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Hubo una boda en Caná de Galilea
Llenar de agua las tinajas significa, colaborar con la gracia de Dios.


Por: Mons. José Trinidad Zapata Ortiz | Fuente: Semanario Alégrate



En el evangelio de este domingo se habla de unas bodas, pero no se dice quién se casa. El novio apenas es mencionado al final cuando el mayordomo probó el agua convertida en vino y lo llamó para decirle: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora”. Esto nos hace pensar que no se trata de unas bodas en particular, sino que se trata de la alianza que Dios ha hecho con su pueblo cuya mejor imagen es la de las Bodas, de las que se habla desde el Antiguo Testamento hasta el libro del apocalipsis. De manera que podemos preguntamos ¿Quién es ese novio que ha guardado el vino mejor hasta ahora? No hay más respuesta que es Dios que está llevando a una etapa nueva la alianza que había iniciado con su pueblo Israel.

Ahora bien, el evangelio dice que: “Ahí estaba María y que fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos”. Nos podemos preguntar entonces ¿qué papel juega María, Jesús y nosotros en esta alianza o en estas Bodas? Jesús es el que hace que constantemente se renueve la alianza por intercesión de su Madre Santísima.

Cuando hablamos de vino estamos hablando de vino de uva, de mesa que hacían los mismos israelitas; no se trata de lo que ahora se utiliza para emborracharse en una boda, sino del vino de la alegría de estar en alianza con Dios. Acabarse el vino significaba acabarse la fiesta de la alianza con Dios. María se dio cuenta que ya no tenían vino, y le dice a Jesús: “Ya no tienen vino”. Pero Jesús parece desatender la súplica de su madre y dice: “Todavía no llega mi hora”; por su parte, María va y les dice a los que servían a la mesa: “Hagan lo que él les diga”. De manera que ellos van con Jesús y se ponen a sus órdenes y Jesús entonces aceptó hacer algo en aquella Boda y pidió a los servidores que llenaran las tinajas de piedra de agua y la convirtió en vino y la fiesta continuó gracias a un vino nuevo y bueno.

En aquellas bodas María se dio cuenta que faltaba el vino. A veces, en nuestra vida, se da cuenta que nos falta caridad, que nos falta comprensión, que nos falta perdón, que nos falta entrega, abnegación, que nos falta fe y, ella, le dice a Jesús: “Ya no tienen fe, ya no tienen amor, ya no tienen caridad, ya no tienen comprensión, etc.”. Y Jesús hace el milagro de convertir esa incomprensión nuestra en comprensión, pero para eso necesitamos seguir el consejo de María: “Hagan lo que él diga”, es decir, tenemos que hacer lo que Cristo quiere, lo que Cristo pide, y Cristo dijo a los servidores: “Llenen de agua esas tinajas”. Así pues, el hecho de que María estuviera atenta a las necesidades de aquellos novios nos habla de su misión, en la Iglesia: está atenta a nuestras necesidades, a lo que nos hace falta porque muchas veces nosotros no vivimos profundamente esa alianza de Dios con nosotros, nos apartamos de sus mandamientos, nos apartamos de su amor y María está pendiente de ello.

Llenar de agua las tinajas significa, colaborar con la gracia de Dios. Todo aquello que nosotros hagamos para tratar de llevar a cabo la voluntad de Dios, el Señor lo bendice y se transforma en vino nuevo. De manera que, si nos falta la caridad, el servicio, la comprensión, y le echamos agua a las tinajas, es decir, nos esforzamos por vivir una vida nueva, el Señor nos bendecirá y de esa manera viviremos más unidos a Dios, más unidos a la Iglesia, más unidos a nuestros hermanos; viviremos la alianza de Dios con su Pueblo, viviremos en unión con Dios y con el pueblo de Dios. ¡Que así sea!









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