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Escuchemos a Dios en todo momento
Es muy importante que como católicos aprendamos a escuchar a todos aquellos que tienen diferentes opiniones y perspectivas.


Por: Bertha Leonor Galindo Gálvez | Fuente: Semanario Alégrate



“Yo soy Yahveh, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí.” Éxodo 20, 2-3

El primer mandamiento nos llama a escuchar a Dios con atención y a ponerlo en el centro de nuestras vidas. Esto significa que debemos atender a su voz, seguir su voluntad y obedecer sus preceptos y no permitir que ninguna otra cosa o persona ocupe el lugar que le corresponde a Él.

Para nosotros como sus hijos, la escucha es esencial para mantener una relación auténtica con Él y para crecer en la fe.

Esta práctica es fundamental en la vida de todos los creyentes. Prestar toda nuestra atención a las palabras del Padre es una habilidad que permite conectarnos con los demás, comprender sus necesidades y preocupaciones, y ofrecerles nuestro apoyo y compasión. De esta forma, esta capacidad adquiere una dimensión espiritual más profunda. Escuchar implica estar atentos a la voz del Creador en nuestra existencia y en la de los demás. Es a través de ella que podemos discernir Su voluntad y responder a ella de manera adecuada.

Juan 5, 19 “Jesús tomó la palabra y les dijo: En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace éste, eso también hace igualmente el Hijo”. Jesucristo nos enseñó el valor de siempre escuchar al Padre a través de sus acciones y sus palabras. Esta habilidad fue esencial para su ministerio y su misión de traer el amor y la salvación a la humanidad.



El Mesías dejó claro en varias ocasiones que su misión en la Tierra era llevar a cabo la voluntad del Altísimo.

El Redentor afirmaba que todo lo que hacía y decía era según las instrucciones de su Padre celestial, o sea obediencia a la voluntad divina y disposición para llevar a cabo Su propósito.

Ésta capacidad de oir con un corazón humilde y obediente es también un componente importante del sacramento de la Reconciliación. Al confesarnos con un sacerdote, estamos llamados a prestar atención a su consejo y dirección espiritual, y a responder con humildad y arrepentimiento. Pero para poder hacerlo verdaderamente, debemos estar dispuestos a dejar de lado nuestras propias ideas y prejuicios, y abrirnos a la perspectiva de los demás.

Es muy importante que como católicos aprendamos a escuchar a todos aquellos que tienen diferentes opiniones y perspectivas y busquemos privilegiar en todo momento el diálogo, la comprensión y la reconciliación mutua. Lo cual no significa que tengamos que estar de acuerdo con todo lo que oímos, pero sí que debemos estar abiertos a la posibilidad de que nuestras propias ideas puedan ser desafiadas y enriquecidas por la visión de los demás.









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