En el atardecer de nuestra vida, seremos juzgados por el amor
Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ | Fuente: Jesuitas de Colombia
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre y reciban el reino preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me dieron alojamiento; estuve sin ropa y me la dieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme.’ Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer, con sed y te dimos de beber, como forastero y te dimos alojamiento, sin ropa y te la dimos, enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron con uno de estos hermanos míos más humildes, conmigo lo hicieron.’ Luego dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre y no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; fui forastero y no me dieron alojamiento, estuve sin ropa y no me la dieron, enfermo y en la cárcel y no vinieron a visitarme.’ Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿Cuándo te vimos con hambre o con sed, como forastero, falto de ropa, enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’ Y el Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron con uno de estos hermanos míos más humildes, tampoco conmigo lo hicieron.’ Estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.» (Mateo 25, 31-46).
1.- “Se sentará en su trono glorioso y la gente de todas las naciones se reunirá delante de él”
El último domingo del año litúrgico la Iglesia celebra a Jesucristo como Rey del Universo. ¿Qué significado puede tener hoy esta celebración? Él en su vida terrena se negó a dejarse proclamar rey, presentándose en cambio como el servidor de todos, en especial de los pobres y necesitados. Justamente por ello reconocemos su soberanía, no en el sentido de los poderes terrenales, sino en el plano espiritual. En consecuencia, proclamar a Jesucristo como rey universal es relativizar todos los poderes de este mundo, porque las instituciones humanas no son fines en sí mismas, sino que deben orientarse a la realización del reino de Dios, que como lo dice el prefacio de la misa de hoy, es reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz.
En el Credo decimos que Cristo, después de su resurrección, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. La imagen del trono es empleada para expresar que Jesús resucitado participa plenamente de la gloria de Dios Padre, quien le ha dado el poder para reinar sobre el universo y aniquilar todos los poderes del mal, como dice el apóstol san Pablo en la segunda lectura (I Corintios, 15, 20-26).
2.- “Separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras…”
En la primera lectura, tomada del libro de Ezequiel (34, 11-17), este profeta del siglo VI a.C. usa la figura del pastor para referirse a Dios que guía a su pueblo “como el pastor que se preocupa por sus ovejas”, contrariamente a los jefes políticos y religiosos que habían incumplido su misión de servir como instrumentos de Dios para orientarlo por caminos de justicia. Esta misma imagen la encontramos en el Salmo 23 (22), propuesto como responsorial en la liturgia de este domingo: El Señor es mi pastor.
Y en los Evangelios, el mismo Jesús que se refriere a sí mismo como el buen pastor (Jn 10, 11-16), que no quiere que se pierda ninguna oveja y va en busca de la descarriada (Mt 18, 12-14), también es el que en la parábola del juicio final separa a las ovejas de las cabras (Mt 25, 32-33). En esta parábola las ovejas simbolizan la bondad y las cabras el mal, y su ubicación respectiva a la derecha y a la izquierda se relaciona con el uso que tenían los reyes de situar a su derecha a quienes recompensaban por sus méritos. Por eso se dice en la liturgia que Cristo resucitado está a la derecha del Padre.
3.- En el atardecer de nuestra vida, seremos juzgados por el amor
Esta frase de san Juan de la Cruz (1542-1591), la evoca santa Teresa de Calcuta (1910-1997) con el título de uno de sus libros: “Seremos juzgados sobre el amor”. Y dice el teólogo jesuita catalán Víctor Codina (1931-2023), recientemente fallecido: “El Padre ha dado a Jesús el encargo de juzgar a toda la humanidad (…) Pero este juicio de Jesús será no sólo sobre nuestras acciones sino también sobre nuestras omisiones (…). Sobre todo, esta última parábola del juicio final es una clara indicación de que Jesús se identifica con el pobre (el hambriento, el sediento, el sin hogar, el sin ropa, el enfermo, el encarcelado). Jesús nos juzgará sobre nuestra solidaridad para con los marginados. Más aún, podemos decir que dejará que los mismos pobres nos juzguen: ellos son la Corte Suprema de Justicia de la historia. No valdrán en aquel momento las buenas intenciones, ni los buenos deseos, ni siquiera los ritos o prácticas de devoción, sino únicamente nuestra acción concreta en solidaridad con los pobres de este mundo” (Nuestro Credo, 1986).
Jesús había dicho (Mt 7, 21-23): No todos los que me dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Aquel día muchos me dirán: “Señor, Señor, nosotros comunicamos mensajes en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros.” Entonces les contestaré: “Nunca los conocí; ¡aléjense de mí, malhechores! Y precisamente la voluntad de Dios es el amor de misericordia. Menuda sorpresa se llevará más de uno “aquel día”, cuando a los santurrones indiferentes a las necesidades del prójimo les sean dirigidas estas palabras, y en cambio, a quienes no fueron rezanderos ni andaban pregonando su fe, pero practicaron la misericordia con los necesitados, el Señor les diga: “Vengan, benditos de mi Padre”. Pero atención: no será este el caso de quienes por medio de obras benéficas con dineros mal habidos pretenden acallar sus conciencias o ganarse favores políticos, tal como lo hacen los capos o “padrinos” de las mafias. Lo correcto es obrar el bien en el marco de la justicia y la honestidad.
Seremos juzgados por el amor: el amor a Dios mostrado o no según hayamos tratado a nuestros prójimos sufrientes, con quienes Cristo mismo ha querido identificarse y solidarizarse. Revisemos nuestra vida a la luz de este criterio decisivo y pidámosle al Señor, a través de María santísima y de todos los santos, que nos ayude a tenerlo siempre presente, para que en nuestro encuentro definitivo con Él podamos escuchar también, dirigidas a nosotros, estas palabras suyas: “Vengan, benditos de mi Padre y reciban el reino preparado para ustedes…”.
Preguntas para la reflexión
- ¿Cómo relaciono esta parábola con lo que Jesús dice acerca de cuál es el mandamiento, principal?
- ¿Qué siento que me dice Jesús con su parábola del juicio final, en relación a cómo vivir mi fe?
- ¿A la luz de esta parábola, cuál percibo que debe ser mi posición con respecto a la relación entre la fe y las obras, en el sentido lo que es éticamente esencial en el comportamiento humano?