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Apostolado de la oración por los agonizantes que van a morir hoy
Todo por la salvación de las almas.


Por: Dr. Luis Béjar-Fuentes, BA,MSc,PhD | Fuente: Catholic.net



El DÍA DE HOY se presentarán ante la justicia divina en el orden de 170,000 almas de todas las  edades, religiones, razas y naciones; esto, calculado sobre la base de la población mundial  actual estimada en el orden de 7,900’000,000 millones de seres humanos según la ONU, antes  de cerrar el año 2022.

y del índice actual de mortalidad promedio mundial que se estima en el orden del 0.78%,  reportado por el Banco Mundial (https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.DYN.CDRT.IN).

Para dar una idea de la magnitud en términos numéricos al cotejar esta cantidad con grandes  aglomeraciones, sabemos que en el Estadio Azteca caben hasta 87,000 aficionados, por lo que  se requerirían comparativamente ¡casi 2 estadios llenos al día

Por tanto, el día de HOY se definirá en el juicio particular de cada uno de ellos (ver el Catecismo  de la Iglesia Católica CIC, 1021-1022), su destino por toda la eternidad: o el cielo "Venid,  benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación  del mundo" (Mt. 25, 34), en el entendido que muchos tendrán -o tendremos- que pasar por el  proceso de purificación final en el purgatorio (realidad espiritual respaldada en 11 pasajes de  la Biblia y sostenida y enseñada por la Tradición y el Magisterio, específicamente en el (CIC) Artículo 12, III, 1030-32); o bien en el infierno: “¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego  eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles!" (Mt. 25, 35), porque esa fue  su elección consciente rechazando las luces del Espíritu Santo: “Pero el que blasfeme contra el  Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno.” (Mc. 3, 29), por el abuso de su libre albedrío: "… yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia."  (Deut. 30, 15). 

¿Qué tan preparados estamos para enfrentar este momento crucial y definitivo? Si sabemos  que “el Señor quiere que todos se salven(1 Tm 2,1-8), pero al mismo tiempo está en nuestras  manos por medio de la Comunión de los Santos (CIC, Artículo 9, P.5, 946-948), poner nuestro  granito de arena con oraciones, sacrificios y ofrecimientos, aceptando Su divina voluntad y  pidiendo por cada uno de ellos día a día, orando sin cesar (Te 5, 17). 



Sabiendo que la esencia de Dios uno y trino es el amor “Dios es Amor” (Jn 4,16) y que Su  principal atributo es la misericordia (Dives in Misericordia, San Juan Pablo II), podemos  aprovechar el tesoro inagotable de gracias que nos entrega nuestra santa Madre Iglesia,  especialmente manteniendo el estado de gracia, ofreciendo la misa y comunión (tan  frecuentemente como pueda ser), el rezo del Rosario y de la Coronilla de la Misericordia. 

Todos conocemos del poder que tiene el rezo del santo rosario por el sinnúmero de milagros  atribuidos a la intercesión excepcional de nuestra Madre y Madre de la Iglesia a lo largo de la  historia, especialmente bajo la advocación de nuestra Señora del Rosario, a quien el Papa San  Juan Pablo II -haciendo eco a siglos de veneración- la nombró como la (Omnipotentia supplex)  “Omnipotencia suplicante” (homilías 496 y 1099 entre otras). 

Asimismo, nuestro Señor ha querido darnos para estos últimos tiempos el don extraordinario  de la fiesta de la Divina Misericordia, que se celebra el primer domingo después de Pascua, misma que el día de la canonización de Santa Faustina Kowaslka, el 30 de abril de 2000, el Papa la instituyó para toda la Iglesia.

Algunas de las frases que Jesús le dictó a Santa Faustina que quedaron registradas en su Diario (30 veces menciona a los agonizantes), de las cuales se anotan sólo las 8 siguientes, estando  en letra negrilla las palabras de Jesús: 

“…Deseo, deseo la salvación de las almas; ayúdame, hija Mía, a salvar almas. Une tus  sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores” (D, 1032);  especialmente con el rezo de la Coronilla de la Misericordia. Oh, cuánto deberíamos rezar por  los agonizantes; aprovechemos la misericordia mientras es el tiempo de compasión. 



“Hoy he sentido cuánto deseaba oraciones cierta alma agonizante. Recé hasta sentir que ya  expiró. Oh, cuánta necesidad de plegarias tienen las almas agonizantes. Oh Jesús, inspira las  almas a rezar frecuentemente por los agonizantes” (D. 1015). 

“Por la mañana me he preparado para recibir la Santa Comunión como si fuera la última de mi  vida y después de la Santa Comunión me he imaginado la muerte real y he rezado oraciones  por los agonizantes” (D. 1343). 

El Señor me dijo: “Hija Mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta  coronilla que te he enseñado” (D. 1065). 

“…que los pecadores y especialmente las almas agonizantes recurran a Tu misericordia  obteniendo los indecibles frutos de esta misericordia” (D. 1680). 

“Acompaño frecuentemente a las almas agonizantes e impetro para ellas la confianza en la  Divina Misericordia y suplico a Dios la magnanimidad de la gracia de Dios que siempre triunfa” (D. 1698). 

“Para adquirir méritos por los sufrimientos, uniré mis sufrimientos a la Pasión del Señor Jesús  pidiendo gracia para las almas agonizantes a fin de que la misericordia de Dios las envuelva en  ese importante momento” (D. 1762). 

Dice Jesús: “Cualquiera que se acerque a ti, no puede retirarse sin confiar en esta  misericordia mía que tanto deseo para las almas. Reza, cuanto puedas, por los agonizantes,  impetra para ellos la confianza en Mi misericordia, porque son ellos los que más necesitan  la confianza quienes la tienen muy poca. Has de saber que la gracia de la salvación eterna de  algunas almas en el último momento dependió de tu oración. Tu conoces todo el abismo de  Mi misericordia…” (D. 1777). 

Acciones Concretas para este Apostolado. 

1. Realizar obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al  sediento, vestir al desnudo, visitar a los encarcelados, proteger a las personas sin hogar,  visitar a los enfermos y enterrar a los muertos.

2. Y las espirituales: enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, aconsejar al que  necesita, consolar al triste, perdonar las injurias, tolerar los errores con paciencia y orar  por los vivos agonizantes y difuntos. 

3. Orar por los agonizantes que van a Morir HOY, pudiendo ser con la siguiente jaculatoria: 

“Señor Jesucristo Hijo del Padre, que sea tu infinita misericordia la que reciba HOY a los  agonizantes que se presentarán ante Ti en su juicio particular, como última tabla de  salvación que definirá su destino eterno,” Amén. 

Algunos acostumbramos pedir misas frecuentes con esta intención específica, acudiendo a  nuestras parroquias, templos o congregaciones religiosas con algún donativo simbólico,  acompañado con la caridad fraterna de alcance universal al repetir: “Ten misericordia de  nosotros y del mundo entero”.







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