El obispo es Maestro
Por: Pbro. José Javier Sánchez Martínez | Fuente: Semanario Alégrate

Como sostiene Trento, dentro de las funciones principales del obispo, destaca la predicación del Evangelio (cfr. Trento, ses. 2, cán. 2, n. 9 y ses. 24, cán. 4). Un obispo es por la naturaleza del ministerio que le ha sido confiado un predicador, un pregonero de la fe y del mensaje de salvación. Es un maestro en el sentido perfecto de la palabra. Un maestro auténtico que ha recibido la autoridad de Cristo (LG,25). Por eso, como Cristo, el obispo enseña y educa desde las coordenadas que lo ha hecho el Señor, el Maestro de maestros.
Educa integralmente, él llega al hombre en toda su realidad, no solo atiende al hombre en su humanidad, o en sus sentimientos, o en su espiritualidad. Es evidente que cuando Jesús sale al encuentro de alguien lo hace en toda la realidad que comporta el ser humano. Así como evangeliza su alma, también toca su cuerpo. No discrimina el cuerpo condenándolo, ni atiende de manera recelosa su corazón. El maestro de Nazaret toca, con sus divinas manos, el cuerpo del hombre y lo sana, lo endereza, purifica y redime, y con sus gloriosas palabras llega al corazón de sus interlocutores.
Educa con el corazón, él sabe que no es un asalariado en finca ajena, con el corazón sale al encuentro de aquellos que están a su paso, no los condena, no los desprecia ni los mira con jactancia. Con esos sentimientos tan puros y generosos mira con misericordia a todos: hombres, mujeres, niños, viudas, enfermos, pecadores, incrédulos.
Educa en la confianza, da seguridad a todos aquellos con quienes se relaciona. Aún con la inseguridad propia del hombre Jesús los forma en la confianza al Padre incluso con todas las aparentes contradicciones.
Educa para la libertad, a su paso y con su doctrina libera al hombre de la pesada carga que lo ata, de la frívola religiosidad del templo, de la ley por la ley, lo inserta en una nueva manera de mirar, de amar y de vivir.
Educa para la misión, luego de haber dado a sus amigos los rudimentos necesarios los manda al mundo: a la misión, al encuentro de sus hermanos que sufren y viven tristes, con la finalidad de transmitirles aquello que han oído de Él. Los pone en las periferias de la existencia, en esas bajadas peligrosas donde están nuevos prójimos esperando ayuda.


