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A la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás
Meditación al Evangelio 1 de marzo de 2023 (audio)


Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net



Dicen los médicos que el primer paso para la curación de un enfermo es que la persona lo desee. Y para demostrar su deseo debe reconocerse enfermo. De otra forma, no aceptará ningún remedio, ni tomará ninguna medicina. Esto ha sido cierto para todos pero quizás los alcohólicos anónimos han sabido sacar más provecho ya que en su primer paso deben reconocerse impotentes frente al alcohol y derrotados por él. Ahí inicia su liberación.

Los contemporáneos de Jesús, al menos muchos de ellos como nos los muestra hoy el pasaje evangélico, se acercan a Jesús pero llenos de sí mismos y no necesitados de doctor. Piden señales pero no están dispuestos a aceptarlas. Así no se puede establecer una relación verdadera con Jesús. Por eso son las acusaciones fuertes de Jesús recordándoles que Nínive, la despreciada por el profeta Jonás, de la que no se esperaba su conversión, a la que se le predicó más por presión que por convencimiento, reconoció su pecado, hizo penitencia y oración, y se arrepintieron de su mala conducta.

Un profeta enviado a la fuerza que duda de su propia misión y sin embargo obtiene, contra sus propios deseos, la conversión de toda la ciudad. Y ahora aquí hay un profeta que ofrece el Reino de Dios pero poniendo de condición la conversión, que ofrece salvación, que se entrega voluntariamente para la vida de todos y es despreciado.

En los resultados de los últimos censos de población, alguien destacaba que los católicos habían descendido en porcentaje, y si eso parecería grave, es mucho más grave que muchos se declaran sin religión, sin Dios, sin creencia. Podría ser un reclamo a quienes de alguna forma representamos a la religión, pero también podría evidenciar una tendencia a ponernos a nosotros mismos como único centro y destino de todas las cosas. No reconocernos necesitados de Dios.

Hoy, dejemos nuestras protecciones y nuestras excusas, reconozcámonos necesitados de Dios. Acerquémonos a su presencia que sana, que da vida. Oremos en silencio y escuchemos sus palabras de amor. Hoy simplemente dejémonos amar por Dios. Rompamos nuestro caparazón de indiferencia y permitamos que nos hiera el amor de Jesús.










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