El Evangelio en el «hoy»: una llamada a la conversión cuaresmal
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
Testigos de Cristo en las cruces del camino
La Cuaresma es un tiempo de gracia y de preparación para celebrar la Pascua, el misterio central de nuestra fe. Es también una oportunidad para renovar nuestra adhesión al Evangelio, el anuncio de la buena noticia de Jesucristo, que es vida, amor, perdón, misericordia, generosidad. Pero, ¿cómo vivir el Evangelio en el hoy, en medio de una cultura que parece alejarse de Dios y de los valores del Reino? ¿Cómo ser testigos de Cristo en los cruces de los caminos de nuestra sociedad, donde se juega el destino de la humanidad?
El hoy: un desafío y un don
Casi siempre se oye hablar mal del hoy. Cierto, entre guerras, cambios climáticos, injusticias planetarias y migraciones, crisis de la familia y de la esperanza, no faltan motivos de preocupación. En general, el hoy parece habitado por una cultura que pone al individuo por encima de todo y la técnica en el centro de todo, con su capacidad de resolver muchos problemas y sus gigantescos progresos en muchos campos. Pero al mismo tiempo esta cultura del progreso técnico-individual lleva a afirmar una libertad que no quiere ponerse límites y se muestra indiferente hacia quien se queda atrás. Y así entrega las grandes aspiraciones humanas a las lógicas a menudo voraces de la economía, con una visión de la vida que descarta a quien no produce y le cuesta mirar más allá del inmanente. Podríamos incluso decir que nos encontramos en la primera civilización de la historia que globalmente trata de organizar una sociedad humana sin la presencia de Dios, concentrándose en enormes ciudades que se mantienen horizontales, aunque tengan rascacielos vertiginosos. También hoy la cohesión, más que la fraternidad y la paz, se basa a menudo en la ambición, en los nacionalismos, la homologación, en estructuras técnico-económicas que inculcan la persuasión que Dios sea insignificante e inútil: no tanto porque se busca un algo más de saber, sino sobre todo por un algo más de poder. Es una tentación que impregna los grandes desafíos de la cultura actual.
Sin embargo, no podemos caer en el pesimismo ni en la resignación. El hoy también es un don, una oportunidad, una llamada. Es el tiempo que Dios nos ha dado para vivir y para anunciar su amor. Es el espacio donde Dios actúa y nos invita a colaborar con él. Es el lugar donde podemos encontrar a Cristo y seguirlo. Es el escenario donde podemos ser sal y luz del mundo, fermento y semilla de una nueva humanidad. Es el momento de la gracia y de la conversión.
El Evangelio: una propuesta y una exigencia
El Evangelio es la buena noticia que Dios nos ha revelado en Jesucristo, su Hijo hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros. El Evangelio es la palabra de Dios que ilumina, orienta y transforma nuestra vida. El Evangelio es el anuncio de que Dios nos ama, nos perdona, nos salva, nos llama, nos envía. El Evangelio es la propuesta de un camino de seguimiento de Jesús, que implica una adhesión personal, una comunión fraterna y una misión evangelizadora. El Evangelio es la exigencia de una conversión continua, que nos lleva a renunciar al pecado, al egoísmo, a la indiferencia, al conformismo, y a abrazar la gracia, el amor, la misericordia, la generosidad, la santidad.
Vivir el Evangelio no es algo opcional ni superficial para el cristiano. Es lo esencial y lo radical. Es lo que da sentido y plenitud a nuestra existencia. Es lo que nos hace discípulos y misioneros de Cristo. Es lo que nos hace testigos de la esperanza.
La Cuaresma: un tiempo y un camino
La Cuaresma es el tiempo litúrgico que nos prepara para celebrar la Pascua, el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, que nos ha liberado del pecado y de la muerte y nos ha abierto las puertas de la vida eterna. La Cuaresma es también un camino espiritual que nos invita a profundizar en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. La Cuaresma es una ocasión para revisar nuestra vida a la luz del Evangelio y para renovar nuestro compromiso bautismal. La Cuaresma es una escuela de conversión, donde aprendemos a dejarnos guiar por el Espíritu Santo, que nos conduce al desierto para purificarnos, y nos lleva al monte para transfigurarnos.
