Nochebuena, la emoción de esperar a Jesús
Por: Celeste del Ángel | Fuente: Semanario Alégrate
El momento culmen de estas fechas decembrinas es el Natalicio de Jesús, el 25 de diciembre, porque ya tenemos hecho carne el verbo divino, causa de nuestra alegría. Pero igualmente importante es el día previo, el 24 de diciembre, donde celebramos las vísperas a la Navidad y nos regocijamos por la llegada de Él.
En el calendario litúrgico, la Nochebuena es la culminación de la jornada de Adviento, con la cual preparamos el camino para festejar la llegada de Nuestro Señor Jesucristo. En la antigüedad, a partir de la puesta de sol de la tarde anterior, existía esa emoción espiritual por el sentido de esa celebración hasta el punto de vivirla con más fervor que el propio día. Por ello, la Iglesia celebra especialmente las vigilias, tomándolas como un tiempo de recogimiento personal en la introspección que se facilita con la oscuridad de la noche, donde sólo se da el diálogo entre el Señor y nosotros. En la vigilia no dormimos como cualquier otra noche, estamos atentos a la hermosa llegada.
A la medianoche del 24 de diciembre se lleva a cabo la tradicional Misa de gallo que es una celebración religiosa que tiene lugar en los templos cristianos y que con toda solemnidad se oficia como antesala a la Navidad. El curioso nombre de esta celebración tiene su origen en la Roma del siglo V, donde el papa Sixto III instauró la costumbre de celebrar una vigilia nocturna antes de Navidad, «después de cantar el gallo» (expresión que viene dada por el hecho de que los romanos llamaban «canto del gallo» al inicio del día). Antes de degustar en nuestras casas podemos asistir a la parroquia de nuestra localidad y compartir del momento solemne con nuestro sacerdote o de lo contrario, seguir la transmisión del Vaticano que nos acerca a la celebración con el Papa Francisco, que en esta ocasión se adelantará a las 19:30 horas, tiempo de Roma, y que será en el interior de la Basílica de San Pedro.
Tradicionalmente, las familias católicas nos reunimos alrededor de la mesa a festejar con una cena, que simboliza la abundancia que nos trae el Redentor. Está de más mencionar el desfile de suculentos platillos que se preparan exprofeso para esta fecha, lo importante será siempre abrir la puerta y acoger a los seres queridos, visitantes lejanos, el amigo caído en desgracia o cualquiera que no tenga pan. Será un momento de reflexión en el que daremos gracias por nuestra salud, la de nuestros hijos, la de nuestro cónyuge que nos ha ayudado a construir esta familia y quizás, tras esta crisis sanitaria mundial que nos aqueja, rezar por los abuelos, padres y conocidos que ya gozan de la vida eterna.
Pero también debe de ser un momento de actuar y que toda esa comida no se quede únicamente en nuestra mesa, debemos tender la mano a los que no esperan una fastuosa cena, sino simplemente comer por subsistir. El brillo de estas fechas no debe cegarnos y olvidarnos de los más necesitados, ese es precisamente el mensaje que nos trae Jesús. Las viandas más elegantes no llenarán tu corazón si no has compartido como lo manda Él.