En la vida de la Iglesia ha quedado claro que octubre es el mes de las misiones. Precisamente, este mes coincide la celebración de la jornada mundial de las misiones (DOMUND), casi siempre tiene lugar el penúltimo domingo del mes de octubre. Esta jornada tiene una intención múltiple: hacer conciencia en los fieles la importancia de realizar la misión propia que Dios ha confiado a cada uno. Orar por los miles de misioneros que en diferentes lugares del mundo desgastan sus vidas llevando el evangelio y transformado las vidas de sus destinatarios. Y colaborar con las misiones.

Es importante que cada cristiano madure en la conciencia de su seguimiento de Cristo, pues en la mediada en que descubra la belleza de seguir al Señor, comenzará su lucha por alcanzar las libertades que Jesús le ofrece y podrá salir, con la ayuda de Dios, de la esclavitud del pecado. Pero, no se trata de inventar, con el exceso de una creatividad sin rumbo ni horizonte, cuál será la misión que Dios pone en las propias manos, la misión es una la de Jesús, y siempre que lo que cada uno realiza desde su ambiente contribuya a la misión de Jesús, entonces se está cumpliendo la voluntad del Padre.

El cristiano que va madurando en su vida de fe, toma conciencia de la importancia que tiene para él seguir al Señor, y esa alegría de su constante encuentro con Jesús es la que le permite salir de sí mismo para poner sus pies en camino, guiados por la alegría de su corazón a contar a los demás aquello que a él le ha cambiado su vida.

La celebración del Domingo mundial de las misiones renueva el compromiso personal de seguir a Jesús con radicalidad y entusiasmo, y coloca a cada uno en la misión del Hijo que implica la verdadera realización y la felicidad personal.