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Cuaresma: tiempo de apostolado y misión
La Iglesia crece no por proselitismo, crece por atracción.


Por: Redacción | Fuente: Catholic.net



Cuaresma: tiempo de apostolado y misión

La Cuaresma es un tiempo especial para los cristianos, un tiempo de conversión, de preparación, de renovación. Es también un tiempo de apostolado y de misión, de salir al encuentro de los demás con el mensaje de salvación que nos ofrece Jesucristo.

La Iglesia nace apostólica y misionera

La Iglesia no es una realidad estática, sino dinámica. La Iglesia nace de la iniciativa de Dios, que envía a su Hijo al mundo para reconciliarlo consigo mismo. La Iglesia nace de la respuesta de fe de los discípulos, que acogen el llamado de Jesús a seguirlo y a anunciar su Reino. La Iglesia nace apostólica y misionera, es decir, con la vocación de ser enviada por Jesús a continuar su obra en el mundo.

El apostolado y la misión no son actividades opcionales o secundarias para la Iglesia, sino su razón de ser. La Iglesia existe para evangelizar, para comunicar la Buena Noticia de que Dios nos ama y nos salva en Jesucristo. La Iglesia existe para ser signo e instrumento de la presencia y de la acción de Dios en la historia. La Iglesia existe para ser luz del mundo y sal de la tierra.



El peligro de perder el ardor apostólico

Sin embargo, puede suceder que el ardor apostólico, el deseo de alcanzar a los otros con el buen anuncio del Evangelio, disminuya, se vuelva tibio. A veces parece eclipsarse, son cristianos cerrados, no piensan en los demás. Pero cuando la vida cristiana pierde de vista el horizonte de la evangelización, el horizonte del anuncio, se enferma: se cierra en sí misma, se vuelve autorreferencial, se atrofia. Sin celo apostólico, la fe se marchita.

La Cuaresma es un tiempo propicio para examinar nuestra conciencia y preguntarnos: ¿cómo es nuestra relación con Dios? ¿cómo es nuestra relación con la Iglesia? ¿cómo es nuestra relación con los demás? ¿somos testigos de Cristo en nuestro ambiente? ¿somos agentes de transformación en el mundo? ¿somos colaboradores de la misión de la Iglesia?

La misión es el oxígeno de la vida cristiana

La misión es el oxígeno de la vida cristiana: la tonifica y la purifica. La misión nos ayuda a crecer en la fe, en la esperanza y en el amor. La misión nos ayuda a salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestra comodidad, de nuestra indiferencia. La misión nos ayuda a abrirnos a los demás, a sus necesidades, a sus sufrimientos, a sus alegrías. La misión nos ayuda a entrar en comunión con Dios, con la Iglesia y con la humanidad.



La Cuaresma es un tiempo favorable para renovar nuestro compromiso misionero, para responder al llamado de Cristo a hacer apostolado. No se trata de una tarea reservada a unos pocos, sino de una responsabilidad de todos los bautizados. Todos estamos llamados a ser discípulos misioneros, a ser testigos del Evangelio en el mundo.

La mirada de Jesús hacia los alejados

Podemos preguntarnos: ¿cómo es nuestra mirada hacia los otros? ¡Cuántas veces vemos los defectos y no las necesidades; cuántas veces etiquetamos a las personas por lo que hacen o lo que piensan! También como cristianos nos decimos: ¿es de los nuestros o no es de los nuestros? Esta no es la mirada de Jesús: Él mira siempre a cada uno con misericordia, es más, con predilección. Y los cristianos están llamados a hacer como Cristo, mirando como Él especialmente a los llamados “alejados”.

Los alejados son aquellos que por diversas razones se han distanciado de la Iglesia, de la fe, de Dios. Son aquellos que se sienten marginados, excluidos, rechazados. Son aquellos que buscan sentido, esperanza, felicidad. Son aquellos que necesitan experimentar el amor de Dios, el perdón de Dios, la salvación de Dios.

