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El auténtico rostro de Jesucristo, 21 siglos después
Un caso más en el que la ciencia y la fe se complementan.


Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net



Es admirable la rápida expansión de la Iglesia inicial con una docena de hombres en absoluto capacitados para lo que les vino encima. Leyendo los documentos históricos, los Hechos de los Apóstoles, se desprende irrefutablemente que fue la acción directa de Dios, el Espíritu Santo, quien tomó, de forma descarada el gobierno de la Iglesia inicial.

No tiene explicación lógica que esos doce hombres, sin capacitación ni poder  alguno, y sus débiles discípulos fueran capaces, al cabo de unos siglos, de cambiar la cultura del poderoso Imperio Romano, de establecer los fundamentos de un cuerpo doctrinal y una organización que actualmente mantiene su solidez.

En épocas posteriores, la Iglesia, con todo un poder omnipresente, no fue capaz de crecer con ese ímpetu inicial. Por ejemplo, la Iglesia actual, con sus 20 siglos de experiencia, con todas las herramientas de comunicación y la riqueza de su  mensaje, simplemente sobrevive. No sabemos de qué manera estará ahora actuando el Espíritu Santo, pero sin duda lo hace.

A todos nos hubiera gustado conocer el rostro de Jesucristo. Todos los grandes personajes de la historia han tenido retratos o estatuas. Es una muestra de la escasa capacidad y visión histórica de esos primeros Doce no haber encargado a algún artesano del lugar una reproducción de la imagen de Cristo, pensando en los miles de millones de humanos que veníamos detrás. No eran conscientes del importante papel que estaban jugando en la historia de la humanidad.

Nos ha tocado imaginarnos, cada uno a nuestro gusto, como sería el rostro de Jesús, Si supieron los primeros cristianos narrarnos la breve historia, palabra y hechos de Cristo. Su personalidad está perfectamente descrita por los cuatro evangelistas pero, nos hubiera facilitado mucho conocer el rostro de Cristo a la hora de buscar su cercanía y amistad. Sabemos que su aspecto físico y su rostro debía ser parte de la autoridad y confianza que transmitió.



Y así han transcurrido más de 20 siglos, imaginando cada cual su rostro a nuestro gusto. Quizá eso ha sido lo más conveniente.

Nunca me han gustado tantas imágenes relamidas y cursis intentando representar a Cristo, así como no me ha gustado ver a Jesucristo representado por algún excelente actor en los muchos films que se han realizado sobre su vida y hechos.

He preferido, imaginármelo, suponerlo, a mi gusto, a mi manera.

Pero lo que no hicieron esos primeros Doce, resulta que la ciencia actual ha sido capaz de hacerlo. Quizás porque ahora necesitamos más de los hechos, de las realidades, porque tenemos una fe más débil.

Después de su martirio y muerte en la cruz, Cristo fue embalsamado y envuelto en una sábana, de acuerdo a las costumbres judías de la época, y su rostro fue cubierto con un lienzo.



Pues bien, Pedro y Juan vieron esa sábana desinflada y el lienzo del rostro depositado y doblado junto a la sábana. Los primeros cristianos guardaron ese tesoro.

Ahora resulta que las actuales técnicas nos han permitido, a partir de esa sábana y ese lienzo, conocer con precisión como es el cuerpo y el rostro de Jesucristo. Un caso más en el que la ciencia y la fe se complementan.

Indudablemente ese rostro recoge la expresión de autoridad y misericordia que esperamos encontrar en el Hijo de Dios. No sé si ese es el rostro que algunos imaginaban, pero a mí, personalmente, me convence, me ayuda.

También en las redes, gracias a la ciencia, podemos encontrar todo acerca de la Sábana Santa, o historia de la Santa Síndone y todos las investigaciones y congresos científicos realizados hasta la fecha.

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