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«Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz»
Reflexion del domingo V de Cuaresma - Ciclo C


Por: Roque Pérez Ribero | Fuente: Catholic.net



«El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2,7-8).

Celebramos hoy el domingo de Ramos y el Señor vuelve a hacer hincapié en la palabra que nos regalaba en la Eucaristía del domingo pasado. Aunque las fiestas más importantes que celebraremos en esta Semana Santa tienen lugar en el Triduo Pascual, hoy es un día importante en el que el Señor nos muestra el Camino hacia la Vida Eterna, hacia la Comunión plena con el Padre: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6).

Me ayuda mucho la Palabra de hoy, en la que se muestra el cumplimiento de la primera lectura, el Canto del Siervo de Dios, en nuestro Señor Jesucristo. Así, mientras rezaba con esta Palabra, se me hacía presente el amor oblativo de Cristo, que, tal y como dirá San Mateo: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

Porque si hay alguna palabra que grabe el Señor en mi corazón hoy es la gran humildad y la gran caridad de Jesucristo con cada uno de nosotros. Así, como dirá también San Pablo: «Conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza» (2 Co 8,9). Frente al sofisma del maligno, que sugiere que para realizarnos, para ser libres, para ser felices, es necesario e imprescindible hacer lo que uno crea conveniente, lo que desee tu ego, sin tener en cuenta más reglas que las que uno piense subjetivamente, (Gn 3,1-6), y las consecuencias que luego tenemos que vivir por obrar de esa forma: « Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos» (Gn 3,7), Jesucristo nos muestra cuánto nos ha amado, asumiendo Él las consecuencias de nuestros pecados: « A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él» (2 Co 5,21).

Porque no hay mayor pobreza en el ser humano que la de la incapacidad de amar, no poder salir de ti mismo, no poder donarte al otro, sino vivir la vida en función tuya. No hay mayor frustración que la de no poder amar. Y el Señor no ha permanecido indiferente ante esta realidad humana de frustración, de insatisfacción, ante el infierno que vivimos cuando estamos bajo el dominio de la idolatría, sino que por puro amor, ha venido a salvarnos: «Así como los hijos participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud» (Hb 2,14-15).



Y me impresiona esta Palabra porque nos muestra el verdadero camino hacia la realización humana, que es el amar gratuitamente, como nos ama Dios, y cómo es eso a lo que el Señor nos invita hoy ayudados por su Gracia: «Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas. El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia; el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas» (1 Pe 2,21-25).

Ha habido momentos de mi vida en que, movido por mis pasiones, también he elegido a Barrabás despreciando a Cristo. He pensado que lo más correcto es exigir justicia ante el que me destruye y evitar la palabra que el Señor ha revelado en el sermón de la Montaña, y que la Iglesia ha defendido y defiende como un tesoro. Pero me ha ayudado el Señor a ver que me llama, tal y como dice San Pedro, a seguir sus huellas, (1 Pe 2,21), y el camino que nos ha mostrado, que no es sino amar hasta el extremo (Jn 13,1), o cómo dirá Cristo en el Sermón de la Montaña: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian, y orad por los que os calumnian y os persiguen» (Mt 5,44).

Así que, en este día, el Señor nos llama a acompañarle por el camino de la cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). Porque ha sido eso lo que el Señor ha hecho por nosotros y por cada uno de los seres humanos de la Tierra, amándonos hasta asumir las consecuencias más graves de nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestros temores, siempre humillándose por amor a nosotros. Pero no se ha quedado en la muerte sino que así como José se sentó a la derecha del Faraón, Cristo ha ascendido al Cielo y se encuentra sentado a la derecha del Padre: «Pues, el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Mt 23,12). Y, nos invita y nos llama el Señor a dar testimonio de su amor, a participar de su Pasión, tal y como dice Pablo: «Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24).

«Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios» (Hb 12,1-2), «sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo» (1 Pe 1,18-19). Feliz domingo de Ramos y Feliz Semana Santa.









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