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24 de marzo de 2023

Libertad interior para que se manifiesten tus obras en mí
Santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30. Viernes IV de Cuaresma


Por: Paulina Tena González Méndez, CRC | Fuente: somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Padre bueno, a lo largo de esta semana he pedido con confianza que tus obras se puedan realizar en mi vida. Me pongo en tu presencia, creo que estás transformando todo lo que soy para poder acoger tu voluntad, para dejar que Tú hagas en mí. Te amo, Señor, y te ofrezco esta oración por la instauración de tu Reino y por… (di alguna intención que tengas).

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado». Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

“…Mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada”. Admiro tu valentía, admiro tu seguridad, admiro tu fortaleza. ¿Qué te sostenía en esos momentos en los que sabías que la gente te miraba y hablaban mal de ti? Sabías que estaban planeando matarte y continuabas tu predicación. Viviste entre alabanzas y rechazos, pero te mantuviste firme y llevaste adelante tu plan salvador.

Sí, Jesús, es tu libertad interior lo que te sostenía en esos momentos. Eres Tú quien me muestra lo que es la verdadera libertad que no depende de nada externo para realizarse; se vive en lo más profundo del interior. Es el centro que unifica y da vida porque me integra.

Es, como dice San Pablo, “la libertad de los hijos de Dios” que saben su identidad y es la roca sobre la que construyen su vida. Se saben amados por un amor incondicional, conocidos por Aquel que escruta las intenciones del corazón, sostenidos por el poder del Padre.

Permíteme contemplarte cada vez con más profundidad para ver cómo vivías esta libertad interior y pueda vivir respondiendo a mi identidad y a lo que Tú quieres obrar en mí y a través de mí. Que nada me frene, que tu mirada me impulse, que esta libertad me sostenga.

«Para mí, ¿quién es Jesucristo? ¿Cuál es el conocimiento que yo tengo de Jesucristo? Cuando digo que para mí Jesucristo es el Salvador, es así pero cada uno de nosotros debe responder también desde el corazón, lo que sabe y siente de Jesucristo, porque todos sabemos que es el Salvador del mundo, que es el Hijo de Dios, que ha venido a la tierra para salvarnos, y también podemos contar muchos pasajes del Evangelio. Pero queda la pregunta directa: para mí»¿quién es Jesucristo?».
(S.S. Francisco, Homilía del 6 de mayo de 2014).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En tu oración de la noche, pide luz al Espíritu Santo para que te deje ver en qué momentos del día pudiste actuar o no con la libertad de los hijos de Dios y pide la gracia para poder vivirlo al día siguiente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.




Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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