¡Médico, cúrate a ti mismo!
Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente: Semanario Alégrate

Les cuento que hoy me pregunté: ¿Cuál es la frase más importante del evangelio de este domingo: “Seguramente me dirán aquel refrán: Médico cúrate a tí mismo” o “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”? Porque esta última es la más conocida y está en la mente de muchos. ¡Quién sabe qué dirán los que saben! Yo quiero detenerme a pensar en la primera.
Tratándose de Jesús no podemos dudar que a él no se le puede aplicar. Jesús, lo sabemos todos, es Profeta, es Mesías Rey, es Señor, es Médico, pero es más que profeta, que mesías, que rey, que señor, que médico, más que todos ellos juntos; no padece los desajustes emocionales y sentimentales que padece todo el género humano; no tiene ninguna necesidad ni dependencia, porque las superó a su tiempo en el orden humano. Por naturaleza, Jesús, es la salud misma y lo ha demostrado curando a los hombres golpeados por la enfermedad y la fuerza del maligno, y lo ha hecho para que nosotros podamos afirmar que, a través de él, podemos ofrecer la salud a los demás. La sentencia sí se puede aplicar a los que definitivamente no le creen y pretenden despeñarlo del precipicio donde estaba construida la ciudad, para quitárselo de en medio, y con ellos a todos nosotros juntos y en particular.
Si pensamos bien, también, nosotros tenemos una tarea, la de ofrecer la salud integral de quien sufre las heridas del pecado en su cuerpo y en su alma y se acerca a buscar nuestro auxilio. Alguien que escribe en “Ética Cristiana” y del cual tomé la idea dice, a este propósito: “que no le creería a ningún cocinero flaco”. ¿Qué quiere decir esto? Que, con mucho, todos resultamos ser médicos y tenemos la tarea de curarnos a nosotros mismos, para poder ofrecer curación a los demás. Lucas lo sabe muy bien, porque fue un médico de profesión. Yo no le creo a un médico que no investiga mi pasado y mi historia, que no me ausculta, que no me pide análisis, etc. y me diagnostica sin tener ciencia y conocimiento, mandándome a tomar quién sabe qué medicamentos.
Esto quiere ser una invitación para curarnos a nosotros mismos e intentarlo a diario. Los cristianos, todos y yo, que estamos llamados a ofrecer la salud a los demás, ya o veíamos, le podemos llamar, por qué no, “conversión”, y tomarla con seriedad. A todos, por igual, nos conviene buscar esta conversión a nivel personal, comunitario, social, político, empresarial, pastoral, estructural; conversión a la vida, para dar salud a todos, privilegiando a los descartados, a los marginados, a los pobres en general, que carecen de todo, y necesitan atención en todo sentido.