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Cuando falta la oración, "pasan y pesan más cosas"
La experiencia de Jesús ha quedado como una recomendación para no pasar por alto, cuando llega la enfermedad y el sufrimiento.


Por: Pbro. José Juan Sánchez Jácome | Fuente: Semanario Alégrate



Hay personas muy duras, personas que, como se dice en un lenguaje ordinario, no dan su brazo a torcer; no muestran sus heridas y tratan de esconder sus debilidades. Siempre se presentan fuertes e inconmovibles, aunque se estén destruyendo por dentro. Las vemos muy fuertes y, sin embargo, están sufriendo mucho.

Como cristianos hemos aprendido a reconocer nuestras heridas, a no tener vergüenza de mostrar nuestros sufrimientos. Hemos aprendido a movernos con humildad, a reconocer y aceptar las debilidades que de muchas maneras vamos enfrentando.

A diferencia de esas personas que no dan su brazo a torcer, es muy esperanzador cuando entre nosotros, entre los hermanos, llegamos a pedir plegarias frente a lo que estamos pasando. Llena de esperanza ver a una persona que pide oraciones a su familia y a sus amigos.

Por supuesto que quien no está habituado a un estilo de vida cristiana, cuando se le piden oraciones se alarma inmediatamente y suele preguntar: “qué te está pasando”. Pero llegan a entender que siempre estamos expuestos y que pasan y pesan muchas cosas. Por eso tiene uno que invocar la comunión de los santos y pedir el apoyo de los hermanos, la intercesión de los hermanos, para que la comunidad cristiana nos cubra con sus oraciones cuando nos toca pasar por las pruebas y dificultades.

Como expone San Josemaría Escrivá: “Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?” Hube de aclararle que a todos nos sucede o nos ocurre algo en cualquier instante; y le añadí que, cuando falta la oración, “pasan y pesan más cosas”.



Por lo tanto, ¿Qué hace un cristiano cuando llega el sufrimiento, cuando llega la enfermedad? Lo primero, por supuesto, es buscar la salud, la superación de los problemas. Lo primero es buscar la sanación del cuerpo y del espíritu y pedirle al Señor que permanezca a nuestro lado.

Pero, como dice San Pablo, a través del sufrimiento uno puede completar lo que falta a la pasión de Cristo. Por supuesto que no le falta nada a la pasión de Cristo porque hemos visto cómo Jesús se consumió, se desgastó, se entregó por completo. En sí misma no le falta nada, pero podemos asociarnos a este misterio de redención.

Por lo tanto, cuando llega la enfermedad y el sufrimiento, un cristiano también puede completar lo que falta a la pasión de Cristo, y ofrecer esta tribulación. Ante una enfermedad dolorosa, Santa Bernardita decía: “Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores”.

¿Qué se hace con los dolores, sufrimientos y enfermedades cuando llegan en la vida? Hay que pedir al Señor la sanación, que nos restablezca la paz, pero mientras llega ese momento hay que ofrecer los sufrimientos para que completemos lo que falta a la pasión de Cristo. El Padre Pio decía: “Estar en la cruz con Jesús es un acto sumamente más perfecto que el de sólo contemplarlo en ella”.

Hay muchas causas en el mundo que requieren que ofrezcamos estos sufrimientos, incomodidades, carencias, dolores y aquello que nos ha venido a cambiar y trastornar la vida, para que Nuestro Señor bendiga y lleve la paz a las personas necesitadas de su misericordia. Se trata de un acto de amor que puede cambiar el mundo marcado por el odio, el sufrimiento y el pecado.



Por eso, delante de su propio sufrimiento Jesús recomienda: “velen y oren para no caer en la tentación”. Porque cuando llega la enfermedad y el sufrimiento corremos el riesgo de caer en la tentación. Antes de morir, Jesús acude al Padre porque siente una angustia mortal. Siente cómo se acerca el odio del mundo y acude al Padre, insiste en la oración. La experiencia de Jesús ha quedado como una recomendación para no pasar por alto, cuando llega la enfermedad y el sufrimiento.

¿Cuál tentación? La tentación de perder la fe, de desesperarse, de blasfemar, de ya no querer seguir luchando, de renegar de Dios, de rebelarse contra Dios. Todo eso puede pasar cuando se enferma un familiar, cuando uno mismo se enferma, cuando enfrentamos una dificultad. A lo mejor es un arrebato, pero uno se rebela contra Dios porque estamos muy sensibles y vulnerables en el espíritu.

Tentaciones hay muchas cuando llega la enfermedad y el sufrimiento. “Oren para no caer en la tentación”. Estas pruebas no nos han faltado en estos dos últimos años de pandemia, cuando se enferman las personas y al ver morir al mismo tiempo a muchos seres queridos, sin poder abrazarlos y despedirnos de ellos, como se anhela en esos momentos.

Cuando llega la enfermedad, por lo tanto, hay que pedir la salud, ofrecer nuestros sufrimientos y mantenernos en oración para no caer en la tentación. La fe nos llevará a expresarnos como los santos: Esto lo ofrezco para completar lo que falta a la pasión de Cristo, para asociarme al misterio de la redención por tantas personas, especialmente por esos pobres pecadores que no piden perdón.







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