareas del hogar, ayudando a los que más lo necesitan, renunciando a nuestros caprichos, perdonando las ofensas, sacrificando nuestro tiempo, dando nuestro amor.

En el trabajo

El trabajo es otro ámbito donde podemos vivir la conversión cuaresmal, donde podemos hacer de nuestro oficio un templo de Dios. Para ello, podemos:

  • Ofrecer nuestro trabajo a Dios, reconociendo que es un don y una vocación, haciendo todo lo mejor posible, buscando la excelencia y la calidad, siendo honestos y responsables, dando testimonio de nuestra fe.
  • Colaborar con nuestros compañeros de trabajo, creando un ambiente de armonía y de confianza, respetando las normas y los horarios, evitando los chismes y las críticas, reconociendo los méritos y los errores, ayudando a mejorar y a crecer.
  • Servir a la sociedad con nuestro trabajo, contribuyendo al bien común y al desarrollo humano, defendiendo la dignidad y los derechos de los trabajadores, siendo solidarios con los más pobres y excluidos, cuidando el medio ambiente y los recursos, promoviendo la justicia y la paz.

En el colegio

El colegio es otro espacio donde podemos vivir la conversión cuaresmal, donde podemos hacer de nuestra educación un templo de Dios. Para ello, podemos:

  • Estudiar con dedicación y con ilusión, aprovechando las oportunidades de aprendizaje, siendo curiosos y creativos, superando las dificultades y los fracasos, valorando el esfuerzo y el progreso, dando gracias a Dios por la sabiduría.
  • Convivir con nuestros compañeros y profesores, respetando las opiniones y las creencias, aceptando las diversidades y las culturas, dialogando con respeto y con apertura, participando en las actividades y en los proyectos, construyendo la amistad y la fraternidad.
  • Servir a la comunidad educativa, colaborando en las iniciativas solidarias, sensibilizando sobre los problemas sociales, comprometiéndose con las causas justas, siendo agentes de cambio y de esperanza, dando testimonio de nuestro amor a Dios y al prójimo.

(El presente texto tiene como base el Ángelus del Papa Francisco del 3 de marzo de 2024).







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