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Adviento: tiempo para encendernos en el amor
Firmes en la Fe para no dejarnos llevar por la marea de confusiones ideológicas.


Por: Mons. Jorge Carlos Patrón Wong | Fuente: Semanario Alégrate



Un nuevo inicio va siempre cargado de muchas promesas y es un momento propicio para recuperar la energía y los motivos más nobles. Un nuevo inicio nos permite volver a vibrar, al reconocer con emoción quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, teniendo presente como cristianos que Dios nos llama, permanece fiel y nos impulsa en su camino.

En la vida cristiana comenzamos regularmente motivados a seguir los pasos de Cristo, pero con el transcurrir del tiempo nos vamos cansando y sin darnos cuenta llega el estancamiento, perdiendo el sentido original a las cosas de Dios.

Podemos dedicarnos tanto a las cosas de Dios, apasionarnos en la labor apostólica, al grado de llegar a olvidarnos del mismo Dios. Al final pueden quedar solo las tareas, las cosas que hacemos, pero viene a menos la relación con Dios que era lo que más cuidábamos y encendía nuestra alma, cuando tuvimos nuestro primer encuentro con Él.

Por eso, los directores espirituales utilizan la imagen del primer amor y nos proponen regresar a esa experiencia fundante. Hay tiempos en la vida en los que conviene activar la memoria del primer amor, recodar cómo se presentó Jesús en nuestra vida, cómo nos fue cambiando y de qué manera, a partir de su palabra, llegamos a tomar importantes decisiones en la vida.

Cuánto bien nos hace regresar al primer amor, remontarnos al momento que conocimos a Jesús, a aquella experiencia en la que lo percibimos tan bello que ya no quisimos dejarlo, al momento en el que nos supimos tan amados que sentimos la necesidad de corresponder al infinito amor del Señor.



Por la forma como Jesús impactó nuestra vida, en algún momento llegamos a decir: “ya no quiero vivir sin Jesús, ya no quiero apartarme de él”. El tiempo del adviento es un tiempo precisamente para regresar al primer amor, porque reconocemos que con el paso del tiempo nos hemos cansado y hemos desviado nuestro camino, llegando a probar el sufrimiento y la amargura por apartarnos de Dios.

Hay que tomar en cuenta la constatación que hace el profeta Isaías en la primera lectura: “¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte?... Nadie invocaba tu nombre nadie se levantaba para refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas. Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos”.

No es solo un lamento por el mal que se ha cometido, sino una súplica confiada, pues el profeta está convencido que esta oración será escuchada. Este es el mensaje del adviento que pone toda su esperanza en Dios porque su misericordia es infinita. A pesar de nuestros pecados e infidelidades, El sigue siendo nuestro alfarero y volverá a abrir caminos de salvación en los que regresemos al amor primero.

Además de esta esperanza que suscita el adviento, el Señor Jesús insiste en la vigilancia cristiana, pues, como constata el profeta Isaías, podemos alejarnos de Dios, perder el sentido de la fe y llegar a vivir de espaldas a Dios, olvidando su bondad, sus promesas y la alegría que trajo a nuestra vida.

Cuando descuidamos nuestra relación con Dios y dejamos de alimentar nuestra fe vamos cambiando los valores cristianos, ante la presión social y el empuje de tantas ideologías. Hay esposos que creen en la fidelidad, pero de repente cambian su percepción. Hay personas que creen en la justicia y en la honestidad, pero de repente se ven involucradas en actos de corrupción. Hay hermanos que creen en la providencia de Dios, pero de repente son atrapados por el miedo al futuro.



Al principio de la vida cristiana vemos la bondad y la belleza de los valores evangélicos, pero en la medida que descuidamos nuestra fe comienzan a pesar los criterios de este mundo que nos van arrebatando la visión evangélica.

De esta forma, vamos perdiendo ese fuego y la intensidad del amor.

El adviento nos ayuda a experimentar que la fe es arder en el deseo de Cristo, amarlo sobre todas las cosas .El adviento es un tiempo bello para reconocer dónde hace falta que Jesús venga a encendernos nuevamente.

En definitiva, el adviento es para encender el corazón en el amor a Cristo Jesús, para cimentarnos en la esperanza y para permanecer activos en el amor.

Encendamos la primera vela de la corona de adviento y preparémonos para experimentar de forma viva y personal la presencia permanente del amor de Dios en el nacimiento de nuestro Redentor. Firmes en la Fe para no dejarnos llevar por la marea de confusiones ideológicas. Vigilantes y sobrios para usar y no abusar de las cosas de este mundo, no echando raíces en esta tierra, donde todo desaparece. Sino viviendo bien despiertos ante las muchas formas como Cristo se hace presente en los sacramentos y en nuestros hermanos más necesitados que activan en nosotros la caridad y generosidad.







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