La Cuaresma tiene tres dimensiones fundamentales: la oración, el ayuno y la limosna. La oración es el diálogo con Dios, que nos permite escuchar su voz, conocer su voluntad y responder a su amor. El ayuno es la renuncia a lo superfluo, que nos ayuda a liberarnos de la esclavitud de las cosas, de las pasiones y de los ídolos. La limosna es el compartir con los pobres, que nos hace solidarios con los que sufren y nos abre al don de Dios. Estas tres prácticas nos ayudan a vivir el Evangelio en el hoy, a sintonizar con el corazón de Dios y a ser más sensibles a las necesidades de los hermanos.
El anuncio: una tarea y una alegría
El anuncio del Evangelio es la tarea primordial de la Iglesia, que existe para evangelizar. Es también la alegría más grande de los cristianos, que han experimentado el amor de Dios y quieren comunicarlo a los demás. El anuncio del Evangelio es la respuesta a la misión que Jesús nos ha confiado: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15). El anuncio del Evangelio es la colaboración con el plan de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4).
Pero, ¿cómo anunciar el Evangelio en el hoy? ¿Qué medios, qué métodos, qué lenguajes usar? ¿Qué desafíos, qué dificultades, qué oportunidades se presentan? Estas son preguntas que nos interpelan como Iglesia y como discípulos misioneros. No hay respuestas fáciles ni recetas mágicas. Pero hay algunas pistas que podemos seguir, inspirándonos en el ejemplo de Jesús y de los primeros cristianos.
El testimonio: una condición y una fuerza
La primera y más importante forma de anunciar el Evangelio es el testimonio. Una verdad no se vuelve más creíble porque se levante la voz al decirla, sino porque se testimonia con la vida. El celo apostólico nunca es una simple repetición de un estilo adquirido, sino testimonio de que el Evangelio está vivo hoy aquí para nosotros. El testimonio es la condición para que el anuncio sea creíble y eficaz. El testimonio es también la fuerza que impulsa el anuncio, porque nace de la experiencia personal de Dios y del deseo de compartirlo con los demás.
Testimoniar el Evangelio significa vivir coherentemente con lo que creemos y proclamamos. Significa ser fieles a la persona de Jesús y a su mensaje de salvación. Significa ser transparentes a la acción del Espíritu Santo, que nos transforma y nos hace testigos. Significa ser signos de contradicción en el mundo, que nos pide ser sal y luz, levadura y semilla. Significa ser santos en el hoy, que nos llama a ser discípulos y misioneros.
¿Cómo puedo aplicar eso de vivir la fe hoy en un día ordinario?
Vivir la fe hoy en un día ordinario es un desafío y una oportunidad. Es un desafío porque el mundo nos presenta muchas distracciones, tentaciones y dificultades que pueden alejarnos de Dios y de su voluntad. Es una oportunidad porque el mundo también nos ofrece muchas ocasiones de encontrarnos con Dios y de servirlo en los demás, especialmente en los más necesitados.
* Comienza el día con una oración de agradecimiento y de ofrecimiento a Dios. Pídele que te acompañe, te guíe y te bendiga en todo lo que hagas.
* Dedica un tiempo a la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Puedes usar el Evangelio del día o algún otro texto bíblico que te inspire. Deja que la Palabra te hable, te cuestione y te anime.
* Busca momentos de silencio y de recogimiento a lo largo del día. Aprovecha las pausas, los desplazamientos, las esperas, para hacer un examen de conciencia, para dialogar con Dios, para pedirle perdón o ayuda, para alabarle o agradecerle.
* Realiza tus actividades cotidianas con amor, con responsabilidad, con alegría. Ofrece a Dios tu trabajo, tu estudio, tu descanso, tu ocio. Haz todo para su gloria y para el bien de los demás.
* Sé atento y disponible con las personas que te rodean. Escúchalas, acógelas, ayúdalas, respétalas, perdónalas. Trata de ver a Cristo en cada una de ellas y de ser Cristo para cada una de ellas.
* Practica la caridad con los más pobres y los más sufrientes. Puedes colaborar con alguna obra social, con alguna parroquia, con alguna ONG, o simplemente con algún gesto de generosidad, de solidaridad, de compasión.
* Termina el día con una oración de acción de gracias y de confianza en Dios. Repasa lo que ha sido el día, reconoce sus luces y sus sombras, agradece sus dones y sus pruebas, encomienda tus necesidades y tus sueños.
Estas son algunas sugerencias que pueden ayudarte a vivir la fe hoy en un día ordinario. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de hacer las cosas ordinarias de forma extraordinaria, con el amor de Dios y el anuncio del Evangelio.
(Una reflexión basada en la catequesis del Papa Francisco sobre El anuncio es para hoy).