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24 de julio de 2023

Te pido una señal…
Santo Evangelio según san Mateo 12, 38-42. Lunes XVI del Tiempo Ordinario


Por: Iván González, LC | Fuente: somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ¿cómo puedo interesarme más por ti en un mundo que poco me habla de Ti? Tengo deseos, pero no encuentro muchos caminos para saciarlos. ¿Qué me queda hacer? Pedirte la gracia simplemente y ofrecerte nuevamente mi corazón. Llévame hacia ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 12, 38-42

En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos: “Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa”. Él les respondió: “Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra. Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás. La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Te pido una señal, Señor, pero en realidad no sé qué es lo que pido. Cuando te pido felicidad, me olvido del camino que me podría llevar a ella. Cuando te pido gozo, me olvido que quizá tendré que andar por el crisol. Cuando te pido paz, me olvido que quizá tendré que renunciar a lo que me la quita. Es extraño el camino de la cruz, pero aquellos que lo han recorrido, testimonian su plenitud.

Dame una señal. Muéstrame un prodigio. Estaré dispuesto a recibir con corazón abierto lo que Tú me quieras dar. No te pido que se haga mi voluntad, sino la tuya. Yo confío en ti, seguiré el camino que me muestres. ¿Será doloroso? Señor, si Tú me lo muestras, lo andaré con confianza. ¿Me cuesta aún confiar? Te pido la confianza y te pido la gracia de atreverme a dar siquiera el primer paso, en la dirección que me señales.

Señor, los fariseos te pedían una señal. Jamás se imaginaron que les sería dada la más grande: tu resurrección. Yo estaré abierto a las señales que me quieras regalar. Sean sencillas, sean difíciles de acoger, las buscaré, las recibiré y con todo lo que soy y tu gracia, las sabré agradecer.

«Cuándo y cuál… Siempre nos mueve la curiosidad: se quiere saber cuándo y recibir señales. Pero esta curiosidad a Jesús no le gusta. Por el contrario, él nos insta a no dejarnos engañar por los predicadores apocalípticos. El que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicaciones y a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa. Entre las muchas voces que se oyen, el Señor nos invita a distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu. Es importante distinguir la llamada llena de sabiduría que Dios nos dirige cada día del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores».
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2016).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy aceptaré la voluntad de Dios, aunque no concuerde con lo que yo quiero.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.




Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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