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Las parábolas de la misericordia
Jesús habla de Dios y al hacerlo, invariablemente lo hace de sí mismo.


Por: Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez | Fuente: Semanario Alégrate



¿Qué son las parábolas?

Un especialista en el tema de las parábolas de Jesús, las define como verdaderos diamantes que fueron engarzados en un contexto especial durante la fase más temprana de la transmisión, y después, en los evangelios (cfr. Lohfink Gerhard, las cuarenta parábolas de Jesús, Verbo Divino, España 2021). Esta es una imagen bellísima, cargada de un sentido más amplio que limitarlas como alegorías, comparaciones o cuentos con mensajes. Las parábolas, al mismo tiempo, expresan un valioso arte narrativo, hablan -sin andar por las ramas-, del corazón de la predicación de Jesús, su tema es el Reinado de Dios. Así pues, las parábolas son un vehículo que invariablemente conduce a Jesús, cada una de ellas desvela el misterio de Jesús.

Las parábolas de la misericordia

La Misericordia es una buena Noticia, es el corazón del evangelio de Cristo. Sin embargo, esta imagen constituyó un evangelio incómodo y molesto para algunas mentes. No fue nada agradable que Jesús viviera con profunda libertad la ley. A muchos “que se tenían por justos y despreciaban a los demás” les resultó desagradable el hecho de que Jesús no pusiera su distancia con los pecadores. Consideraban como verdadero sacrilegio hacerse llamar hijo de Dios. Era insólito que Dios pudiera actuar con tanto desenfado con quienes vivían al margen de la sociedad. Simplemente no tenía razón de ser que una enfermedad no fuera consecuencia del pecado, y sí un medio para la misericordia de Dios. La misericordia puede ser un evangelio molesto para los cristianos representados en el hijo mayor, los hermanos cobardes y recelosos que nunca salieron de casa ni le han pedido al padre un cabrito para invitar a los amigos.

Los que se tenían por justos y despreciaban



Los pecadores y los publicanos se le acercaban a Jesús para escucharlo, ante esto los fariseos y los escribas enfurecidos murmuraban de Él (cfr. Lc 15,1-3). Ellos son los destinatarios de las tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida (Lc 15, 4-7), la dracma perdida (Lc 15,8-10), el hijo pródigo (Lc 15,11-32). A los israelitas no les parecía correcto que Jesús tuviera un trato especial con los pecadores, esto era para ellos reprochable. Estas parábolas tienen la intención, por un lado, de justificar su conducta de Jesús y ganarse a sus adversarios. Jesús habla de Dios y al hacerlo, invariablemente lo hace de sí mismo.

La oveja cualquiera, una monedilla y un hijo vividor

La oveja que se perdió no tiene ningún rasgo especial por encima de las demás, no es el semental. La moneda que se pierde es sólo una, y el hijo que está perdido es el que se porta mal. No es el hermano ejemplar. Con todo esto, resalta la grandeza de Dios que busca con cuidado. Como afirma el padre Fones: “Dios es como una mujer que busca por todas partes hasta encontrar el tesoro que un día se le perdió. Dios es como una mujer que convoca a sus vecinas y celebra una gran fiesta por el hijo que volvió”. Unos son buscados y encontrados y otro, al experimentar el vacío, corre para dejarse abrazar por el Padre que le espera con amor.







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