La Cuaresma es un tiempo oportuno para acercarnos a los alejados, para tenderles la mano, para escucharlos, para acompañarlos, para invitarlos. No se trata de imponerles nuestra verdad, sino de compartirles nuestra experiencia. No se trata de convencerlos, sino de testimoniarles. No se trata de juzgarlos, sino de acogerlos.

La llamada de Jesús a los pecadores

De hecho, el pasaje de la llamada de Mateo se concluye con Jesús que dice: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (v. 13). Y si cada uno de nosotros se siente justo, Jesús está lejos, Él se acerca a nuestros límites y a nuestras miserias, para sanarnos. Este es el mensaje para nosotros: no debemos esperar ser perfectos y tener hecho un largo camino detrás de Jesús para testimoniarlo; nuestro anuncio empieza hoy, ahí donde vivimos. Y no empieza tratando de convencer a los otros, convencer no: sino testimoniando cada día la belleza del Amor que nos ha mirado y nos ha levantado y será esta belleza, comunicar esta belleza la que convenza a la gente, no comunicarnos nosotros, sino al mismo Señor. Nosotros somos los que anuncian al Señor, no nos anunciamos a nosotros mismos, ni anunciamos un partido político, una ideología, no: anunciamos a Jesús. Es necesario poner en contacto a Jesús con la gente, sin convencerles, sino dejar que el Señor convenza. La Iglesia crece no por proselitismo, crece por atracción.

La Cuaresma es un tiempo propicio para reconocernos pecadores, para arrepentirnos, para pedir perdón, para recibir la misericordia de Dios. La Cuaresma es un tiempo propicio para agradecer el don de la gracia, para celebrar la reconciliación, para vivir la alegría del Evangelio. La Cuaresma es un tiempo propicio para anunciar con nuestra vida que Jesús es el Señor, que Jesús nos ama, que Jesús nos salva.

¿Cómo podemos ser misionero y hacer apostolado en mi vida diaria, en mi familia, en mi escuela, en mi trabajo?

  • Ser misionero y hacer apostolado en la vida diaria significa vivir según el Evangelio, es decir, según el amor de Dios que se manifiesta en Jesucristo. Significa ser coherente entre lo que se cree y lo que se hace, entre lo que se dice y lo que se vive. Significa ser sal y luz para los demás, es decir, dar sabor y sentido a la vida, iluminar y orientar con el ejemplo, la palabra y el testimonio.
  • Ser misionero y hacer apostolado en la familia significa cultivar el amor, la unidad, el respeto, la comunicación, el perdón, la oración, el servicio en el seno del hogar. Significa ser testigo de la fe y de la esperanza ante los esposos, los hijos, los padres, los hermanos, los abuelos y los demás familiares. Significa ser signo de la presencia de Dios y de su amor en la familia.
  • Ser misionero y hacer apostolado en la escuela significa aprovechar las oportunidades de aprendizaje, de crecimiento, de diálogo, de amistad, de solidaridad, de participación y de liderazgo que ofrece el ámbito educativo. Significa ser testigo de la verdad, de la justicia, de la paz, de la libertad, de la alegría y de la belleza ante los profesores, los compañeros, los amigos y los demás miembros de la comunidad educativa. Significa ser signo de la sabiduría de Dios y de su plan en la escuela.
  • Ser misionero y hacer apostolado en el trabajo significa desempeñar las tareas y las responsabilidades con profesionalismo, con honestidad, con creatividad, con eficiencia, con colaboración y con compromiso. Significa ser testigo de la dignidad, de la vocación, de la ética, de la solidaridad, de la fraternidad y de la caridad ante los colegas, los clientes, los proveedores y los demás actores del mundo laboral. Significa ser signo de la providencia de Dios y de su bendición en el trabajo.

(Reflexión basada en la catequesis del Papa Francisco sobre La llamada al apostolado).







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