Invitados al amor nuevo y creativo
Por: Mons. Jorge Carlos Patrón Wong | Fuente: Semanario Alégrate
Hay palabras que pueden habitarse como se habita una ciudad, palabras que ofrecen no sólo un refugio seguro sino el lugar donde queremos vivir. No cualquiera puede lograr ese efecto a través de sus palabras. Pero eso pasa cuando habla Nuestro Señor Jesucristo.
No puede pronunciar una palabra sin revelar un mundo que tanto anhelamos frente a la compleja realidad que estamos viviendo. Eso podemos destacar de tantas palabras y enseñanzas del Señor.
Basta hacer referencia a algunas de estas enseñanzas para vislumbrar el mundo que queremos habitar. Cuando Jesús se concibe y se presenta como el Buen Pastor, provoca que queramos formar parte de su rebaño. Cuando nos muestra sus heridas, cómo quisiéramos escondernos en sus llagas divinas. Y al dejarnos el mandamiento del amor deseamos hundirnos en su Sagrado Corazón, donde queremos estar, donde queremos sanar, donde queremos reinar con Él.
Jesús se compadecía de la gente y hablaba a la muchedumbre. Su cercanía y la bondad de sus palabras llegaban al corazón de los demás. Jesús ofrecía con su mensaje ese mundo anhelado e infundía consuelo y esperanza en la gente sencilla.
Pero el Señor también hablaba a las personas más cercanas, tenía palabras propias para sus discípulos, a quienes abría su corazón y revelaba la profundidad de sus enseñanzas.
Por eso, quedamos maravillados de las palabras que Jesús dice a sus apóstoles en la última cena, y valoramos la trascendencia y el alcance de este mensaje. Pero nos sorprendemos todavía más al saber que habla de esta manera un poco antes de morir y profundamente afectado por la traición de Judas.
Jesús nos deja el mandamiento del amor en un ambiente de traición y de dolor. Rompe la dinámica del mal y de la violencia al suplicarnos que el amor sea nuestra única respuesta, sobre todo frente a la maldad, la traición, la violencia y la indiferencia de los demás.
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado…” Estas palabras de Jesucristo se sienten como un testamento espiritual; es como la última predicación, la última lección que da a los apóstoles. Se trata de una enseñanza que recoge todo lo que vieron y escucharon en tres años, para comprometerlos a permanecer en lo más esencial de su camino: la vivencia del amor.
El amor libera, otorga la paz y la alegría. En cambio, el odio entristece, quita la paz y arruina la vida. Esta enseñanza la presenta como un mandamiento porque no solo invita, sino que compromete; no es solo exhortación sino un mandato. Viendo todo lo que causa el odio y la división da un mandato: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.
Jesús sabiéndose perseguido, amenazado y traicionado no se deja atrapar por la tristeza y el resentimiento, sino que con su testimonio llega a darnos ejemplo para que veamos que es posible el amor.
Podemos experimentar muchas injusticias, nos pueden desacreditar y difamar, pero si estamos unidos a Jesús no es imposible una respuesta desde el amor.
El mandato de Jesús es el único camino de la paz y la felicidad. Cuando amemos a los demás con el corazón de Cristo dejará de haber guerras, injusticias, pobreza, violencia y hambre en el mundo. Cuando amemos con el corazón de Cristo no dejaremos de ver lo bueno que hay en los demás, a pesar de sus errores, de sus pecados y descuidos.
De hecho, Dios nos ama no porque seamos buenos y virtuosos, sino que amándonos nos hace buenos. Por eso, su amor es creativo. El amor de Dios no verifica valores en nuestra vida, sino que los crea, es decir da valor amando. En cambio, nuestro amor es más reactivo que creativo, pues nos dejamos condicionar por la conducta de los demás: si es digno de estima, si lo merece. Es respuesta más que propuesta.
De esta manera, el amor asume un carácter de novedad. El odio, la venganza, la violencia, la indiferencia, el egoísmo son todas cosas viejas, pasadas de moda, y nos hacen envejecer y hacen envejecer al mundo. Son noticias consabidas, acciones repetitivas que no hacen progresar al mundo.
Sólo el amor es nuevo, inédito, capaz de crear, inventar situaciones nuevas, transformar radicalmente una realidad. Crea precisamente ese mundo que queremos construir y habitar para que se vea que somos discípulos de Jesús.